El estreno de la línea de alta velocidad entre Venta de Baños y Burgos, previsto para el día 22 de julio (con inauguración oficial una jornada antes) será un momento histórico. Después de casi quince años de obras, multitud de contratiempos y retrasos acumulados, la capital de la provincia se conectará a la red del AVE para pasar a formar parte del pelotón de ciudades que disponen de este servicio y que se colocan por tanto a la cabeza del futuro ferroviario nacional.

Se cumplirá así una de las reivindicaciones más insistentes de los últimos años en materia de infraestructuras. Será posible ir a Madrid en poco más de una hora y media y, desde la estación de Chamartín, enlazar con otros trenes rápidos hacia el levante o el sur de España. Antes llegaron la circunvalación, el desvío del propio tendido ferroviario o el aeropuerto, transformando las comunicaciones de la provincia. Pero echando la mirada hacia delante aún resta una deuda histórica cuya factura superará los 2.000 millones de euros.

Y no incluimos siquiera actuaciones en viarios convencionales, el tan necesario mantenimiento u obras puntuales como los ansiados enlaces a la vieja AP-1. Hablamos de las grandes infraestructuras pendientes, que desde hace décadas se antojan como básicas en un territorio que es cruce de caminos y potencia industrial de Castilla y León, suman un importe que estará por encima de ser dos veces milmillonaria. Esto da una idea del esfuerzo económico que deberán llevar a cabo las administraciones implicadas, pero también del tiempo que queda por delante para ver estas reivindicaciones cumplidas: AVE a Vitoria, el tren Directo, las autovías A-73, A-11 y A-12, el Parque Tecnológico de Burgos, etc.

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)