Mujeres al pie del cañón en las viñas

L. NÚÑEZ
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La Ribera del Duero cada vez atrae a más jóvenes viticultoras, dispuestas a apostar por sus raíces en una comarca que definen como "espectacular" y "privilegiada". Marta, Carmen o Blanca defienden que el campo "es un trabajo duro, pero muy bonito"

Marta Gil. - Foto: M.G.

Cada vez son más las mujeres que ven en la viticultura su forma de vida. Por vocación. Por apego a las raíces. Y porque la Ribera del Duero ofrece un escenario inmejorable. Así lo constatan los propios agricultores, quienes en su día a día trabajan en contacto con profesionales del sector y comparten experiencias en cursos de formación y charlas. Hace años, las mujeres se contaban con los dedos de una mano. Eran la excepción. Hoy el panorama, según dicen, ha cambiado y mucho. Aunque no hay un registro ni en la Consejería de Agricultura ni en el Consejo Regulador, donde no diferencian por sexo a los operadores inscritos, aseguran que el campo atrae cada vez a más féminas y, sobre todo, a jóvenes que lo valoran como una buena opción por la calidad de vida que les ofrece el hecho de estar en contacto con sus raíces. Pero no sólo eso. El potencial de Ribera del Duero como denominación de origen tanto a nivel nacional como internacional juega a su favor. "Influyen bastante las buenas perspectivas de futuro de esta zona", admite Blanca Barriuso, con dos décadas de experiencia a su espalda. Arrancó con tres hectáreas de viñedo y en la actualidad ronda las 30 en Fuentenebro, La Aguilera y Pardilla.

En esta misma línea se expresa Marta Gil. Define la Ribera del Duero como una comarca "privilegiada" y la viticultura, como un sector con grandes posibilidades. Si a ello se suma que a las mujeres "ahora ya se nos ve más después de años en un segundo plano" y que esta apuesta por el campo asegura su futuro, se juntan todos los ingredientes para que unos y otros sigan creciendo. "Hay gente muy curranta. Tenían su vida hecha y se han venido aquí, al campo. Es clave. Si los jóvenes no se quedan o no vuelven, esto se acaba. Sin campo no hay nada. Yo no cambio por nada vivir aquí", defiende al respecto.

Precisamente, Carmen Sanz es una de esas jóvenes que ha emprendido el camino de vuelta a la Ribera del Duero. Estudió Historia en Madrid y tras unos años de experiencia en diversos trabajos, ha regresado a Hontoria de Valdearados. No esconde que se trata de un trabajo duro, pero también "muy bonito". En su opinión, en Ribera se están haciendo bien las cosas y se ha de fomentar más el turismo. "A veces nosotros mismos no conocemos nuestra zona. Hay que ponerla en valor ", concluye.

Carmen Sanz.Carmen Sanz. - Foto: C.S.

Marta Gil | Tiene toda su explotación en Aranda de Duero

"No creía que el viñedo me iba a gustar tanto"

Marta Gil dio un giro de 180 grados a su vida laboral hace seis años. Cambió la empresa en la que trabajaba por las viñas. Cierto es que siempre ha vendimiado y que su familia materna tenía viñedo. A raíz de casarse, se implicó más en las labores del campo que desarrollaba su marido. Y, con la jubilación de su suegro, decidió tomar las riendas. Dicho y hecho. En estos momentos, cuenta con 15 hectáreas en Aranda de Duero, que con el tiempo quiere ampliar hasta las 20. "No creía que esto me iba a gustar tanto. Me decían que es muy duro. Pero, ¿sabes lo bien que se está aquí? Estoy encantada", defiende convencida.

Y eso que, como ella misma admite, no ha sido un camino fácil por diversos motivos. Por desgracia, su suegro falleció poco después de jubilarse. "Era quien me iba a enseñar", dice. Después llegó la helada de 2017, la crisis del coronavirus o el granizo del pasado julio. Aun así, Marta se muestra optimista y defiende que "esto tiene que tirar para delante". Porque la Ribera del Duero "es una zona espectacular y privilegiada" y el campo, pese a los imprevistos, "resulta muy agradecido". Cuenta que forma un buen equipo con su marido y que ella es muy perfeccionista a la hora de dar forma a las viñas: "Me gustan las cosas de una cierta forma, por eso le dedico mucho tiempo".

Blanca Barriuso.Blanca Barriuso. - Foto: B.B.

También valora de forma muy positiva la formación que realiza en UCCL porque aparte de aprender, le ha servido para conocer a mucha gente. Gil pone el énfasis en las mujeres: "Al principio había dos chicas en los cursos, ahora cerca de 20". Aplaude este crecimiento y, sobre todo, que las jóvenes apuesten por sus raíces y por una profesión que define como muy bonita: "Los hombres siempre han estado ahí, pero las mujeres también, aunque en un segundo plano. Ahora ya se nos ve más, pero todavía queda".

Carmen Sanz | Plantó su viñedo en Hontoria de Valdearados hace tres años

"Empezar de nuevas es difícil, casi una locura"

Carmen estudió Historia en la Universidad Complutense de Madrid. Trabajó en diversos ámbitos. Nunca de lo suyo. Cuenta que su padre le recordó que siempre tenía la opción de regresar a su pueblo, Hontoria de Valdearados, y dedicarse a la agricultura. En 2017, empezó a organizar su incorporación y pidió derechos de viñedo. Sin embargo, la lentitud burocrática no le permitió comenzar a plantar hasta el 2019. "Empezar de nuevas es bastante complicado, casi una locura", reconoce. Mientras tanto, ayudaba a su familia, ligada al campo y la ganadería.

Hoy, a sus 35 años y después de mucho esfuerzo e inversión, cuenta con 18 hectáreas. El trabajo es ingente. Su ilusión también. "Sabía dónde me metía. Hay que estar de lunes a domingo y cansa físicamente, pero resulta muy gratificante ver cómo crecen las viñas y recoger los frutos en la vendimia".

En este camino, ha aprendido de su padre y su tío. También con los cursos de la Unión de Campesinos, que ella califica como "un pilar básico" porque "conoces a mucha gente y te enseñan mucho. Te sirven para tecnificarte, empiezas a estudiar por tu cuenta...". Pero no sólo eso. Carmen asegura que sin la UCCL probablemente no se dedicaría a la viticultura: "Te ayudan con todo el papeleo, con formaciones de todo tipo y contactos. Su apoyo es imprescindible. Están ahí para apoyarnos y hacen su labor muy bien. Sin ellos estaríamos perdidos".

Preguntada sobre si recomendaría a otras jóvenes seguir sus pasos, Sanz dice que sí siempre que tengan paciencia. "No puedes ir corriendo y hay que saber que surgen muchos problemas. Es duro, pero muy bonito", subraya. Ella misma admite que alberga sensaciones de todo tipo. En ocasiones se siente frustrada. Otras piensa que no podía haber hecho algo mejor en su vida. De lo que no duda es de que el campo merece la pena.

Blanca Barriuso | Con viñas en Fuentenebro y La Aguilera

"Ahora se nos ve más a las mujeres"

Blanca empezó a trabajar en las viñas hace ya dos décadas. Recuerda que sus inicios fueron como un hobby. Lejos han quedado las tres hectáreas con las que debutó. En la actualidad, junto con su marido, poseen 30 hectáreas aproximadamente, repartidas entre Fuentenebro, La Aguilera y Pardilla. "Mira dónde hemos llegado. Esto engancha", comenta entre risas.

Se animó a dar el paso por varios motivos. El principal, que el viñedo le apasiona. A ello se suma que por aquel entonces la Ribera del Duero crecía y le vieron sus posibilidades. "Es una zona en la que se busca la calidad y el mercado seguirá progresando", vaticina.

Al igual que ella hizo en su momento, valora positivamente que en la actualidad cada vez más mujeres se decanten por el campo y las bodegas. "Antes estábamos en un segundo plano, ahora se nos ve más. Se están incorporando bastantes de mi edad y más jóvenes". Anima a seguir este camino por ser "una muy buena opción si quieres estar en contacto con sus raíces". Blanca, que trabaja todo en ecológico, se muestra encantada con la calidad de vida que le ofrece la Ribera del Duero, así como con su potencial vitivinícola. A su juicio, el campo aporta "libertad y aire puro, nada que ver con pasar ocho horas en una oficina o una fábrica". También se establece sus propios horarios y puede compaginar vida laboral y familiar. "No está pagado", concluye.