Amelia o el alma del mar

R. PÉREZ BARREDO
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Amelia García Escoda, pintora catalana afincada en Olmos de Atapuerca que se ha convertido en una de las artistas más cotizadas del país, lleva a la Galería María Porto & Leticia Hervás de Madrid su primera exposición individual, 'Océano interior'

Amelia García posa frente a sus obras. - Foto: Juan Lázaro

Echa de menos el mar de su infancia, pero no necesita sentir la brisa en el rostro, ni la arena fina en los pies, ni escuchar el graznido de las gaviotas o el rumor de las olas, ni siquiera zambullirse en las aguas del Mediterráneo que la acunó porque no hay océano más puro, intenso y azul que el que inunda su alma. Además, mantiene una relación íntima, telúrica, con el lugar en el que vive desde hace muchos años, Olmos de Atapuerca, cuya milenaria memoria aún retiene en la piel y en el aire que una vez, en los orígenes remotos del mundo, allí estuvo el mar. Así que frente a cualquiera de los cuadros oceánicos de Amelia García Escoda se siente el impacto de estar frente a la vastedad de lo infinito, en la profundidad más abisal, en ese azul de silencio y hondura que es una de las expresiones más definitivas y exactas de la belleza.

Afincada en tierras burgalesas desde hace más de veinte años, esta barcelonesa se ha convertido en una de las artistas de arte contemporáneo más importantes y con más proyección del momento. Reclamada aquí y allá, en apenas tres años ha participado en exposiciones en Madrid, Luxemburgo, Milán o Miami; está representada por la Galería Internacional Fornara de Marbella, por Perry Kish en la Gallery Red de Palma de Mallorca y nada menos que María Porto (que fuera durante dos décadas la directora general de la Galería Marlborough) en Madrid, en su proyecto más personal, la galería María Porto & Leticia Hervás Art de la capital, donde el jueves se inauguró la primera exposición individual de la artista de Olmos de Atapuerca, 'Océano interior', compuesta por una docena de obras de gran tamaño, de entre dos metros y un metro y medio. Son paisajes submarinos subyugantes, dominados por unos azules tan especiales que se diría que es la naturaleza la que copia de la paleta de Amelia, y no al revés.

Se reconoce tímida, y por eso se ha mostrado esquiva ante cualquier posibilidad de mostrarse al margen de hacerlo con su obra. "Vivo en Olmos de Atapuerca, y siento que allí se respira el mar, como si el aire contuviera toda la evolución humana. Mis raíces maternas están en el Mediterráneo y las paternas en Salamanca, y de alguna forma mezclo ambas en mi obra: el campo mezclado con el océano y con la evolución humana. Mis océanos son paisajes interiores", confiesa. Esa mirada oceánica de Amelia no es tanto hacia el mar de su infancia como hacia el mar de su alma; es una mirada hacia adentro, una mirada espiritual, casi mística, plena de luz. "Esa luz que todos tenemos en el interior y que nos rescata. El ser humano es luz en esencia, es amor en esencia, sin excepciones. Ese amor y esa luz, en los malos momentos nos rescata y nos hace salir adelante, ver que hay un horizonte. Yo trato de pintar esa luz en mis obras. Cuando la luz se encuentra con los lugares más profundos, y a veces oscuros, del alma, me descubro a mí misma y me elevo sin alas".

Se siente más pintora que artista. "Alguien me puede considerar artista cuando se establece un hilo de comunicación entre lo que yo siento y lo que pretendo decir con mi obra y la otra persona, en la que se produce una transformación, un cambio, un movimiento en esa otra persona. Ahí quizás sí pueda considerarme artista. Pero no siempre se va a producir ese diálogo, y para mí el Arte es que se establezca ese diálogo conceptual entre un creador, su obra y la persona que contempla esa obra". Amelia necesitaría pintar aunque no fuese su modo de vida. Tiene la pulsión de la pintura tan adentro y es tan torrencial, tan volcánica, que necesita expresarse. "A mí, pintar me cura por dentro. Si no pinto, me muero. Sería como una planta que se marchita porque le falta agua". Se mimetiza Amelia con su obra, se funde en ella, se hacen una misma cosa. Quizás por eso pinte a menudo con las manos, en una relación de piel, de desnudez, de una intimidad sagrada. Amelia se introduce en su pintura. Ella es su pintura. "Todas mis obras están llenas de huellas por todas partes".

Está viviendo su extraordinario momento profesional con ilusión pero también con enorme prudencia. "Intento que esa realidad no estropee mi trabajo, al que dedico entre ocho y diez horas diarias en una profunda reflexión, en una calma tremenda. Lo vivo de manera ajena a mi trabajo cotidiano. Apenas me relaciono, vivo para la pintura. Me importa desarrollar mis proyectos, y me importa mi familia. Sin mi familia no hay proyecto". Recuerda la artista barcelonesa cuando, en el colegio, siempre le suspendían dibujo y pintura. "La asignatura de dibujo era un infierno para mí". Cualquiera lo diría. Fue ya en Olmos de Atapuerca donde eclosionó todo lo que llevaba dentro Amelia, tutelada por el gran Andrés Villalmanzo, Guma, y su hijo Julio. "Les estaré a los dos muy agradecida siempre". Se siente feliz de dedicarse a la pintura, de crear cada año en torno a un centenar de obras que se exhiben de forma permanente en cuatro galerías internacionales, ahí es nada. "Estoy ilusionada y emocionada. Todo lo que me está pasando me hace querer seguir trabajando, generar más proyectos de arte conceptual", concluye la artista.

"Un descubrimiento". María Porto lleva treinta años en el mundo del arte. Es una voz más que autorizada: dirigió la Galería Marlborough hasta que decidió emprender su propio camino, abriendo, junto a Leticia Hervás, su propia galería, que se ubica en un privilegiado lugar: el Corte Inglés del Paseo de la Castellana. En su búsqueda de artistas para esta aventura, Porto supo de Amelia García Escoda y fue como una revelación, una epifanía: "Me pareció un descubrimiento. Me enamoró lo que hacía y le propuse hacer una exposición. Me dejó obra y el mercado respondió fantásticamente. No he visto pintar los mares como a nadie. Cómo es capaz de cincelar la luz... Es su alma lo que pinta, y es impresionante. Esos fondos marinos... Lo tiene dentro. Este es el primer proyecto de muchos de los que tendremos con Amelia. Creemos que es un diamante y esperamos que nos deje acompañarla en su carrera porque es una artista. Hay mucha expectación y expetativas con esta muestra. Y ya tenemos obra vendida. Estamos emocionadas". 'Océano interior' estará en la galería de María Porto hasta finales de junio, aunque la propia galerista cree se prolongará algo más en el tiempo. "Vamos a llenar Madrid de mares", apostilla con entusiasmo.