El agua del Duero en Aranda es buena pero la ribera está mal

I.M.L.
-

La calidad de las aguas de este río a su paso por la comarca es «de moderada a buena» a nivel general, aunque su uso excesivo y su encauzamiento antinatural provocan la pérdida del control de los cauces

La escasez de vegetación en las riberas del Duero es más evidente en los tramos en los que atraviesa un núcleo urbano como Aranda. - Foto: Valdivielso

El río Duero a su paso por la comarca registra un estado de salud relativamente bueno, con una calidad de las aguas «de moderada a buena» pero sufre carencias que afectan, y mucho, al ecosistema que le rodea. Especialmente graves son la escasa conservación de la vegetación de sus riberas, mermada para ganar espacio para el cultivo agrícola, y el encauzamiento antinatural que registra en distintos puntos, lo que repercute en una pérdida de control de su caudal aguas arriba que deriva en inundaciones cada vez más relevantes. A estos puntos negros se suma la presencia de algunas especies invasoras, como el cangrejo señal, que impide que se recuperen otras especies más propias de esta cuenca.

Unos resultados que ha obtenido el grupo de ciencia ciudadana que colabora en la comarca en el proyecto de laboratorios colaborativos para la vigilancia de la calidad de los sistemas de agua dulce que coordina la Universidad de Burgos en colaboración con la Fundación para la Ciencia y la Tecnología del Ministerio de Ciencia e Innovación. El responsable de estos grupos de análisis, Antonio Caneta, le pone una nota general al Duero burgalés de 7,5 sobre 10, un notable que tiene sus luces y sus sombras, ya que la más que aceptable calidad de las aguas contrasta con los puntos negativos detectados en el cauce.

Analizando la biodiversidad que rodea al Duero a su paso por la comarca, los estudios han detectado una presencia relevante de cangrejo señal como única especie invasora en la zona. Esta familia de crustáceos de agua dulce llevan tanto tiempo habitando este cauce que ya se considera que está «naturalizada en el ambiente», lo que dificulta cuantificar sus efectos positivos o negativos para el ecosistema, ya que tiene ambos efectos a estas alturas. «En el Duero hemos visto que la nutria se alimenta de esta especie y ayudan a su control, pero es un recurso que debería ser el autóctono, el cangrejo rojo, por lo que es un daño ecológico que impide que se recupere la especie autóctona», explica Caneta.

La fauna que debería residir en el entorno de este gran río también se ve afectada por la reducción de la vegetación en sus orillas. «El bosque de ribera le tenemos asfixiado y estamos perdiendo sus beneficios, incluso para los propios agricultores que no se dan cuenta que estos bosques de ribera son unos aliados porque allí viven todos los depredadores de las plagas, si perdemos esa biodiversidad después nos quejamos de las plagas», argumenta el coordinador de este estudio, que se ha llevado a cabo por tercer año consecutivo. La nota final para este parámetro es que «tenemos una mala o escasa vegetación que tendríamos que intentar recuperar» en todas las riberas del Duero en la comarca.

Desde el punto de vista hidromorfológico, que es la forma que toma el río en su discurrir por la comarca, el estudio ha detectado que se han realizado múltiples encauzamientos para ganar terreno para los cultivos agrícolas, lo que tiene graves consecuencias en el control del caudal río abajo. «Se han eliminando zonas de inundación para cultivar a ras de río, que ahora no se inundan por las terrazas y espigones que le hacemos al río para que no se desborden ahí, pero con eso provocamos que aguas abajo el río corre con más fuerza, a mí me salva de la inundación pero le llega al que está aguas abajo todo lo que mi zona no es capaz de absorber», explica Antonio Caneta.