"Cuando algo te gusta de verdad quieres tu propio proyecto"

J. ORTEGA
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Miranda tras la barra (VIII) | La Marimorena (calle Dos de Mayo) es, además del resultado final de toda una vida -la de Alfredo Selas- dedicada a la hostelería, un lugar para jóvenes y mayores

Alfredo demuestra en La Marimorena que la experiencia es más importante que la edad a la hora de gestionar cualquier negocio. - Foto: Patricia

La experiencia es un grado y no se mide por la edad. Alfredo Selas es un joven hostelero mirandés que, con 25 años, decidió embarcarse en la aventura de tener su propio bar: La Marimorena.

En el momento en el que tomó la decisión de abrir un bar, la edad fue el elemento que más sorprendió a todos sus conocidos: "La gente me decía que dónde iba con 25 años, que esto no era algo fácil, pero eso yo ya lo sabía". La edad nunca fue un limitante para Alfredo, quien siendo uno de los propietario de bar "más jóvenes de Miranda", cuenta con sobrada experiencia para poder gestionar su negocio: "He tocado otros palos pero siempre he acabado en lo mismo y es algo que llevo realizando toda la vida", declara el propietario de La Marimorena.

Esta experiencia previa y el hecho de "conocer bien las pautas a dar" es lo que facilitó su adaptación al convertirse en propietario y gestor: "Para mí no es algo demasiado complicado, aunque es un trabajo que hay que realizar cada día, no es como la gente piensa que es. Al final lo importante es organizarte y tener muy claro qué quieres hacer y cómo lo quieres hacer"

La idea de montar su propio establecimiento siempre rondó por la cabeza de Alfredo: "Cuando llevas toda la vida metido en algo y además te gusta acabas queriendo desarrollar tu propio proyecto, a tu manera", afirma el propietario de la Marimorena. Esto lo demuestra una libreta en la que, desde hace varios años, apuntaba todas las ideas que le surgía para su futuro negocio. Precisamente de ese cajón desastre es de donde surgió el nombre de su bar: "Yo siempre he tenido una lista porque tenía claro que acabaría teniendo un bar y el nombre de La Marimorena lo descubrí en Oviedo, durante una boda con mis colegas. Me lo apunté y al final acabé eligiéndolo por encima de las más de 20 opciones que tenía en la lista", confiesa Alfredo. A día de hoy esta libreta sigue acumulando ideas de cara al futuro de su establecimiento.

Pese a que este proyecto siempre estuvo presente en su mente, la decisión definitiva no llegaría hasta después de un periodo de reflexión "de 6 meses" algo forzado por las circunstancias: "Cuando me operaron de la mano estuve un tiempo ingresado y pensé que esa era mi oportunidad. Encontré esto y me lancé, porque al final era lo que quería".

Fue la posibilidad de poder llevar a cabo sus ideas lo que le convenció definitivamente para adquirir un local en propiedad: "Yo quería poder plasmar todos los proyectos que tenía en mente, sin tener que depender de la aprobación de nadie. Esa libertad es de las cosas que más valoro", explica.

Si hay algo que diferencia a la hostelería del resto de negocios es el trato cercano con el cliente, una función de "casi psicólogos" que complemente a la caña o al vino de quien se acerque al establecimiento: "Tienes que saber entender a la gente y no todo el mundo está preparado para ello. Aquí, aunque no estés de humor para escuchar a nadie, tienes que ser la persona en la que el cliente encuentre confianza, es parte de este trabajo y algo que intento inculcar a la gente que trabaja conmigo", comenta Alfredo.

Tras 3 años de rodaje en La Marimorena, surge la necesidad de crecer. Alfredo se encuentra actualmente inmerso en un proyecto de expansión del local, mediante el cual unirá el local contiguo al suyo: "Estoy a espera de la licencia, pero para febrero o marzo lo podríamos tener acabado", asegura. Así, cualquiera que pase por el negocio de este joven empresario podrá encontrar "un sitio para todos".