Al borde de un desastre nuclear

P.C.P. / Villaquirán
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El cura amenaza con no volver a dar misa, no pueden tomar el vermú desde septiembre y están sin cobertura. ¿Cuánto tiempo aguantarán en Villaquirán de la Puebla?

Los vecinos esperan encontrar pronto alguien que llene sus copas. - Foto: Jesús J. Matías

Espera, le dicen al fotógrafo, que falta Paco. «¿Y Paco?, qué raro», dice el uno. «¿Dónde está Paco?», repite el otro. Y al final de esta cadena, la alcaldesa de Villaquirán de la Puebla se arremanga y va a buscar a Paco. Vuelve un par de minutos más tarde. Sola. Y preocupada. «Que le he tocado a la puerta y en la ventana y no me responde», apunta Miriam, un poco acongojada. «Se habrá quedado dormido y como está un poco sordo...», le responde otro vecino. Y vuelta a la casa de Paco, hasta que consiguen arrancarle de los brazos de Morfeo y estropearle una placentera siesta porque «están esperando los del Diario». Que también son ganas de fastidiar a las cuatro y media de la tarde. Pero mire, usted, si no la luz, se va pronto y no hay foto. 

Y Paco da por bueno el sobresaltado despertar y se acicala para posar con buena cara. Todo sea porque reabran el bar. De qué otra manera si no le van a echar de en falta, a él o a otro vecino de Villlaquirán de la Puebla, si pasa un día o dos y no acuden a tomar el vino o el café. Porque además de lugar de reunión y de red social, el bar se configura como el 112. Si un parroquiano no acude puntual a su cita se activan todas las alarmas.

Y en esta localidad cercana a Castrojeriz están a punto del desastre nuclear. Porque desde septiembre no tienen hostelero y el cura ha amenazado con no volver si no se juntan más de tres personas para la misa de los domingos, que algunas semanas se celebra a las 10 de la mañana y otras a las 2 de la tarde.«Luego nos quejamos», advierte María Jesús, que era una de las 4 feligresas que sí estaba en el templo de Villaquirán el día que el sacerdote dejó caer la bomba. «Antes había más y se turnaba pero ahora tiene que atender a 9 pueblos», recalca.

Ya están todos para la foto. El interior del local se encuentra bien templado, pese a llevar meses cerrado. «Le da el sol todo el día», se apresuran a contestar, como si tratasen de vender un piso. Realmente tiene un aspecto inmejorable, la vajilla reluciente, las paredes con la pintura intacta, unas modernas bombillas sobre la barra, unas baldosas muy cucas. En cualquier caso, la calefacción no sería un inconveniente, porque el pueblo se hace cargo de todos los recibos, no cobra renta «y si hay que ayudarles a empezar...», deja caer Miriam Delgado.

Pese a los miles de seguidores que esta alcaldesa y joven agricultora y ganadera tiene en sus redes sociales, no ha conseguido aún encontrar relevo tras la barra. En unos meses, quedará disponible también la vivienda, con una renta muy asequible, e incluso «se pueden negociar los horarios» y se conformarían con tener servicio todo el día de jueves a domingo y algunas horas otros días de la semana. «Así, una pareja lo podría combinar con otro trabajo», afirma Delgado, que espera que algún destelló de esperanza llegue pronto en forma de correo electrónico (villaquirandelapuebla@diputaciondeburgos.net).

Porque para remate de su desesperación están sin cobertura y en ninguna ventanilla les dan otra solución que esperar a que alguna compañía ponga sus ojos en ellos y la cabina telefónica languidece con las tripas al aire en una esquina de la plaza que debía ocupar la terraza del Bar La Puebla. 

Marisa confiesa que desde que cerraron el bar llegan los fines de semana con el coche y se van, sin salir prácticamente de casa. «No ves a nadie», se queja. Si quieren socializarse tienen que «gastar gasolina» y marchar hasta Castrojeriz o a Los Balbases, los dos pueblos más cercanos con algún establecimiento operativo. A José Antonio se le alegraba el ojillo cuando venía del campo. «Gusta pasar con el tractor y ver ambiente. Es otra cosa», subraya.

Y aunque las partidas se perdieron con la pandemia, «falló un jugador», no se resignan a su suerte.

ARCHIVADO EN: Castrojeriz