La mayoría de expertos coinciden en que el elemento más importante para combatir la violencia de género es la educación. Enseñar en igualdad es la pieza clave para que en edades adultas no se produzcan conductas machistas. El mensaje va calando, pero a juzgar por los episodios que se viven puntualmente en los juzgados de menores,  resulta evidente que aún hay mucho trabajo por hacer, pues algunos adolescentes parecen no ver el peligro de algunas conductas que están demasiado interiorizadas.

El número de denuncias por maltrato en esta jurisdicción aumentó considerablemente en 2019 en la provincia de Burgos. Si habitualmente llegaban uno o dos asuntos por año, el pasado ejercicio se alcanzaron los 6, confirmando una tendencia alcista a nivel nacional que, no obstante, tiene mucho que ver con la concienciación.
El porqué del incremento entre los jóvenes de este delito cuando hasta ahora era residual tiene varias respuestas. En primer lugar, hay que tener en cuenta que el tipo de relaciones sentimentales que mantienen los adolescentes suelen ser muy cortas y, en ocasiones, tampoco están definidas.

En materia jurídica, explica la jueza de menores de Burgos, Blanca Subiñas, «para que haya violencia de género tiene que existir un vínculo de matrimonio o de afectividad, aunque no estén conviviendo». Esto, añade, entre chavales «es más complicado». Bien es cierto que en el año 2014 el Convenio de Estambul, el cual ratificó España y por tanto es un acuerdo vinculante, amplió este concepto a cualquier tipo de maltrato cometido hacia las mujeres. Sin embargo, lamenta la magistrada, «aún existen reticencias a aplicarlo en muchos tribunales».

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