Ignacio Camarero

Dibujos de Ciudad

Ignacio Camarero


En defensa propia...

05/02/2022

El señor Ibáñez, don Ángel, último consejero de la Presidencia, gamonínido, y candidato número uno a las Cortes por nuestra provincia, ha subestimado a los burgaleses. «No prometo la Facultad de Medicina» - ha dicho- «pero sí abrir el debate». Algo así como encontrarse en un restaurante en el que el propietario no nos promete dar de cenar, pero, sí, preguntarnos cómo nos gusta el chuletón. En Madrid, a la vez, el señor Sánchez, don Pedro, sin vergüenza, ha puesto una única condición para aprobar una paga extra a los pensionistas: la obligatoriedad de las mascarillas. Algo parecido a que su panadero, o el mío, nos obligase a comprar una docena de pasteles cada vez que pedimos una barra. También esta semana, el señor Igea, don Francisco, ha defendido lo que él llama el valor de la palabra de su partido. La misma formación que, en Burgos, gracias al verbo flexible de los que los mentideros ya llaman suricatos mandarinas, cogobierna, donde a favor, donde en contra de aquellos a los que, recién electos, dieron palabra de apoyar. Populares, socialistas, ciudadanenses, lo cierto es que del debate a tres del lunes sólo salió ganando quien no lo vio. Y que las vísperas de San Valentín habremos de volver a hacerlo. Me refiero a reflexionar el sábado doce, para el domingo trece volvernos a flexionar, quién sabe si antes o después de bajarnos los pantalones. Porque los candidatos de Vox, Podemos, o Barrio de la Ventilla Ya, los excluidos en televisión por una ley tan mamagüevo como las bolivarianas de Venezuela, parecen tener en la sesera tanta inteligencia acumulada, y tan pendiente de estrenar, como la que en esta campaña sigue sin gastar el señor Fernández Mañueco, don Alfonso, el señor Tudanca, don Luis, y el señor Igea, don Francisco. Y es que, no sé a ustedes, pero a mí, con la democracia castellano leonesa, parafarmacia paraparlamentaria de la de Madrid, me pasa lo mismo que con el tabaco y los riñones de cordero. Gustarme, claro, me gustan, pero me engordan la sangre, y me conviene ayunar. He elegido cortesanos para Valladolid diez veces en las urnas. Y algo he aprendido. Votar a un tuerto es enfermizo. Te hace ciudadano de una Comunidad de ciegos. Pero tiene remedio. Practiquen la abstención...