Los ojos del sida

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Probablemente, la causa fue una partida de heroína contaminada. En el verano de 1984 llegaron al Hospital General Yagüe una serie de pacientes con VIH, usuarios de drogas por vía intravenosa, con pérdida severa de visión. ¿Qué había pasado?

Imagen recogida en el libro del doctor José Luis Pérez Salvador de uno de sus casos de candidiasis ocular. - Foto: Alberto Rodrigo

Eran los primeros años 80 del siglo pasado y aunque algunos médicos empezaban a familiarizarse con las patologías vinculadas a la adicción a la heroína, que se extendió por todo el país de una forma rápida y cruenta, eran muy frecuentes los sobresaltos en sus consultas. El consumo de esta sustancia sin ninguna medida higiénica provocaba no solo que la gran mayoría de los adictos contrajeran el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y con él desarrollaran el sida con múltiples infecciones denominadas oportunistas, sino que adquirieran todo tipo de enfermedades. "En muchos casos compartían los útiles para pincharse entre varias personas y se infectaban de VIH, hepatitis y todo tipo de gérmenes. Más adelante, aparecieron los programas de intercambio de jeringuillas que, en buena parte, hicieron mucho por salvar a estas personas, igual que la metadona, que llegó después", recuerda Juan Francisco Lorenzo, internista ahora jubilado y que durante muchos años fue el coordinador del sida del Hospital General Yagüe.

A mediados de la década, en el verano de 1984, varios pacientes jovencísimos le comentan a Lorenzo que habían perdido agudeza visual, que veían borroso, "además de las muchas otras patologías que presentaban" y lógicamente les deriva al servicio de Oftalmología que dirigía José Luis Pérez Salvador cuya actitud fue, según recuerda el internista, "siempre exquisita con este tipo de enfermos y absolutamente colaboradora". Parece extraño que se destaque que un médico atienda bien a sus enfermos pero es que en aquellos años fueron muchos los que se pusieron de perfil a la hora de atender a los heroinómanos y pacientes de sida debido al miedo y a lo que Lorenzo llama "una carga moral, un reproche humano hacia los 'sidosos' o 'drogatas' como les llegaban a llamar". No fue Pérez Salvador uno de ellos.

Más bien al contrario, se empleó a fondo y no solo los trató con toda la atención sino que fue más allá con la aportación a la comunidad científica de un estudio iconográfico sobre lo que aquella enfermedad -candidiasis ocular provocada por el hongo Candida albicans- hacía en los ojos de aquellos jóvenes atrapados por la heroína. En aquellos años, Oftalmología tenía controlados a un centenar de pacientes toxicómanos y de repente llegaron once casos -de una media de 23 años- con problemas serio de visión. El tiempo que llevaban enganchados a la heroína oscilaba entre los dos meses y los diez años y la frecuencia con la que se pinchaban también era variable: desde tres veces al día hasta de forma esporádica.

¿Y cómo llegó ese hongo hasta sus ojos? Lorenzo sostiene que probablemente de los limones que utilizaban para cortar la heroína o con los que intentaban 'desinfectar' aquellos utensilios. "Desde luego, no fue la única infección que vimos, ni mucho menos, las había pulmonares, cerebrales y de otros tipos -intestinales, meningitis...- debido a la inmunodepresión que presentaban los pacientes. Por eso, siempre hay que recordar que aquello tuvo una parte menos mala, que fue que distintas patologías que hasta entonces no se veían, como la toxoplamosis o la infección por citomegalovirus, se estudiaran y se investigaran con más detalle".

Fueron tiempos muy duros porque no había ninguna medicación que pudiera parar el sida, que como no se conocía y no se diagnosticaba, llegaba en estado muy avanzado en los pacientes. Por no tener, los médicos no tenían ni herramientas para abordar el síndrome de abstinencia que producía la heroína. En 1985 aparece el AZT, un fármaco de poca eficacia y mucha toxicidad que pronto los pacientes lo asociaron a una mayor mortalidad aunque nunca fue cierto, y un poco más adelante, otros tres medicamentos, uno de los cuales, la lamivudina aún se utiliza asociado con otras sustancias.

Mezcla con limón. José Luis Pérez Salvador, que aún sigue en ejercicio, vincula la aparición de aquella enfermedad ocular a la introducción en el mercado de la denominada 'heroína marrón', que surgía de mezclar la droga con limón para aumentar su hidrosolubilidad, y cree recordar que se trató de una partida que llegó del norte del país. "Tuvo todo el aspecto de ser producto de un problema puntual, ya que es muy fácil que utilizaran limones contaminados -aunque también ese hongo podría estar en sus utensilios o incluso en el agua de los sanitarios que utilizaban- porque lo cierto es que tras aquellos casos seguidos nunca más volvimos a ver aquella candidiasis salvo muy de vez en cuando". En cualquier caso, a él no le pilló por sorpresa porque, explica, los primeros casos de aquella enfermedad se describieron con carácter epidémico a comienzos de los 80 en el área metropolitana de París "y también se pusieron en relación con la introducción en el mercado de la heroína marrón".

El oftalmólogo explica que la infección comenzaba en el interior del ojo, en la coroides, que es la capa vascular, y después pasaba a la retina y, finalmente, al humor vítreo: "Se trata de una auténtica urgencia que debe llevar al paciente a ingresar urgentemente en el hospital para su estudio y tratamiento inmediato en un servicio de Medicina Interna con fármacos intravenosos aparte del tratamiento local ocular con antibióticos corticoides y dilatadores de pupila". Para su especialidad, como para tantas otras, también supuso un cambio el gran incremento del consumo de heroína en vena de aquellos años ya que, recuerda Pérez Salvador, existen muchas infecciones oculares relacionadas con la drogadicción "y para el estudio de estos procesos se creó en España en 1983 un grupo de trabajo de más de 70 hospitales en el que estuvo el General Yagüe".