Tejados

MARTÍN G. BARBADILLO
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"Si de mí dependiese, o fuera el Ayuntamiento, organizaría tours por la ciudad para ver tejados. Yo creo que en el futuro irá más por ahí el turismo que por montar norias grandilocuentes o inventos a lo Calatrava como pergeñan algunos"

Vistas de los tejados del centro de la ciudad en tres momentos distintos del día en los que la luz lo cambia todo. - Foto: M.G.B.

¿Qué es? Las viviendas, con sus correspondientes tejados, tienen su antecedente en las chozas de los cazadores, sencillos refugios temporales de ramas y arbustos.

Edad. En los casos más antiguos, se levantaron hace al menos 300.000 años.

¿Tejados? Por supuesto. Mirar tejados tiene un fuerte componente evocador, es un poco como contemplar el mar o un paisaje. Se me ha ocurrido que hablemos de los tejados por una frase que se dice en la superlativa película Martín H, de Adolfo Aristarain. El protagonista, H, está viviendo en Madrid y le dice a su padre que quiere regresar a su Buenos Aires natal: "No sé muy bien por qué, no sé qué es lo que me tira tanto, no sé qué es lo que extraño, no sé si extraño... Los techos... Puede ser los techos, los techos de las casas. Son muy feos, cuadrados, blancos, con tanques de agua puestos como de boleo, como que a la gente no le da bola, como que la gente los desprecia, como si los tejados no fueran parte de la casa. En Madrid los techos son hermosos, hay tejas, hay chimeneas, hay colores; no se puede comparar. Pero ves, extraño los techos de Buenos Aires, es una boludez pero me pasa". Léase techos como tejados, obviamente.

Curioso. Y bello, ahonda en la importancia de lo cotidiano en la vida, de lo que solo apreciamos cuando lo perdemos. En Burgos, sería más difícil echar de menos los tejados, porque en una ciudad tan llana no es fácil verlos. Por eso te he traído una vista excepcional para que los disfrutes.

¿Una? Yo veo tres. Es la misma en tres momentos del día diferentes, porque contemplar tejados es observar mucho más. Desde un punto alto, la ciudad parece como si fuera un ser vivo, un ente propio que va avanzando al mismo ritmo que la jornada.

Alucinas un poco, ¿no? Como tantas otras veces, haré como que no te he oído. Si te fijas, en la primera imagen, el día se despereza, las nubes se mueven cansadas y la luz apenas se abre paso por las calles estrechas. Parecería que bajo esos tejados no hay persona alguna. Desde ahí arriba, solo se oyen pájaros rasgando el aire limpio y aún fresco.

Con lo que cuentas me apetece un café. Tú mismo. La segunda es la plenitud del día: los tejados rojizos refulgen al sol, igualados por la luz incluso en el mismo tono. Es curioso porque son todos parecidos; lo mismo los de las viviendas que los de las iglesias góticas están tapizados de tejas arcillosas. Resulta más armónica la ciudad desde lo alto que a pie de calle. Desde abajo, asciende el bullicio, la vida; la urbe, como cuerpo autónomo, parece hasta que se mueve.

Está bonito. Ante esta imagen, parece posible saltar de tejado en tejado y recorrer las calles sin ni siquiera verlas.

Baja un poco amigo, nunca mejor dicho. La tercera es el ocaso, un verdadero espectáculo desde este punto. Aquí la ciudad se parte en dos. La zona sur y oeste se bañan con los últimos rayos de luz naranja y cálida; sus techos recuerdan al de una ciudad de latitudes más meridionales. Reciben el sol casi solo en ese momento y les sienta bien. Mientras, en las zonas más próximas al Castillo, la noche ya está casi presente. Las tejas se refugian en un ocre oscuro y surge otra ciudad que, en un rato, serán unos puntos de luz y algunas siluetas que invitan a perderse por calles que se difuminan hasta la plena oscuridad.

Lo has pintado bien, sí, pero yo vivo en un primero interior, ajeno a este espectáculo. Si de mí dependiese, o fuera el Ayuntamiento, organizaría tours por la ciudad para ver tejados. Yo creo que en el futuro irá más por ahí el turismo que por montar norias grandilocuentes o inventos a lo Calatrava como pergeñan algunos. La belleza de lo mínimo, compañero.

Vale, pero mientras eso sucede, ¿me invitas a echar un vistazo desde esa ventana? Por supuesto, mi ventana es tu ventana. Lo único, las bebidas las pones tú. Escoge la adecuada para la hora del día que corresponda; no somos bárbaros.

Si quieres parecer integrado… Y cool, siente nostalgia por los tejados cuando estés fuera.

Nunca, nunca, nunca… Dejes pasar una oportunidad de mirar por encima de la ciudad.