Los peques inundan la batalla del agua

S.F.L.
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Muchos briviescanos pusieron el punto y final a las fiestas empapados y con una merienda popular, la subida de blusas y una traca final

Los peques inundan la batalla del agua - Foto: S.F.L.

Las ligeras rachas de viento 'norte' que soplaban ayer por la mañana en Briviesca no impidió que los más pequeños de la casa se enfundaran todo tipo de originales indumentarias para protegerse del agua. Y no del que amenazaba con caer del cielo (que finalmente no fastidió el acto infantil) sino del que saldría disparado desde las pistolas, globos y cubos con motivo de la celebración del VI desfile y la posterior batalla.  

Las calles vacías de la ciudad a primera hora de la jornada demostraban que la noche anterior no había defraudado a nadie. Todavía podían verse trasnochadores intentando alargar los últimos momentos de fiesta mientras desayunaban un pincho de tortilla y a los empleados municipales trabajando para dejar el casco histórico como 'los chorros del oro'. Poco a poco, unos cuantos valientes comenzaron a dejarse ver en la plaza Santa María, la gran mayoría de ellos menores de edad, algunos ya con el armamento preparado y otros 'llenando de metralla' sus juguetes en la fuente. No obstante, otros tantos adultos quisieron participar en el pasacalles, amenizado por la charanga Los Duendes, y acompañaron a los más pequeños por la calle Mayor, pasando por Justo Cantón Salazar hasta el colegio Juan Abascal. 

Una pequeña marea humana empapada bailoteaba por el recorrido marcado mientras mojaban a los vecinos que hacían sus recados ignorando lo que les acabaría por pasar. «¡Agua, agua, agua!», gritaban bajo las ventanas de los balcones en los que los residentes de las viviendas se asomaban. «¿Queréis mojaos?», respondía una vecina. «Pues aquí tenéis», gritaba mientras lanzaba un caldero tras otro. 

Algunos de los padres y madres, conscientes de que los 18 grados que marcaban los termómetros cuando algún rayo de sol osaba a traspasar las densas nubes, añadían capas y capas de ropa a sus hijos. Ya en el recinto del centro educativo podían verse atuendos de todo tipo: capas impermeables de Terra Mítica, trajes de neopreno, bañadores, garrafas de cinco litros colgadas en la espalda unidas mediante un tubo a las pistolas… todo resultaba insuficiente para mojar y no ser empapado. Además, para aquellos que no disponían de 'balas' suficientes, en el recinto depositaron varios contenedores repletos de agua para rellenar sus artilugios.

En el acto se apuntaron también menores que se enteraron de lo que acontecía en el mismo momento, por lo que echaron una carrera para comprar sus juguetes lanzadores en los puestecillos colocados en la plaza Mayor y en otras tiendas de la ciudad. Tras más de una hora batallando en un combate sin perdedores, solo con ganadores, los participantes se marcharon a casa contentos con los vivido pero tiritando de frío.

En la última jornada de Nuestra Señora y San Roque también se celebró una merienda popular en la que se degustaron unas 2.500 raciones de carne de novillo guisada, la gran gala de la canción del verano, el entierro de San Roquín, la subida de blusas y la traca final.