Chapuzones con ritmos vascos

ROBERTO E. MAESTRO
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Un verano en chanclas (2) | La llegada de vecinos de Bilbao, Vitoria y San Sebastián anima el verano de Poza de la Sal, con las piscinas como epicentro del día a día

Regresan los chapuzones con la llegada del verano y el euskera se vuelve a escuchar en la piscina de Poza de la Sal. - Foto: Luis López Araico

Regresan los chapuzones con la llegada del verano y el euskera se vuelve a escuchar en la piscina de Poza de la Sal. Desde el mismo Bilbao, de San Sebastián, de Durango, de Vitoria... todos a pasar el verano al pueblo, que dicen que es donde mejor se vive esta época del año. Están quienes acuden con frecuencia a lo largo del año al tener familia y también aquellos que solo pisan la villa salinera cuando el frío burgalés deja paso al calor. Sin embargo, no hay debate en que como aquí no se disfruta en ningún otro lado.

Las piscinas se erigen precisamente como el epicentro del día a día y, además, este año han estrenado bar. Jon Medina se encarga de gestionarlo junto a otros dos amigos. En realidad trabaja como profesor -en Durango el último curso- y ha decidido aprovechar su verano para sacarse un 'extra' detrás de la barra. Este joven de 26 años reconoce que vivirá un verano muy diferente y espera disfrutar por el buen ambiente que hay entre los chavales de Poza y de pueblos próximos como Lences. En la terraza no falta gente, ya sea para tomar un cachi o probar sus bocadillos a ritmo de El Canto del Loco.
Irati del Pozo, de 27 años, llega de San Sebastián y el verano lo pasa en Hermosilla. Será la socorrista junto con otra chica de Padrones de Bureba, aunque ya ocupó este  puesto en Poza hace cinco años.

«En julio suele haber menos gente, pero en agosto está petado», explica. Eso sí, le extrañó que los primeros días que abrieron este año acudió muchísima gente por las «ganas que había» y además considera que notará en gran medida el hecho de recuperar la normalidad total a diferencia de los dos últimos veranos. «Estás en el pueblo, al aire libre, con piscinas nuevas... no se puede pedir más», dice.

Entre saltos al agua, carreras y bromas pasan el día los pequeños Pablo, Aritz, Eneko y Asier. «Nuestro pueblo es el mejor», afirman. Mientras,  Gorka y Maite aseguran que se está genial, puesto que los niños se pueden quedar con los abuelos con una libertad que no encuentran en las grandes ciudades, como en su caso Bilbao. Más allá de la piscina, cuentan con todos los servicios y eso evita preocupaciones. «Tenemos súper, carnicería, bares, farmacia», comenta Jone Sinovas, que dice que «cada vez va a más». Se muestra «muy contenta» al convertirse en el lugar de encuentro de toda la familia. Eso sí, como apostilla Raquel Algilaga, en invierno es más difícil quedarse.

Pero no solo desde el País Vasco llega la gente a Poza. Loli Ruiz vive en Barcelona, pero reconoce que de junio a octubre del pueblo no la mueve nadie. «Esto es tranquilidad absoluta», comenta. Sobre su rutina, se levanta a las ocho, se hace unos diez kilómetros andando, arregla la casa y se baja a la piscina, toma el vermú y se marcha a comer. Por la tarde, otra vez a la piscina. ¡Y que no falte un buen libro para leer! Para acabar el día, unas risas en la plaza con las amigas. Nada del otro mundo, pero lo suficiente para otro verano inolvidable.