López Gómez rescata a uno de los padres de la urología

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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El cronista de la ciudad e historiador de la Medicina presenta hoy en la Diputación su nuevo libro sobre la presencia en Burgos del médico del siglo XVI Francisco Díaz

Copia del asiento del primer salario que le pagó a Francisco Díaz el Ayuntamiento de Burgos.

¿Se ha hecho ciencia en Burgos históricamente? A esta pregunta lleva contestando unos cuantos años ya José Manuel López Gómez, médico, cronista de la ciudad y académico de la Fernán González. Y la respuesta, que es afirmativa, la va desgranando en cada uno de los libros que dedica a médicos y farmacéuticos desconocidos que en un entorno muy pequeño, en el del Burgos de hace varios siglos e incluso en localidades de menor población de la provincia, investigaron y publicaron sobre las patologías más frecuentes o complejas de sus respectivas épocas. Así, ha repasado la vida del farmacéutico Juan Francisco de la Monja o los méritos científicos de tres médicos de pueblo, desconocidos como tantos otros: Manuel Arranz García, natural de Roa; Sandalio Palomino Esteban, de San Martín de Rubiales, y Juan Antonio Beltrán de las Heras, de Pedrosa de Duero. Ahora le ha tocado el turno a Francisco Díaz, uno de los precursores en España y Europa de la Urología moderna, que sin ser burgalés pasó aquí unos cuantos años.

Díaz, que a juicio de López Gómez «puede considerarse como uno de los médicos más relevantes del siglo XVI español», nació en Alcalá de Henares en 1527 y estudió Medicina en la universidad de su ciudad. Posteriormente concurrió a unas oposiciones a una plaza de cirujano del Hospital Real de Valladolid, que no sacó pero que, según el autor de La etapa burgalesa del doctor Francisco Díaz (1559-1565), que se presenta esta tarde, a las 20 horas en la Diputación, «le dieron a conocer en toda Castilla».

«Los regidores de la ciudad de Burgos, enterados de este prestigio, le invitaron a ser su cirujano titular. Firmó el contrato el 10 de octubre de 1559 con 40.000 maravedíes de salario anual y aquí estuvo hasta julio de 1565. Cinco años después sería nombrado cirujano de cámara de Felipe II, cargó que mantuvo hasta su muerte», relata.  López Gómez añade que aquí vivió en la calle Cantarranas la Mayor y más tarde compró una casa en la Llana de Afuera. Toda su familia era parroquiana de San Gil, donde fue bautizado su hijo Diego, más tarde médico como él, y su hija Jerónima: «En 1565 cuando la epidemia de peste alcanzaba ya cotas elevadísimas, fue nombrado el primer médico-cirujano del Hospital de la Concepción, recién construido, que los regidores determinaron fuera el centro donde se asistiera a los enfermos de peste carentes de recursos y allí realizó una labor ímproba y eficaz». 

Inventor del 'Cisorio'. La muerte de su esposa y de su hija pequeña -añade el autor- «con el consiguiente desamparo en que quedaron sus restantes hijos en una ciudad abandonada por buena parte de la población, le hicieron temer por la vida de todos ellos y le obligaron a marcharse con toda la familia en 1565 con el fin de ponerla a salvo».

Trece años después Díez publicaría el libro que le dio fama y prestigio internacional. Era Tratado de todas las enfermedades de los riñones, vejiga, carnosidades de la verga y orina, considerado como uno de los pilares de la especialidad de la Urología en España y Europa. «Las enfermedades venéreas y otras patologías provocaban un inflamación del tejido uretral y la aparición de unas carnosidades que acababan por obstruir la luz de la uretra, impidiendo la eliminación de la orina, y acabando por causar una sepsis urinaria y la muerte. Francisco Díaz ideó un instrumento que llamó 'cisorio', que introducido por la uretra lograba restablecer su luz y permitir la diuresis, lo que se denominó la uretrotomía interna, en vigor hasta hace pocas décadas, que salvó la vida de miles y miles de personas a lo largo de siglos».