Erradicar por completo el botellón en la ciudad es una quimera. Esta premisa la tienen clara en la Policía Local, cuya intervención en los puntos calientes (Fuentes Blancas, Castillo, etc.) ha provocado que esta práctica se disperse. En las fiestas de San Pedro la situación cambia. Las patrullas son conscientes de que es imposible evitar que los jóvenes beban en los alrededores de los conciertos y otros actos multitudinarios, pero intentan que la cosa no se desmadre. La cuestión es que hay lugares más conflictivos, como la entrada al parque de La Quinta, donde suelen ir sobre todo menores de edad. Para este año, el cuerpo municipal tiene pensado llevar a cabo controles en este entorno y evitar el consumo de alcohol.

El problema en este punto va más allá del mero botellón o de que sean menores quienes lo practiquen. Y es que antes de la pandemia, en los Sampedros, se produjeron algunos incidentes en la rotonda de acceso a la BU-11 desde La Quinta. Los chavales que allí se juntaban cruzaban constantemente la calzada, lo que suponía un riesgo para ellos mismos. Pero también se denunciaron lanzamientos de piedras a la autovía de ronda.

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)