¿Y quién es ella?

M. Estévez Torreblanca (EFE)
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'Una sola mujer' recorre 100 imágenes en las que la presencia femenina es testimonial. Algunas eran pioneras como Marie Curie, pero otras fueron tomadas como «mascotas»

¿Y quién es ella? - Foto: Nina Leen/The LIFE Picture Colle

Los retratos históricos de políticos, estudiantes o artistas suelen estar protagonizados por grupos de hombres circunspectos entre quienes, a veces, llama la atención una presencia femenina inesperada. ¿Quiénes son ellas y qué hacen allí? Se pregunta Immy Humes en el libro Una sola mujer (Phaidon).

A través de un centenar de fotografías tomadas entre la década de 1860 y la de 2020, esta realizadora de documentales y productora de televisión estadounidense repasa historias de mujeres pioneras, algunas famosas como Marie Curie, Margaret Thatcher y la periodista peruana Ángela Ramos, y otras anónimas, como una minera retratada en 1900 o la secretaria en la reunión de un organismo económico en 1964.

«Un día, mirando fotografías antiguas me di cuenta de que la fórmula se repetía una y otra vez en asociaciones, empresas, oficinas, clubes, tribunales, órganos de gobierno, orlas de instituciones educativas y movimientos políticos, tanto revolucionarios como reaccionarios», relata la documentalista en la introducción del libro.

Por ejemplo, un grupo rompedor y progresista como el de la generación beat se retrataba en 1965 frente a su librería de referencia en San Francisco con autores como Allen Ginsberg y Peter Orlovsky y la única presencia de Stella Levy, asistente editorial. «Lawrence (Ferlinghetti, poeta) enfadó a muchos de los hombres al insistir en que saliera con él en la foto», relató ella después.

Algo similar le ocurrió a la pintora Hedda Sterne cuando apareció en la fotografía de 1951 con la que artistas como Jackson Pollock y Mark Rothko, perfectamente trajeados para parecer más respetables, protestaban contra la actitud retrógrada del Museo Metropolitano frente a la abstracción.

«Les molestó que yo saliera en la foto porque eran lo suficientemente machistas para pensar que la presencia de una mujer les restaría seriedad», explicaba Sterne.

Secretarias, modelos, cocineras, prostitutas o sirvientas aparecen en ciertos espacios por motivo de su profesión, como otras por matrimonio o nacimiento: la emperatriz Cixí, Diana Spencer o Benazir Bhutto.

Otra explicación de algunas de estas apariciones singulares es la del tokenismo: la inserción simbólica en un grupo que quiere demostrar o fingir que es inclusivo.

Cabrían en esta categoría imágenes como la de Satsuki Katayama en 2018, única ministra del Gabinete de 20 personas del primer ministro japonés Shinzo Abe. O la guionista de comedia Tina Fey, que cuenta cómo no se contrataba a otra mujer cuando ya se tenía una en estos grupos creativos. «Se nos trataba como a una cafetera», ejemplifica.

De todos los sectores

Aunque esto no serviría para imágenes tomadas cuando aún no había ningún tipo de presión para abrir las puertas a colectivos excluidos. Sí existían lo que Humes define como las «mascotas». Tal cual se define, en el pie de foto de una instantánea de una clase de la Academia Naval de EEUU en 1894, a una joven situada entre los alumnos.

«Casi con toda seguridad, esta presencia femenina sería motivo de placer, consciente o inconsciente. Y algunas de ellas disfrutarían, porque por mucho que esas mujeres solitarias sufrieran (y algunas mucho) también están los placeres del ego, del erotismo, de la aventura y de la gratitud de poder vivir, de algún modo, como los hombres. O, al menos, entre ellos», reflexiona la autora.

En otros casos, son «las primeras» las que son retratadas, y en su caso tuvieron que sufrir mucha más hostilidad que las «mascotas»: la primera mujer congresista, Jeannette Rankin (1918); Kathrine Switzer, la primera que corrió la Maratón de Boston, entre insultos y empujones; Andrea Motley, primera buceadora del Ejército estadounidense; o sufragistas y feministas que quisieron entrar en bares y clubes masculinos.

Estas primeras mujeres lo fueron a veces por su genialidad, como el caso de Marie Curie, un rasgo que puede desanimar a las que deben venir detrás, porque ¿quién podía emular a esta científica? Ella fue la primera en ganar un Premio Nobel en ciencia (y en dos ocasiones, 1903 y 1911) y la siguiente, 25 años después, fue su propia hija.

Mucho más reciente es el caso de la cineasta Jane Campion, primera ganadora (y única en 28 años) de la Palma de Oro de Cannes, por la película El piano, y también única mujer entre los 32 directores que invitó el festival en 2007 para celebrar su 60 aniversario.

«Creo que hemos vivido uno de los períodos patriarcales más feroces de nuestra época, las décadas de 1980, 1990 y la primera década de 2000. El capitalismo es una fuerza llena de machos. Es como si me pasaran por encima», decía después Campion, como recoge este libro de Immy Humes que llama a la reflexión para seguir trabajando en la ruptura de todos los techos de cristal que, todavía en la actualidad, quedan por resquebrajar.