Un año, pero podría ser un lustro

I.L.H.
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Santiago Escribano firma en imágenes 'Burgos, 365 razones' para que otros tantos autores evoquen paseos, recuerdos, emociones o argumentos sobre lo que la ciudad les provoca

Hay imágenes actuales y otras con solera. - Foto: Santiago Escribano y Patricia

Después de publicar en 2014 Burgos, luz tamizada junto a Santos Rivas y estar ya por la tercera edición, el arquitecto y fotógrafo Santiago Escribano había aparcado la idea de hacer otro libro sobre la ciudad. Pero la inquietud le pudo y también la idea de implicar a un montón de burgaleses y burgalesas para tratar de conocer cuáles son los motivos que les hacen creer que éste es el mejor lugar del mundo. Porque puede que los de aquí seamos asperones, fríos y renegones de lo que pasa o se hace por estos lares, pero no es la resignación ni la paciencia la que nos hace soportar la ciudad; hay otras vehementes explicaciones.

Burgos, 365 razones reúne una fotografía y un argumento por cada día del año. Las imágenes son todas de Escribano, algunas recientes y otras con solera «porque se trataba de que fueran las mejores razones y esas las he conseguido a lo largo de toda la vida». Y los textos llevan la firma de 365 personas (más el prólogo de Jesús Carazo) que se sienten de Burgos. «Les he pedido que explique de qué se siente orgulloso y por qué recomendaría a alguien venir a conocer la ciudad a partir de una imagen adjudicada», explica. Con textos de entre 40 y 100 palabras se detallan paseos, recuerdos, emociones, atractivos, pasiones, añoranzas, ilusiones, valores, encuentros...

La tarea de convocar y hacer cumplir a 365 personas no fue fácil, como se imaginarán. Al principio Escribano echó mano de familia y amigos, pero ni aún tirando de todos los contactos del móvil se acercaba a la cifra que pretendía. Así que pidió ayuda a varios compinches como Jesús Toledano, Cipri Santidrián, Fernando Ortega, Santos Rivas, Javier Gil o Luna Pérez para extender las ramas del árbol. «Hemos conseguido gente de todas las edades y ámbitos, desde amigos de clase de mi hijo Rodrigo a un inmigrante que se siente acogido», repasa mientras reconoce que, como superó los días del año por si había alguna baja, al final podría haber ido más allá. Razones e imágenes le salían no para un año, sino para un lustro.

La plaza junto a la iglesia de San Gil sería el rincón por el que optaría, aunque siempre encuentra algo bello y destacable allá donde mire, como buen fotógrafo: «Me encanta la ciudad como tal, lo que es pasear. Sé también que habría otras 365 razones gastronómicas para defenderla. Y me gustaría destacar la industria, porque es muy viva y hace que tengamos futuro». El libro, que estará en las librerías el fin de semana, se presenta este lunes en el Teatro Principal (con invitación).