La ventura de abonar

M.H. (SPC)
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Mientras la industria engorda sus beneficios, los labradores ven cómo la subida de precios de los fertilizantes se come el alza en las cotizaciones de sus cosechas. La opción de emplear purines es complicada debido a diversos factores

La ventura de abonar

Actualmente, la humanidad tiene una enorme dependencia de los fertilizantes químicos. Algunas voces dicen que los cultivos, con el tiempo, se han hecho adictos a estas sustancias sintéticas (el uso mundial de estos productos se ha multiplicado por diez en 60 años). Lo cierto es que, desde que llegaron al campo (en el año 1913), los rendimientos agrícolas no paran de crecer exponencialmente. Los fabricantes aventuran que, sin ellos, el mundo necesitaría 1.100 millones más de hectáreas para producir lo mismo. De no disponer de ellos, las consecuencias serían catastróficas. Se trata de un insumo agrícola completamente imprescindible para garantizar la producción de alimentos en cantidad suficiente para todo el mundo.

Pero, durante el último año, los precios se han disparado hasta el punto de que muchos agricultores están dosificando su uso o incluso prescindiendo de ellos. A la reciente subida inédita de los costes energéticos que ha afectado a su cotización antecedió una caída productiva tras la pandemia, después un colapso en el transporte por la crisis de los fletes, un crecimiento mundial de la demanda de nutrientes agrarios y, como colofón, la guerra de Ucrania, conflicto que ha implicado a los dos proveedores más importantes de la Unión Europea.

Per eso no era todo. Ahora, a toda esa retahíla de causas que disparan el precio final del producto hasta el punto de que algunos agricultores no pueden sembrar o están sembrando sin fertilizar porque no pueden pagarlos, se une la especulación, según aseguran desde la alianza UPA-COAG. El mercado mundial de los fertilizantes, que se estima alcanza un volumen anual de 200.000 millones de dólares, está controlado por tan sólo nueve empresas cuyos costes de producción se han triplicado desde la pandemia. Pero, aunque parezca mentira, la lógica mercantil ha funcionado incluso dentro del huracán: estas empresas han ido trasladando (con generosos márgenes, por lo que se ve) los incrementos del coste de sus insumos a los precios finales de producto (algo que no pueden hacer los agricultores) y el resultado es que, tras la pandemia, las nueve compañías que dominan todo el mercado mundial de fertilizantes han aumentado sus beneficios un 440%.

La ventura de abonarLa ventura de abonarLos datos, según aclara la alianza, han sido calculados por las organizaciones internacionales de defensa de la biodiversidad alimentaria Grain e Institute Agriculturae Trade Policity (IATP). Y sus fuentes no son otras que las cuentas de resultados entregadas por las propias empresas. El informe elaborado por estas organizaciones, llamado 'La trampa de los fertilizantes', estipula que las nueve firmas aludidas terminarán este ejercicio con un beneficio de 57.000 millones de dólares, mientras que en 2020 la ganancia fue de 13.000 millones. No en vano, solo los agricultores de los países que conforman el G-20 habrán pagado por los fertilizantes esenciales, durante esta campaña y la anterior, 21.000 millones de dólares más que en 2020. Y en estas cantidades las empresas diluyen incluso los cierres temporales de algunas plantas a los que se han visto obligadas cuando ha habido carencia de insumos o éstos han alcanzado un nivel de precios inasumible.

Todo esto se consigue a base de aumentar el precio de los fertilizantes químicos, que pone a los agricultores contra las cuerdas y, como consecuencia, reduce la producción e incrementa el precio de los alimentos. «El alto coste ha provocado en España un menor uso de estos abonos (químicos), un 30% menos, en la sementera de este otoño frente a la anterior», aseguraba el ministro de Agricultura, Luis Planas, recientemente. Todo ello incide en un potencial riesgo de desabastecimiento de productos básicos como el trigo o el maíz debido a la reducción en el rendimiento.

Alternativas.

Sin embargo, comienza a surgir una reacción procedente también de los poderes públicos que preconiza la utilización de medios alternativos de abonado basados en desechos agropecuarios, sobre todo los famosos purines (además de otros subproductos agroalimentarios). Se trata de convertir el problema que pueden suponer estos residuos ganaderos para el medio ambiente en una solución ante el encarecimiento de los fertilizantes químicos. En ese sentido, el ministro de Agricultura animaba hace escasas fechas a invertir en la transformación de residuos de granjas en fertilizantes orgánicos para la agricultura, mientras que el presidente de Aragón, Javier Lambán, anunciaba un programa piloto en su comunidad para convertir desechos orgánicos en fertilizantes biológicos procedentes de purines y estiércol.

La ventura de abonarLa ventura de abonar«Tenemos una increíble oportunidad en el tratamiento de los estiércoles y los purines para una fertilización sostenible que convierta lo que era un problema en una oportunidad», destacaba Planas hace unos días. Precisamente ese tema fue el centro del debate del Consejo Europeo de Ministros de Agricultura celebrado a finales de noviembre, donde se abordó la adopción de medidas para hacer frente a la escasez de suministro de fertilizantes en la Unión Europea. No hay que olvidar que el sector porcino español es el tercer productor del mundo y el segundo exportador, lo que implica un enorme volumen de animales que convierten a España en una potencia mundial en lo que a abonos orgánicos se refiere.

El problema es que el empleo de estos productos no es tan sencillo para el agricultor. En primer lugar, hay que tener en cuenta la proximidad de las tierras de cultivo a la fuente de abono (granja). A partir de cierta distancia, el transporte encarece tanto su uso que deja de ser rentable. Esto trae consecuencias indeseadas, como que en las zonas donde hay una alta concentración de ganadería no se sabe muy bien qué hacer con los purines, mientras que en otras áreas en las que no funcionan explotaciones, porcinas o vacunas principalmente, no hay acceso a ellos. Además, en las llamadas zonas sensibles, áreas con una alta concentración de nitratos en el subsuelo, las cantidades que se pueden aplicar son pequeñas, insuficientes para el cultivo en la mayor parte de los casos.

Pero esta no es la única traba. ASAJA Toledo denunciaba a primeros de este mes que las condiciones medioambientales de la nueva PAC suponen un obstáculo para los ganaderos en la gestión de purines que termina por afectar también a los agricultores. La organización agraria aboga por incentivar el uso de estos abonos orgánicos para sortear el incremento del precio de los fertilizantes químicos, pero las cosas no son tan fáciles.

La ventura de abonarLa ventura de abonarLa condicionalidad reforzada (condiciones medioambientales de la nueva PAC) plantea nuevos requisitos y endurece los ya existentes con relación al uso de materias orgánicas como el purín y el estiércol para el abonado de tierras, limitando los períodos de tiempo en que se puede verter, denunciaban desde la organización agraria. Las prohibiciones de aplicarlo entre abril y junio y, después, entre la cosecha y el 1 de septiembre, restringen su uso exclusivamente a unas semanas antes de la sementera y en cobertera.

La presidenta provincial de ASAJA Toledo, Blanca Corroto, explicaba que «esto plantea un grave problema de almacenamiento de purín a las explotaciones de porcino, que tienen la obligación de contar con balsas de depósito para tres meses y no están preparadas para almacenar por más tiempo, situación que se agravaría en los meses de verano cuando, de media, las micciones en una granja se incrementan un 30%». Con la nueva normativa de condicionalidad reforzada, las granjas necesitarían agotar al máximo la capacidad de almacenaje de sus residuos orgánicos, contradiciendo, además, el objetivo ambiental de la ley que regula las granjas porcinas (RD 306/2020), que marca como meta disminuir el tiempo de depósito de los residuos, aconsejando no más de un mes y potenciando su uso como abono, enterrándolo posteriormente para evitar emisiones de CO2. Es decir, una norma anima a utilizar estos subproductos, pero otra restringe en sentido contrario.

Por eso la organización agraria propone que se permita verter materia orgánica de abril a junio en barbechos que tengan alguna cobertura vegetal, así como después de la cosecha y durante el verano en los rastrojos, aplicándolos como se hace actualmente: por inyección y con un tapado con mínimo laboreo. Además, la organización agraria reclama una regulación coherente y que apoye de manera real el uso de los fertilizantes orgánicos para, por un lado, abonar la tierra con productos naturales y más económicos que los químicos, sobre todo teniendo en cuenta que estos últimos han incrementado su precio en un 150% desde 2021, y, por el otro, facilitar a las granjas la gestión de sus residuos orgánicos.

Tampoco hay que olvidar que la normativa aprobada recientemente ha obligado a los agricultores que emplean este tipo de abono a renovar sus equipos en muchos casos, con el gasto que ello implica. En la nueva regulación se ha prohibido la aplicación con sistemas como plato, abanico o cañón, algo que tiene su lógica pero que aparentemente no casa con las limitaciones impuestas para emplear los purines con los medios permitidos.

Lo cierto es que, hoy por hoy, este tipo de fertilización no sería suficiente para abastecer las grandes extensiones de cultivo existentes, lamentan desde la alianza UPA-COAG. Sin embargo sería una gran ayuda para los agricultores, que también están en la senda para reducir el volumen de utilización gracias a las nuevas tecnologías y a la agricultura de precisión, que permiten aplicar el abono de manera localizada y en función de las necesidades concretas del cultivo en cada parte de la parcela a fertilizar.

En cualquier caso, para que estas nuevas tecnologías se implanten de manera generalizada en el campo se requerirán años y, en el entretanto, la humanidad tiene que asegurar sus cosechas para poder seguir comiendo. Y para eso los fertilizantes, químicos u orgánicos, son imprescindibles.