Tras cierto suspense teatrero, Raquel González ha decidido intentar reengancharse en un cuarto mandato a la alcaldía arandina como cabeza de lista del PP para las elecciones locales de mayo próximo; aunque el partido la había advertido para que tuviera en cuenta su desgaste personal / municipal, ha obrado con resiliencia; y se apunta al reto -otra vez- por responsabilidad, con amparo político seguro y a petición de muchos ciudadanos que aplauden su gestión.

Como si no hubiera dicho, tras su primera elección en 2011 (entrevista DB, 1-2-14): 'he vivido al margen de la política y no la necesito…; volveré a ejercer como abogada'; de lo que se olvidó al repetir suerte en los comicios de 2015 y 2019, contrarrestando las sucesivas pérdidas de votos con el apoyo de grupos allegados, como Cs y Vox, los últimos. Se nota que ha priorizado el conseguir la alcaldía, con la consiguiente dedicación exclusiva y asegurándose un buen salario (es su derecho…).

Ha presumido recientemente de haber sido años de mucho esfuerzo y trabajo, pero que han merecido la pena 'por la gran transformación de Aranda'. Afirmación muy subjetiva y contraria al sentir de otros muchos vecinos cansados del abandono secular de nuestra Villa. Y que –al día de hoy- se traduce en: seguir sin FFCC ni autovía A11; sin nuevo Hospital, desvío este-sur, ronda interior, nuevo PGOU, piscina cubierta; albergue juvenil y museos cerrados; obras mal gestionadas (Av. Castilla y Portugal, San Francisco, Comisaría Policía Local…, y –seguido-- Jardines y Puente Bigar); los barrios desatendidos (aceras, asfaltado de viales, señales borradas, parques, limpieza, mantenimiento, mobiliario, pintadas…); amén de mayúsculos marrones judiciales, como el del coso taurino; o –por el manifiesto desgobierno- los eternos problemas de personal; o el fiasco europeo del vino… (no cabe más).

PD.-Como pinta mal el 28M para Aranda, se exigen cambios; y con savia nueva.