Belén Delgado

Plaza Mayor

Belén Delgado


Latrocinio artístico

29/01/2023

Hace unos días el Gobierno de Polonia ha mostrado su admiración y respeto por el Museo de Pontevedra por «sentar precedente» con la diligente devolución de dos cuadros de la Escuela de Lovaina (pintura) de gran valor. El país soportó en la II Guerra Mundial el expolió de medio millón de obras de arte. Hoy disponen de una brigada específica para localizarlas. El museo gallego compró las piezas en una subasta totalmente legal. Pero su director, Juan Manuel Rey, dice estar satisfecho por «hacer justicia», aunque le duela dejar dos huecos para las piezas más valoradas de su modesta colección.

También Grecia lleva décadas esperando la vuelta de algunas de sus obras maestras del Partenón. De hecho, el Museo de la Acrópolis (el nuevo) tiene un ala entera vacía con la vana esperanza de que los británicos les devuelvan todos los frisos de los tiempos de Pericles y que sigue exhibiendo el British Museum. Treinta años después de la muerte de su ministra de Cultura, Melina Mercuri, los helenos sueltan de vez en cuando una andanada reivindicativa. Los ingleses hacen oídos sordos con el mismo argumento que podría haber soltado Juan Manuel Rey: la compra fue legal. Lo que no lo fue tanto fue el método de extracción de los frisos: rapiña pura y dura que destruyó más de lo que se llevó. Y qué decir del busto de Nefertiti o el Altar de Pérgamo en la Isla de los Museos de Berlín.

Los expertos en arte insisten en que cada caso es distinto. En muchos, sobre todo con el arte religioso, fueron los propios gestores (curas, monjes…) los que, para tapar una techumbre o arreglar un suelo, se veían obligados a desprenderse de parte de sus piezas. En la enorme y desnuda Catedral de Valladolid, falta su reja, vendida por 500 pesetas a Rudolph Random Hearst en 1957 y que hoy se exhibe a la entrada del Museo Metropolitano de Nueva York (MET).

Es el mismo dueño que compró, también en una subasta espurea, la escultura de Santiago el Mayor, de Gil de Siloé. Se la puso en bandeja un mecenas que resultó ser un tahúr artístico que se movió por Burgos hace más de un siglo, con el sintomático título de conde de las Almenas. Los cartujos de Miraflores son dueños de sus silencios. Pero seguro que 'cantarán' de alegría si en el MET oyen su plegaría reivindicativa.