A pesar de que la estadística sobre criminalidad revela que la delincuencia está en aumento en la provincia burgalesa, lo cierto es que, tal como señalan muchos policías y guardias civiles que han pasado por otros destinos, «Burgos es una balsa de aceite» en comparación con otros territorios de España. Los datos avalan esta afirmación, pero también las experiencias de profesionales destinados en Burgos que durante temporadas prestan sus servicios en otros lugares. Es el caso del policía nacional David Alaiz, quien en una década en la capital burgalesa nunca ha tenido que intervenir fuera de servicio en ningún altercado. Pero en cuatro meses en Madrid -está en comisión de servicios- se ha enfrentado a dos delincuentes fuera de la jornada laboral, lo que da una idea de que «la marcha» está en la capital de España.

El primero de los episodios en los que actuó se produjo el 4 de diciembre pasado en la Puerta del Sol. Se hallaba tomando algo en un bar cuando un camarero gritó que acababan de robar la cartera y el móvil a una pareja. David levantó la cabeza y vio la escena: un hombre y una mujer jóvenes perseguían a un sujeto -después supo que era húngaro- que corría en dirección a una parada de taxis. Logró subirse a uno de ellos, pero antes de que el conductor arrancara el agente de la Policía Nacional alcanzó el automóvil, se identificó como agente y trató de sacar al ratero por la fuerza.

«No fue nada fácil, porque se agarraba a las puertas y al asiento», recuerda. Pero finalmente lo agarró del cuello y lo redujo de una patada, pues era bastante «violento».  En el forcejeo al ladrón se le cayeron el móvil y la cartera que acababa de sustraer, por lo que poca defensa tendrá en el juicio -suspendido una vez- que se celebrará contra él. Tras 15 años como policía nacional ha intervenido en numerosos altercados y arrestos, pero nunca fuera de servicio. Esa era la primera vez, pero no iba a ser la última. El 28 de marzo de este año fue la segunda.

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