Las Urgencias del HUBU parecen estar transformándose en el duodécimo centro de salud de la capital, a juzgar por algunos datos relevantes de actividad: ocho de cada diez paciente son vecinos de la capital y en un 66% de los casos se adjudica a la consulta uno de los dos grados más bajos de gravedad que existen (el cuatro, que requiere atención en un margen de dos horas y el cinco, que indica que se tratará según disponibilidad de personal). Ningún otro hospital urbano de la Comunidad registra unos valores semejantes en estos apartados, lo cual obliga a preguntarse por las razones.

Hace lustros que en el servicio subrayan que solo entre un 13% y un 15% de las consultas que reciben concluyen en un ingreso en el hospital; un porcentaje que debería ser inverso, dado que a estas urgencias solo deberían llegar pacientes con procesos agudos y severos. Todo lo demás, ese otro 80% de consultas atendidas por urgenciólogos, debería haberse resuelto en otros recursos: en las urgencias ambulatorias si la patología o el malestar es imprevisto (el PAC del Divino Valles) y en un centro de salud si es de desarrollo progresivo e importancia relativa. Pero de nada sirven las advertencias de los urgenciólogos, porque los datos evidencian que la tendencia, lejos de invertirse, se agrava. Pero no lo hace de forma uniforme.

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