El Monte Rushmore de Félix que nunca se hizo realidad

R. PÉREZ BARREDO
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Hace 40 años se presentó un proyecto para construir un espectacular memorial como tributo al gran naturalista burgalés. Se trataba de una efigie de 30 metros de altura enclavada en el paraje de Poza de la Sal llamado El Castellar

Presentación del proyecto. - Foto: Fede

El impacto por la trágica desaparición de Félix Rodríguez de la Fuente se prolongó durante mucho tiempo. Tan es así, que un año y medio después de que el universal naturalista burgalés pereciera en tierras de Alaska, se conoció que uno de los más importantes escultores españoles, Francisco Otero Besteiro, iba a hacerse cargo de la confección de un monumento a su memoria absolutamente espectacular. El proyecto se presentó hace ahora cuarenta años con todo el fasto y el boato en la propia villa salinera, recibiendo el artista los parabienes de todas las autoridades. Se trataba de aprovechar uno de los rocosos farallones ubicados en el paraje conocido en Poza de la Sal como El Castellar, y muy querido por Félix, para, mediante unas estructuras de hierro y más piedra, confeccionar un busto gigantesco del biólogo pozano que pudiera distinguirse perfectamente desde la lejanía. Una suerte de Monte Rushmore a la burgalesa .

El proyecto era ambicioso: la efigie grabada en roca habría de tener treinta metros de base y otros tantos de altura, y en ese momento (año 1981) no había en el mundo una escultura de tales dimensiones. El arquitecto Antonio del Castillo, quien colaboró con Otero Besteiro en el diseño, dejó clara la filosofía: "Entendimos que no se podía hacer un monumento convencional a Félix Rodríguez de la Fuente; su calidad de amante de la naturaleza y de los animales impedía la concepción de un monumento urbano, sino un monumento en el medio natural y, además, sin degradar al medio. En el lugar elegido coincide otra circunstancia: El Castellar fue uno de los lugares preferidos por Félix; es asimismo una síntesis de Poza, un escalón entre las tierras del páramo y las tierras de la llanura burebana".

Se iba a tratar, explicó Otero Besteiro de ""un sistema de figuras interpuestas, cuyo efecto de conjunto puede verse a distancia, cuando uno se va acercando al pueblo". La idea era formidable. Y el resultado se antojaba colosal. Pero hubo un problema. El de siempre: el costo de la actuación. Dio igual que se contara, de entrada, con 300.000 pesetas aportadas por la Diputación de Burgos; que otras instituciones se comprometieran también a financiarlo. Y que incluso se lanzara una campaña para que los escolares de toda España hicieran una modesta aportación (cinco pesetas o cualquier otra cantidad); sucede que el proyecto se disparó hasta los cinco millones, y tal cantidad fue considerada inabordable. La comisión gestora creada para impulsar el monumento (en la que estaba la Asociación Cultural de Amigos de Poza de la Sal) hizo todo lo posible, y hasta lo imposible, por que el proyecto llegara a buen fin consiguiendo el dinero necesario.

El monumento, que iba a adaptarse a la propia naturaleza, iba a contar con bajorrelieves de animales y elementos faunísticos. Asimismo, se pretendía crear en la zona un parque natural de unas 1.500 hectáreas de extensión, viejo proyecto de Félix que no pudo crear en vida. El plazo para la construcción del monumento era de dos años y pretendía iniciarse en la primavera de 1982. Además de la mera realización de la monumental efigie (casi el doble en volumen y altura que las de los presidentes norteamericanos del Monte Rushmore, la iniciativa contemplaba la introducción de intinerarios de ascensión a la silueta mediante la integración de elementos incorporados como escaleras y rampas a los naturales existentes.

El arquitecto Antonio del Castillo siempre defendió que se trataba de una obra monumental en las ideas y en los planteamientos, pero que su realización sería modesta. "Esta obra es necesario medirla por su capacidad para ilusionar, por la capacidad de entusiasmar a la gente más que por su monumentalidad y medidas". Lamentablemente, el proyecto quedó varado. Sí que llegaron a instalarse una estructuras (que aún permanecen en la zona escogida) pero no se completó el proyecto y el imponente busto de Félix, que se hubiera podido contemplar desde diferentes puntos, quedó desvanecido. El dinero conseguido se invirtió en el monolito que sí se encuentra en las alturas de Poza, ya cerca del páramo. Pero nada que ver uno con otro.