El aplauso no se marchita

ALMUDENA SANZ
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Carolina Carmona, Cristian Blanxer y Víctor García 'Repo' aúnan sus talentos en 'Inmarcesible', un imponente mural en una pared de 8x30 metros, el cuarto en el barrio de Río Vena. Se busca zona para iniciar una nueva serie

‘Inmarcesible’ ya luce concluido en el 4 de la plaza Antonio José. - Foto: Patricia González

Que no se puede marchitar. La Real Academia Española ofrece esta definición de inmarcesible. Y esta palabra da título al nuevo mural que se sube por las paredes del barrio de Río Vena y completa la serie alentada por el Certamen Internacional de Coreografía Burgos-Nueva York. Inmarcesible es el aplauso del público cuando termina la función, la pasión que lleva al bailarín hasta el escenario, el descanso del artista tras el espectáculo, el amor por la danza. Carolina Carmona K-Lina, Cristian Blanxer y Víctor García Repo encienden los focos sobre eso que no se puede marchitar en un lienzo de 8x30 metros en la plaza Antonio José.

La imponente pintura, envuelta de una gama cromática en rosa, como el tutú o las zapatillas de punta de las bailarinas de clásico, muestra ese instante en el que el artista recoge emocionado las flores lanzadas por un espectador como agradecimiento. Un ramillete de lirios, pies en posición de descanso, cinta de la zapatilla desanudada, manos relajadas.

Algunos vecinos se han ido maravillando al tiempo que pasaban los días. Carmen, una señora «entrada en años, que no en carnes», suelta con guasa, reconoce que estos días ha pasado por allí aunque no tuviera necesidad. «Ha sido impresionante cómo ha ido cogiendo tono. Han trabajado a destajo. ¡Menudo arte!», soltaba ayer a media mañana mientras arrastraba el carro de la compra rumbo al súper. «Vaya bonito, vaya bonito», decía otra señora sin detenerse y con pinta de tener el mismo destino.

Los había también que volaban sobre el asfalto. Sin tiempo a mirar a los lados ni al cielo.

De sol a sol, y con momentos de mucha calorina, han trabajado sobre la grúa los tres artistas. Compartían proyecto por primera vez. Una vez consensuado el concepto, perfilado el boceto y seleccionado de entre los presentados, comenzó el baile. Sin descanso. Desde el pasado lunes hasta ayer, no dieron tregua ni al rodillo ni a la brocha. Sube y baja de la plataforma. Vista de lejos, vista de cerca; un poco más de rosa aquí, un apunte allá.

«En este mural la danza aparece relatada de forma poética, con la presencia de esas flores, pero de manera que ellas mismas parecen bailar en un equilibrio haciéndolas a su vez emerger del propio cuerpo y convertirse en ese instante de fragilidad, fuerza y belleza», trazan los creadores sobre esta pintura y prosiguen: «El cuerpo en ligera tensión arropa el ramo en una pausa contenida, sus pies reflejan las posibilidades del baile, de la desnudez de la danza contemporánea a la sutileza de las puntas en el ballet clásico. Mientras sus manos dibujan el gesto de esa pausa que se rinde al instante del aplauso, silencioso, pero eterno, que formará parte de su memoria».

A esa eternidad, a merced del tiempo, queda ya Inmarcesible, en el olimpo donde ya habitan las propuestas de Dan Ferrer (2018), Bosoletti (2019) y Agus Rúcula (2020), realizadas al paso del Burgos-Nueva York en apenas una manzana.  

Alerta el director del certamen, Alberto Estébanez, de que se ha quedado sin muros en esta zona y apremia para la búsqueda de una nueva que se preste a acoger una serie que dé continuidad al Street Art dancístico. Regue Mateos, mitad de StARter Proyectos Culturales, colectivo que comisaría esta sección, tira de optimismo y se deja de lamentos. Ve posibilidades, con un renovado concepto, a otras fachadas de este mismo barrio, rendido, definitivamente, al arte.