Un oasis de paz en el corazón del Camino de Santiago

I.P.
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Después de 14 meses de obras, el 1 de septiembre abre un nuevo alojamiento turístico en Castrojeriz, tras la rehabilitación de una casona de caza. Se han creado 7 puestos de trabajo

Vista de parte del jardín y huerto y del hotel, donde se puede ver la edificación nueva, al fondo a la derecha, de una altura menor que la parte de la casona ya existente. - Foto: Patricia González

Con una inversión millonaria -que no quieren desvelar-, 14 meses de obras y la creación de 7 puestos de trabajo, la Quinta San Francisco está lista para abrir sus puertas el miércoles 1 de septiembre, aumentando así la oferta hotelera de calidad de Castrojeriz, tanto para los peregrinos como para turistas en general. El nuevo hotel rural cuenta con 21 habitaciones, 17 dobles y 4 individuales, se autoabastece de electricidad gracias a su propia instalación fotovoltaica y ofrece un concepto diferente y novedoso para hacer la estancia de los usuarios lo más cómoda posible, pensado sobre todo para los muchos peregrinos que pasan por la villa después de horas arrastrando sus pies por el universal Camino y que buscan un lugar íntimo, sin lujos pero con confort. 

Enclavado en una parcela de 1,5 hectáreas en lo que fue un antiguo convento del siglo XIV, el núcleo central del proyecto, es decir, el alojamiento rural, ocupa el edificio de una antigua casona de caza familiar donde se ubican el grueso de las habitaciones con sus baños, recepción, sala de estar-comedor y una tienda gourmet para que los usuarios pueda disponer de alimentos a su gusto, pensando sobre todo en ofrecer ese servicio al mediodía. Desayuno tipo bufet y menú a la hora de la cena completan el servicio de restauración que se ofrece a los usuarios.

Esta edificación principal ocupa 856 metros cuadrados y se ha visto ampliada con una de nueva edificación colindante de 408 metros cuadrados, en la que se ubica el restaurante denominada ‘La Bodega’ y el espacio wellness, con salas de masaje, camas calientes, baño turco o ducha escocesa, todo ello con vistas a través de una gran cristalera a la terraza exterior, la zona ajardinada y de huerta, y con el objetivo de mimar a los clientes. 

La gran luminosidad y la apuesta por el blanco y el minimalismo en todos los espacios del alojamiento es otra de las características de la instalación, en la que los materiales nobles como la madera se han conservado, restaurando las piezas o elementos que estaba en peor estado, de tal manera que del lugar emana una tranquilidad y sosiego que ha sido buscado específicamente como su seña de identidad por el grupo vasco inversor, que puso en manos de Gaztelu Arquitectos el diseño de este alojamiento a los pies del castillo de la villa, y que aúna la arquitectura clásica con el diseño moderno. 

Leandro Aguirretxe, director del hotel, reconoce que es un riesgo el que la sociedad inversora ha asumido con este proyecto, pero al mismo tiempo los socios están muy ilusionados y consideran que Castrojeriz es un lugar estratégico para este tipo de proyectos vinculados al Camino de Santiago, y más aún por el hecho de poner en valor un edificio singular en un entorno privilegiado. No se descarta en una próxima fase ampliar los servicios, con más habitaciones y otras salas para ponerlas a disposición de grupos, eventos de empresa y reuniones corporativas, pero aún no hay nada decidido al respecto, a la espera de ver como funciona éste «en tiempos tan difíciles por la covid», matiza el director.

Por otra parte, Aguirretxe destaca que se han creado 7 puestos de trabajo, todos ellos vinculados a la localidad, una política que «ayuda a paliar la despoblación rural y a reactivar el turismo».

El hotel Quinta San Francisco no sería lo mismo si no estuviera ubicado en el interior de lo que fue un convento del siglo XIV. Si la zona construido ocupa casi 1.300 metros cuadrados, el resto es un oasis de vegetación, ya que se ha rehabilitado una gran zona de jardines con distintas especies de plantas aromática y arbolado, y donde se ha aprovechado para construir un aljibe, que al mismo tiempo proporciona el agua para el riego automático de la vegetación, una fuente de agua rebosante junto a una amplia zona de terraza, y un pediluvio para que los peregrinos puedan remojar y descansar sus pies cuando llegan al alojamiento.

La inmensa zona ajardinada, salpicada de algunas mesas y sillas para que los usuarios disfruten de un aperitivo, lectura o charla, se completa con la zona del huerto, donde predominan los frutales habituales de la localidad, manzanos, perales, ciruelos, cerezos... que han perdurado con el paso de los siglos. En un extremo, discurre el cauce del arroyo Garbanzuelo que también se prevé poner en valor adecuando un paseo por su ribera para que los huéspedes caminen en medio de ese singular vergel.