La ilusión reconocida de un niño mayor

DIEGO PÉREZ LUENGO
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Adrián García estuvo a punto el lunes de ser arrollado por uno de los toros de El Pilar después de reventar las puertas de toriles, lo que le llevó a recoger una ovación de la plaza y un brindis de El Cordobés

Desde el centro del ruedo se da la información detallada de cada uno de los toros protagonistas en la tarde. - Foto: Jesús J. Matías

Adrián García es ya uno de los protagonistas principales de la feria. Lo era antes de que El Cordobés se acercara a él para brindarle la muerte del toro de su reaparición en Burgos, pero este gesto le hizo encumbrarse en uno de los grandes sueños que todo aficionado elabora despierto en su quimera de ilusiones. 

Pero toda esta historia parte de un inicio crítico, un riesgo que no está contemplado en su salario de cada tarde. Adrián tuvo que ver como el lunes un animal de más de quinientos kilos de peso se le acercaba en una carrera desatada de furia y dos pitones amenazantes capaces de lo peor. Su instinto le hizo tirar de inmediato la tablilla que detalla la información de cada toro y así, consiguió hacerse un quite vital.

Y es que él, es el encargado de hacer el solemne paseíllo hasta el centro del ruedo para que todos los aficionados puedan leer la información de cada animal que se va a lidiar en el Coliseum. Con unos andares firmes y decididos vuelve con esa tablilla que le supera en tamaño pero que consigue portar con gran solvencia y habilidad. El lunes esa madera inocente le salvó, quien sabe si la vida, y un día después empezaron los merecidos homenajes hacia la evasión de un riesgo innecesario.

De tradición familiar, es su padre Juan quien siempre ha caminado por el viejo albero de la plaza de El Plantío con esos datos de interés general. Gracias a eso, Adrián ha podido idolatrar los trajes de luces desde muy pequeño. Verse tan insignificante al lado del héroe capaz de templar a una fiera impacta tanto que se termina por convertir en adicción. Y si esos recuerdos se ven recompensados por el gesto de uno de sus grandes referentes, se transforma en un bomba desatada de emoción incontrolable. 

Guarda en su casa una foto como oro en paño con Manuel, la quita el polvo cada vez que se sumerge en sus recuerdos y seguro que a partir de ahora enmarcará en su memoria el emotivo brindis que le concedió El Cordobés. «Me dijo que mi reacción había sido muy buena, que era genial que estuviera bien y que no me pasara nada», cuenta emocionado Adrián.

Pero es que lo mejor no empezó ahí. Una confusa pero atronadora ovación irrumpió cuando él inició su rutinario paseo hacia el centro del ruedo. El desconcierto se apoderó de la cultura de sacar al tercio a saludar al regreso de una estrella, pero el maestro tuvo claro que el tributo en este caso, no era para él. Era para el chaval que recogía, como una auténtica figura del toreo, su más que merecido reconocimiento.

Y El Cordobés, que sabe como ganarse a la que es su plaza, no se conformó con darle los honores de la muerte de su primer animal, también le regaló un peluche que le habían ofrecido segundos antes desde el tendido, encumbrando así la inolvidable tarde de Adrián. La vuelta al ruedo con la oreja, en lo estrictamente taurino, fue de una verdadera y auténtica estrella del rock. Pidiendo ruido, entrega, con ese carisma tan único y personal como el que sabe lo que es salir trece veces a hombros de esta plaza, como el que sabe lo que es darle vida a la ilusión de un niño que empezó a soñar viéndole torear.