Inés Praga

Esta boca es mía

Inés Praga


Fútbol femenino

29/07/2022

Crecí de la mano de un padre maravilloso que me llevaba a todas partes y que sentía auténtica pasión por el equipo local de fútbol, un modesto club asturiano. Así que en mi infancia me resultaban muy familiares los ambientes y rituales de este deporte que, como el anuncio del Coñac Soberano, era cosa de hombres. Mientras fui una niña correteé durante partidos y entrenamientos hasta que, de forma natural, fui excluída de ese mundo. Sencillamente, el fútbol no era para las mujeres, ni siquiera como espectadoras. La afición, los jugadores, los comentaristas, todo era un reducto masculino donde la testosterona dictaba los comportamientos y los comentarios. Tal era la segregación que, en una familia como la mía, donde siempre se predicó y se practicó la igualdad, las mujeres quedamos automáticamente fuera del círculo futbolístico. 

La educación española separó durante décadas a niños y niñas en las aulas con una rígida frontera que se prolongó en los espacios y los juegos de la infancia. Los chavales dando patadas a un balón y las niñas jugando con las muñecas eran una imagen que ilustra como pocas la desigualdad de roles. Por ello, hoy debemos celebrar con alborozo la presencia del fútbol femenino y el reconocimiento de su gran profesionalidad. Porque no se trata solo de incorporar mujeres a jugar al fútbol, sino de seguir eliminando esos prejuicios que tanta toxicidad han vertido en nuestra sociedad. El camino ha sido largo: ya en 1894 se creó en Glasgow el British Ladies Football Club, y en Barcelona el Spanish Girl´s Club en 1914, pero fue el comienzo de una larguísima carrera de prohibiciones y obstáculos. Solo recientemente hemos visto por fin a este deporte llenar estadios, cosechar triunfos y vencer una clara discriminación, aunque aún queden retos pendientes. 

La igualdad de género es un logro que se va conquistando poco a poco y no solo a golpe de leyes. Cada avance derriba una barrera, y sin duda el fútbol femenino fomentará los juegos comunes en los patios de las escuelas, equilibrará el perfil y la conducta de los hinchas y reforzará el respeto entre hombres y mujeres. La idea de que una mujer pueda ser entrenadora de un equipo masculino es algo que hace poco nos haría santiguarnos. Y quizá hoy más de uno/una todavía se santigüe. 

Chicas, habéis metido un golazo en la portería del machismo. ¡Larga vida al fútbol femenino!