Un Ejecutivo sin ataduras

M.C. Sánchez (SPC)
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El histórico resultado del PP en los comicios del pasado domingo desmonta el escenario de pactos que dibujaban los sondeos y le permite tener un Gabinete libre de dependencias

Un Ejecutivo sin ataduras - Foto: Raúl Caro

Juanma Moreno no se cansó durante toda la campaña hacia el 19-J de pedir una mayoría absoluta que le permitiera gobernar «sin las manos atadas». El resto de fuerzas rivales en su carrera hacia la reelección tampoco paró de repetirle que no le quedaría otra opción que conformar un Ejecutivo de coalición. Las encuestas también apuntaban en esta dirección, dibujando un escenario que le abocaba a llegar a un acuerdo con Vox. Sin embargo, las urnas hicieron aflorar un discurso distinto: no tendría que pactar con nadie y podría liderar un Gabinete libre de dependencias.

La mayoría absoluta conseguida por el PP en Andalucía le evita tener que reeditar un acuerdo autonómico con los derechistas como ya ocurrió en Castilla y León. Algo que los de Santiago Abascal daban por hecho, insistiendo como hicieron en sus demandas al popular de que aclarara con quién tenía intención de pactar el día después de los comicios.

Estaban tan seguros de ello que, incluso, en el segundo debate a seis televisivo, la candidata de Vox, Macarena Olona, le espetó a Moreno que no pensaba facilitar su investidura a menos que su partido formara parte del Gobierno. 

Desde Génova, esa afirmación se tachó de «chantaje», y lanzaron una advertencia: esa afirmación, cargada a su juicio de «soberbia», les pasaría factura en las urnas.

Lo cierto es que el 19-J el PP logró contener al pronosticado despegue de los derechistas en el Parlamento andaluz con un discurso basado en la contención y las llamadas a la centralidad».

Y lo hizo en unas elecciones en las que la formación de Abascal contó con la presencia de su líder en varios actos de campaña, para reforzar su apuesta por una Olona poco conocida en Andalucía a pesar de su peso en Madrid.

El 19-J, Vox solo logró finalmente dos escaños más de los obtenidos en 2018, es decir 14. Esta representación equivale al 12,8 por ciento de los 109 diputados que componen la Cámara. Un resultado que permite a los de Alberto Núñez Feijóo ganar tiempo y no tener que depender de los derechistas, en una especie de vuelta a los orígenes mayoritarios que dejó en Galicia.

La victoria contundente de Moreno, tras su llamada a aglutinar los votos de centro, también tuvo consecuencias, en este caso devastadoras, para Ciudadanos. La formación naranja no obtuvo ningún representante en los comicios y su candidato, Juan Marín, ha dejado todos sus cargos.

Después de cuatro años como vicepresidente de la Junta, trabajando mano a mano con el PP, y una campaña en la que nunca se mostró beligerante con sus todavía socios conservadores, Marín vio como el 19-J se le escapaba de la manos su esperanza de reeditar la coalición de Gobierno con el PP.

Además, la debacle en las urnas andaluzas ha abierto un proceso interno en Cs cuyo desenlace aún está por determinar, después de su líder nacional, Inés Arrimadas, reconociera esta semana que la marca naranja está desgastada y debe afrontar una profunda renovación que podría llevar el proyecto político hasta a cambiar de nombre y de siglas.

El precio de la desunión

La otra victoria de Moreno en las elecciones andaluzas, más allá de la derrota sobre el PSOE y la contención del alza de Vox, fue el castigo a los partidos situados más a la izquierda de los socialistas. 

La falta de acuerdo para configurar un proyecto conjunto entre Adelante Andalucía y Por Andalucía, fuerzas lideradas por Teresa Rodríguez e Inmaculada Nieto respectivamente, terminó por no convencer a sus seguidores, los dividió y les hizo perder votos, aportándoles en conjunto solo siete escaños en el Parlamento. 

Este revés tiene, también una lectura nacional, para los populares: la vuelta del bipartidismo se acerca, con el consiguiente ocaso de los grupos minoritarios.