"El feminismo le ha dado sentido a mi vida"

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Estos son algunos de esos hombres y mujeres y esta es (parte de) su historia.

María Ángeles Ruiz dedica su tiempo de jubilada a seguir en el activismo feminista y a aprender a tocar el piano. - Foto: Valdivielso

Uno de los recuerdos más vívidos de su infancia es el aroma de la plaza de abastos que atravesaba todos los días para ir desde su casa, en la calle Sanz Pastor, -entonces se llamaba así el tramo que ahora es la Avenida del Cid y en el que se ubicaba el antiguo parque de bomberos- al colegio de las Teresianas, junto a Correos, donde estudió con beca desde párvulas hasta el PREU. "Siento todavía esos olores, sobre todo el de las morcillas cocidas y el de los pepinillos que de vez en cuando me compraba cuando mi madre me daba algo de propina", recuerda Mª Ángeles Ruiz (Roa, 1952), médica rural ya jubilada, excoordinadora en Burgos de Izquierda Unida y militante en Hypatia y Feministas al Congreso. La niña Mª Ángeles, muy introvertida y a la que le encantaba leer, hacía ese trayecto a diario con el uniforme gris de rayitas verdes que caracterizaba a las alumnas de aquel centro mientras esperaba con ganas que llegaran las vacaciones, que eran sinónimo de libertad y diversión. Todos los veranos de su infancia los pasó en Oteo de Losa porque su padre era allí el secretario del Ayuntamiento -antes lo había sido de Roa, donde ella nació- y el lugar en el que junto con sus hermanas disfrutaba del campo. "Los mejores veranos de mi vida les he pasado en el valle de Losa, estaba todo el día jugando con los perros, con los niños del pueblo, allí no tenía ningún problema para socializar, me subía en el trillo, iba a sacar patatas, me montaba en el carro de la paja... era una gozada".

La familia tenía una estructura peculiar. Ella y sus hermanos vivían con su madre en Burgos y veían al padre solo en vacaciones de verano, en Navidad y en Semana Santa. "Estuvieron separados toda la vida y se repartieron los roles de esta manera para que pudiéramos estudiar. Mi madre era una auténtica ministra de Economía, mi padre se admiraba de cómo, con un sueldo de secretario, nos mantenía a todos, no se explicaba de qué manera lo podía estirar tanto", señala, con una sonrisa. Ella es la pequeña de seis hermanos, uno los cuales, al que no conoció, falleció prematuramente por un quiste hidatídico: "Para mi madre fue un auténtico trauma".

Reconoce que pasó su infancia con muchas dificultades para hacer amigas porque "tenía más vida por dentro que por fuera y me gustaba mucho estar en casa dibujando y jugando sola porque, además, me quedé descolgada de mis hermanos, ya que el anterior a mí me llevaba ocho años" y porque cuando ya fue más mayor no curioseaba, como sus compañeras, las revistas del corazón de la época, que nunca entraron en su casa, y desconocía las idas y venidas del famoseo de entonces, por las que se pirraban las adolescentes: "Todas las niñas hablaban de aquellas estrellas y yo, como no tenía ni idea, ni me resultaba interesante, no decía ni pío. Tampoco salía mucho, yo espabilé en Valladolid".

Tan calladita y lectora era -dice que dos de los libros que más le marcaron, además de la Biblia que leyó varias veces y tenía subrayada, fueron los de José Luis Martín Vigil Una chabola en Bilbao y Un sexo llamado débil donde leyó por primera vez la frase tan controvertida de Simone de Beauvoir 'No se nace mujer, se llega a serlo'- que las Teresianas se ilusionaron con que quizás estaba incubando una vocación. Y la presión de aquellas mujeres fue para tanto que en PREU le dio por pensar que quizás era cierto y aceptó que le enviaran a Londres donde la institución religiosa tenía un centro de estudios. "Dije, 'bueno, si es la voluntad de Dios, qué voy a hacer, no le voy a dar la espalda si me llama' y eso que a mis padres, que eran católicos de la CEDA, no les hizo mucha gracia ni a mi hermano, que era misionero, tampoco". Los planes de las pías señoras para Mª Ángeles eran que allí estudiara inglés y después se trasladara a Miami (Estados Unidos) a hacer una carrera. Salió mal.

Leer el Evangelio me hizo pasar de ser católica a ser cristiana y luego se me fueron cayendo todas las creencias"

En la capital británica estuvo unos cuantos meses -en un edificio espectacular que había pertenecido a la penúltima mujer de Enrique VIII y que fue un regalo del obispo de Londres a la Institución Teresiana- con muchachas de todo el mundo, sobre todo italianas y latinoamericanas, "hijas de la burguesía que iban allí a aprender idiomas y a prepararse para el matrimonio porque solo se concebían dos salidas para las mujeres: casarse o ser religiosas". La experiencia, afirma, fue un poco traumática. No encontró ningún ejemplar del Nuevo Testamento, obra que llegó a saberse de memoria, que le descubriría "la incoherencia de la Iglesia Católica y que una cosa es lo que dice el Evangelio y otra, lo que se hace" y cuya lectura le hizo pasar "de ser católica a ser cristiana": "Todos los libros que tenían eran comentados, no fuera a ser que tú sacaras conclusiones por ti misma, que para eso las Teresianas siempre fueron muy cuidadosas. Todo me parecieron contradicciones y además yo empezaba a sentirme atraída por la Teología de la Liberación, que allí no se veía bien. Para lo único que me sirvió fue para darme cuenta de que ser cristiana no era eso. Luego, más tarde, se me fueron cayendo las creencias".

Así que se marchó y tomó una decisión: estudiaría Medicina (ya lo había pensado antes pero se reafirmó) y la ejercería en Colombia, donde vivía su hermano el misionero, para "ejercer de Robin Hood, cobrando a los ricos en una consulta privada para con ese dinero atender a los pobres, una cosa muy idealista propia de la edad". Valladolid la recibió en 1971 y tardaría diez años en terminar la carrera. "Fue cuando llegué a la facultad que me di cuenta de que vivía en una dictadura, que hasta entonces no había sido consciente. Allí descubrí la vida y salí del cascarón". Eran los años del movimiento antifranquista universitario y de la multiplicidad de partidos de izquierdas. En 1975 comienza su militancia en el PCE y en el Movimiento por la Liberación de las Mujeres (MLM) y hasta ese momento se dedicó "a ir a todas las asambleas a votar por las posturas más radicales que se plantearan; por eso, cuando me enteré de todo lo que pasaba aquí me dije que qué pintaba yo en Colombia tal y como estaban las cosas en España".

Tanto tiempo empleó en el activismo y en descubrir la noche, los vinos del mediodía, las discotecas... que la carrera se iba resintiendo. "La vida política se hacía en los bares, íbamos a dedo a otras ciudades... tardé tanto tiempo en terminar Medicina porque hacía otras muchas cosas y porque me encontraba en una fase de mi vida muy buena y muy rica, con muchas facetas, como la de trabajadora de un taller de encuadernación para no depender de mis padres". La militancia continua en el PCE y posteriormente en Izquierda Unida le duró desde entonces hasta el año pasado, que se dio de baja por el apoyo de este partido a la controvertida Ley Trans: "Intenté por todos los medios no irme, porque sigo queriendo mucho a la gente, pero es una cuestión de coherencia personal, no puedo estar de acuerdo con una política que defiende que hay almas que aterrizan en un cuerpo que no es y que pretenda que admitamos que la especie humana no está sexuada, así que después de darle muchas vueltas y como no se puede ni discutir sobre el asunto, decidí marcharme".

En 1981 termina la carrera y comienza a ejercer como médica en Castrojeriz. Eran unos tiempos en los que había muchísimo paro en el sector, tanto que Mª Ángeles apenas trabajaba dos meses al año. Así que cuando comprobó que de la Medicina no podía vivir montó un restaurante en Santander -el Yerbabuena- con tres amigos y compaginó su gestión con las sustituciones y refuerzos que salían, hasta que, diez años después, consiguió una interinidad, primero en Huerta de Rey y después en Roa donde ha trabajado más tiempo. Esta experiencia le ha hecho ser una espectadora de primera línea de la evolución en ese ámbito. "El deterioro de la sanidad rural no es de ahora, hace muchos años que en la Atención Primaria no se ha invertido lo suficiente", explica Ruiz, que pronto sumaría a sus otras militancias -política, sindical y feminista- la de la Federación de Asociación de Defensa de la Sanidad Pública, que tan crítica fue con el modelo de gestión que se eligió para el HUBU.

Cuando terminé Medicina había mucho paro. Solo trabajaba dos meses al año"

La coordinación de Izquierda Unida le llegó en los primeros años dos mil pero no porque aspirara a ella sino "porque no había nadie que quisiera asumirla". Reconoce que en aquellos años la formación "ya estaba de capa caída porque la traición de Nueva Izquierda fue tremenda y muy parecida a lo que Laura y Roberto Domínguez, que eran dirigentes de IU, hicieron luego pasándose a Podemos".

Cree que el desnorte que vive la izquierda, tan ultradividida en la actualidad, tiene que ver con que "ha abandonado el sujeto político, se ha amoldado al sistema capitalista y ya no es capaz de ofrecer una alternativa a la gran mayoría de la gente, que es clase trabajadora; se les han agotado las ideas y lo han sustituido por hacer políticas identitarias, habría que regenerar bastante, detenerse y ver si somos capaces de generar una ilusión colectiva para cambiar la historia, que yo creo que sí que se puede".

Cofundadora de la asociación Hypatia, el feminismo ha sido la constante en su vida que nunca ha abandonado: "No lo digo porque me parece que suena muy rimbombante pero creo que le ha dado sentido a mi vida y sé que hay que tener muy claro lo que es feminismo y lo que no. En este sentido, soy muy cuidadosa y no digo que una mujer no es feminista, porque yo me he pillado a mí misma defendiendo la regularización de la prostitución y no soy quién para decir que quien lo defiende no es feminista. Lo que digo es que esa postura no lo es".

Cree que desde 2018, cuando las calles se llenaron de mujeres, se ha creado una burbuja que tiene que explotar, "como la inmobiliaria": "Es necesario que haya un proceso de clarificación y que el feminismo recupere lo que es legítimamente su movimiento". ¿Y cómo ve que por primera vez en la historia este movimiento pida insistentemente la dimisión de la ministra de Igualdad? "No entiendo a Irene Montero ni lo que hace Unidas Podemos ni el PSOE... y lo van a pagar porque una vez más nos han vendido a las mujeres y que no vengan después hablando del voto útil o de que viene la derecha. Porque vendrá y cada uno tendrá una responsabilidad. Vendrá la derecha ¿y qué? Pues habrá que seguir luchando".