Sin fronteras y sin barreras

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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La psiquiatra burgalesa Marta Presa, teniente coronel del Ejército, recibe el premio Sanitarias 2022 al liderazgo femenino. Desde 2019 es la jefa del servicio de Salud Mental del Hospital Gómez Ulla de Madrid.

Marta Presa, en una misión en Afganistán.

La publicación del ámbito sanitario Redacción Médica entregó el pasado martes sus Premios Sanitarias 2022 a 15 mujeres que han destacado, a juicio del jurado, por ser "protagonistas absolutas en sus respectivos ámbitos profesionales, eliminando sesgos o prejuicios de género". Entre ellas se encontraba Marta Presa (Burgos, 1967), teniente coronel del Ejército, psiquiatra y desde 2019, jefa del área de Salud Mental del Hospital Gómez Ulla de Madrid. "Estoy muy orgullosa de que se hayan fijado en mi trabajo y solo el hecho de que me hubieran seleccionado previamente para este galardón ya era muy satisfactorio, no solo por mí sino porque creo que se premia el trabajo de todo mi equipo", dijo a este periódico.

Presa explicó que, como tantas otras mujeres, en muchas ocasiones ha tenido que pelear en su ámbito profesional, fuertemente masculinizado, aunque, en la actualidad solo tiene palabras de reconocimiento para el apoyo que ha recibido en todos sus proyectos de sus superiores inmediatos: "En todas aquellas iniciativas que he planteado siempre me he sentido respaldada. Me he encontrado con gente muy abierta, muy noble y que escucha".

Aunque nació en Bilbao, toda la vida ha vivido en Burgos -cursó los primeros años de EGB en Medina de Pomar y después en el colegio Niño Jesús- hasta que se trasladó a Pamplona a estudiar Medicina. Y había terminado tercero de carrera cuando aquel verano empezó a hacer prácticas en el Hospital Militar de Burgos con el cardiólogo Manuel Rodríguez Salazar, al que considera su mentor. "Él me dijo que la mujer podía entrar en el Ejército y me animó a intentarlo si me gustaba, me contó todo lo que hacían y me di cuenta de que aquello era lo mío. A partir de entonces me focalicé en ello, acabé la carrera, y después de trabajar dos años como médico en varios pueblos de Burgos (Roa, Aranda, Sedano...) y preparar la oposición a médico militar, la saqué y mi primer destino fue en Bardenas Reales, al sur de Navarra".

Allí estuvo seis años en un polígono de tiro donde entrenan los reactores, donde ella tenía su consulta y desde donde realizó muchas misiones internacionales como médico de vuelo en Sarajevo-Kosovo con los F-18, en Kirguistán y en Kuwait e Iraq, durante la guerra. Después vuelve a Madrid a hacer la especialidad de Psiquiatría en el Hospital Gregorio Marañón y en 2008 se incorpora al Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla, sin dejar de realizar misiones internacionales. En 2009 y 2011 participa dos veces en Afganistán y una en Uganda como médica asesora del cuartel general. "En la mayoría he ido como médico de vuelo, con la misión de asesorar a los pilotos, a los tripulantes y a todo el contingente que va por aire, y solo en dos ocasiones he colaborado con el Ejército de Tierra, en la Antártida y en la de Uganda". El año pasado, la médica burgalesa estuvo en Djibuti, donde el ejército español trabaja evitando la piratería, y no descarta que pueda ir a Ucrania: "Nosotros nunca podemos decir sí o no, es a lo que nos llamen, posibilidades tengo porque soy teniente coronel y médico de vuelo y estoy en activo y si me llaman (para ir a Ucrania) estaré encantada de ayudar y colaborar".

Cada uno de estos destinos le han dejado una gran huella emocional, pero destaca especialmente dos, Afganistán y la Antártida: "En Afganistán hemos visto mucho sufrimiento y hemos visto guerra desde la paz porque íbamos como ayuda, recogíamos heridos y enfermos tanto afganos como de la coalición y esos son momentos de mucha responsabilidad, y la Antártida es algo diferente, sentir ese silencio y ese aislamiento día tras día te hace vivir algo que no existe en la civilización".

Desde ese conocimiento, Marta Presa dice que ha sentido mucha pena al ver cómo ha terminado la presencia occidental en Afganistán: "Es que yo a esa tragedia que se ha visto en televisión le pongo nombres de mujeres que he conocido, que han sido muy valientes, muy comprometidas con la causa de la mujer y algunas de las cuales ya nos decían que cuando nosotros nos marcháramos iba a volver a ser como siempre".

La burgalesa nunca le ha dicho que no a nada. Cuando le propusieron como jefa del servicio de Salud Mental enseguida dijo adelante: "Yo me lanzo encantada a todo lo que me piden mis jefes". Además de dirigir el servicio, en el que está a punto de abrir una unidad de hospitalización para adolescentes, Marta Presa es profesora asociada de la Universidad de Alcalá y ha leído su tesis doctoral hace no mucho tiempo sobre la anhedonia (incapacidad de disfrutar de las cosas) en la depresión.

Esta intensa actividad profesional no le deja todo el tiempo que quisiera para su familia de Burgos, a los que agradece siempre su apoyo. "Mis sobrinas me preguntan que cuándo voy a verlas. Es verdad que se sacrifica mucho la familia por el trabajo. Mi profesión me llena muchísimo y siempre he dicho que mi marido es la Psiquiatría y mi amante, la milicia, no puedo prescindir de uno ni de otro y ha habido veces que me he tenido que justificar por ello. Pero, como decía mi padre, no hay nada imposible para el hombre trabajador, en mi caso, la mujer trabajadora".

"Mi maleta iba en el Yak-42. No lo cogí porque quise cerrar una ayuda humanitaria"

Entre las muchas historias que Marta Presa puede contar de su trabajo hay una excepcionalmente dura. Vivió muy de cerca el accidente del Yakolev 42, en el que perdieron la vida 64 de sus compañeros que volvían de Afganistán y Kirguistán, donde ella estaba en aquel momento. Tan cerca, que sus maletas iban dentro del avión y hubo gente que pensó que ella también iba a bordo. Por una de esas carambolas que a veces ocurren no volvió en aquella malhadada aeronave, que sufrió la mayor tragedia del Ejército español en tiempos de paz: "Yo estaba gestionando la cesión de nuestras literas a un orfanato puesto que cerrábamos la misión y me quería asegurar de que aquello se hacía, así que le dije a mi jefe que me quedaba dos semanas más pero que se llevaran mi maleta. Y así fue como salvé la vida".