«La pobreza tiene cada vez más aristas, y una es la soledad»

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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ENTREVISTA | Mario Vivanco lleva poco más de un año al frente de Cáritas en Burgos y las incertidumbres sociales ocurridas desde entonces han sido para él un cursillo acelerado

Mario Vivanco, delegado diocesano de Cáritas. - Foto: Alberto Rodrigo

El nombramiento de Fernando García Cadiñanos como obispo de Mondoñedo-Ferrol en 2021 hizo que el arzobispo Mario Iceta eligiera a este cura de barrio, cuya máxima ambición ha sido siempre estar con las personas más vulnerables, para colocarlo al frente de Cáritas. Con una gran experiencia en el ámbito social y una enorme vocación de servicio, Mario Vivanco (Burgos, 1975), llegó a la entidad «sobre todo a aprender» y las incertidumbres sociales ocurridas desde entonces han sido para él un cursillo acelerado. Con todo, lo más importante que le ha pasado en este tiempo ha sido, dice, además de valorar lo importante que es que se trabaje en red con otras entidades y con la administración contra la pobreza, ver que hay personas vulnerables que le consideran alguien en quien confiar.  

No podría decirse que su primer año al frente de Cáritas haya sido precisamente fácil: pospandemia, guerra de Ucrania, inflación...
Ha sido un año duro pero bonito. El tema de Ucrania, con todos los frentes que ha abierto, nos ha obligado a encauzar las muestras de solidaridad. La gente tiene muy buen corazón y no le quieres hacer daño pero, a veces, en vez de ayudar lo que ha pasado es que se han entorpecido las cosas. Desde Cáritas entendíamos que al tener nuestras homólogas en Polonia y en Ucrania la mejor ayuda era enviar dinero. 

Es verdad que al principio pareció desde fuera que se intentaba ayudar de forma un poco caótica.
Sí, nos llamaban con ofrecimientos de todo tipo hasta de fletar aviones o autobuses para traer gente... Hasta desde la Fundación Madrina se nos planteó poner en Burgos un centro para ubicar a menores y sus cuidadores procedentes de un orfanato de Leópolis y no pudimos hacerlo, primero porque no teníamos infraestructura y después porque esto exige ofrecer servicios de calidad. Al final fueron a Salamanca y creo que ahora no se sabe qué hacer con ellos. En aquellos momentos vivimos una gran tensión entre lo que nos pedía el corazón y lo que la cabeza indicaba que era lo más adecuado.

¿Se ha pasado ya ese 'ataque de solidaridad' con Ucrania más de ocho meses después del inicio del conflicto?
Ese 'ataque de solidaridad' fue muy bueno y muy necesario, recaudamos 215.000 euros que ya enviamos a aquel país. Pero el tiempo ha pasado, la situación es otra y la solidaridad ha bajado. Además, ahora la guerra la estamos sufriendo aquí, de alguna manera, con la inflación o el alto precio de los combustibles. 

Nos duele que refugiados de otras guerras no hayan tenido las ventajas de los procedentes de Ucrania»

¿La sensibilización social frente a un conflicto depende de lo cerca que nos pille?
Es lo que nos hemos encontrado. A la hora de intentar reconducir estas muestras de solidaridad intentábamos abrir siempre el abanico diciendo que también tenemos personas necesitadas procedentes de Colombia y de Venezuela, que aún hay gente de Siria, que hay muchas personas refugiadas. Nos alegramos mucho de que el pueblo ucraniano haya tenido ventajas pero nos duele que refugiados de otros conflictos no las tengan.

Imagino que se refiere también a las facilidades que se les dio para regularizar su situación. ¿Cree que ha habido una cierta doble vara de medir?
Evidentemente, una guerra en Europa genera una urgencia que ahora podemos reconducir y ampliar. Además, hemos visto que con las personas de Ucrania el sistema de acogida ha funcionado, ha aguantado, ha protegido nos guste más o menos. Aquí hemos trabajado muy bien en red con Accem, que es la entidad de referencia del Gobierno, y hemos visto que se ha hecho bien: el Ayuntamiento contrató con Cáritas el cáterin para dar las comidas... Y puesto que el sistema ha funcionado ¿por qué no se puede hacer con gente de otras nacionalidades?

El papa Francisco ha dicho que la exclusión de los inmigrantes es «asquerosa, criminal y pecaminosa». ¿Le gusta que sea así de claro? 
Sí, me gusta que sea profético y que haga esa incidencia política. Es necesario que el papa diga de vez en cuando estas cosas pero también que cada uno de nosotros en nuestros corrillos y nuestros ambientes salgamos al paso con argumentos que desactiven los pensamientos a los que se refiere Francisco con esos adjetivos. Hay que hacerlo con argumentos y con datos y que pedir a quienes excluyen a los inmigrantes lo hagan también con argumentos y datos, algo que normalmente no tienen.

¿La presión migratoria es el problema que más les preocupa ahora en Cáritas Burgos?
Pues nos preocupa todo. Por ejemplo, no sabemos qué va a pasar este invierno con la inflación o con el precio de la calefacción, que no tienen nacionalidad. Aquí no nos gusta valorar a la gente por el lugar de dónde vienen o por el color de su piel, su acento o su religión, todo el mundo está llamado a vivir con dignidad.

El sistema de protección ha funcionado. ¿Por qué no hacerlo con gente de otros  países?»

El secretario general de su entidad dice que están preparados pero no niega que haya una cierta incertidumbre ante el futuro más inmediato. ¿Confía en que los socios y colaboradores de Cáritas sigan manteniendo sus apoyos?
Creo que sí porque creo en el corazón del hombre, que es generoso de por sí, aunque también pienso que tras la pandemia nos hemos encerrado mucho, veo que hay como un contrasentido: por un lado hay muestras de generosidad muy grandes -ahí están esos 215.000 euros para Ucrania- pero, por otro, parece que nos hemos vuelto más individualistas y en buena parte se sigue con ese 'síndrome de la cabaña' del que se hablaba, aunque hemos podido salir de casa y celebrar la fiesta del pueblo interiormente creo que aún hay miedo, temor y ensimismamiento, eso algo que yo percibo personalmente.

¿Qué le ha enseñado Cáritas en todo este tiempo?
He aprendido mucho de relación de tú a tú con los participantes (es el nombre que Cáritas le da a sus usuarios), de las conversaciones con ellos, de mirarnos a los ojos, de su amistad, de tomar un café con ellos, que un día invito yo y otro, ellos. Es esto lo que he descubierto, sobre todo de quienes están en el Programa de Personas sin Hogar, en el albergue. Y me quedo con eso, con ese momento en el que ellos te reconocen como alguien en quien confiar.

No parece que vaya a menos el número de personas que viven en la calle.
No, va a más. Yo pensaba que en verano iba a bajar un poco pero julio fue tremendo, no hay vacaciones en ese servicio. 

Tampoco se reducen, en general, quienes necesitan su ayuda para sobrevivir.
Mira, cuando hablo de las personas sin hogar siempre digo que podemos ser cualquiera de nosotros, tenemos un revés en la vida y nos encontramos en la calle. Imagínate ahora con esta inflación, que unos tendrán solo que privarse de ir al cine, por ejemplo, pero habrá mucha gente que pasará frío en casa. Todos podemos caer. 

Cualquiera puede terminar en la calle. Con la subida de precios algunos se quitarán de ir al cine y otros pasarán frío en casa. Todos podemos caer»

Cuando le conocí me llamó la atención que llamara pobres a los pobres y no usara ningún eufemismo. ¿Ahora sigue haciéndolo?
Sí (risas) pero también les llamo participantes, excluidos, vulnerables, personas sin hogar... He enriquecido el vocabulario en este sentido.

Me dijo también que la pobreza tenía muchas aristas. ¿Las ha descubierto todas?
No, porque cada vez hay más y una de ellas es la soledad, de la que igual se habla menos. Por eso hemos puesto en marcha un programa muy interesante para paliar la soledad de los mayores en el mundo rural. Estamos en Espinosa, Villarcayo, Pradoluengo... y presentándolo en las distintas comarcas y arciprestazgos. Es un programa que se estaba demandando mucho y que se propone generar unos espacios de encuentro, de cultura y de educación que hagan que los mayores no pierdan sus costumbres y que se sientan queridos. Trabajaremos en coordinación con todos los recursos de las zonas para dar cobertura a sus necesidades, para que los mayores no se queden en la orilla del camino, que no sean los descartes de los que habla el papa Francisco.

¿A usted, que ve tan cerca la pobreza, qué le parece el debate sobre si hay que subir los impuestos a los que más tienen?
No sé si hay que subir impuestos, no lo sé. Pero sí sé que una de las responsabilidades que tienen los estados y los políticos es dar cobertura a los derechos para que todas las personas puedan vivir con dignidad. ¿La fórmula? No sé si es con impuestos o de otra manera, ahí no me meto, no me quiero meter aunque entiendo que les tiene que haber y que todos tenemos que colaborar como dice el anuncio del Ingreso Mínimo Vital: es lo mínimo que podemos hacer...

Pero sin impuestos no habría Ingreso Mínimo de Inserción...
Claro, entiendo que es la fórmula pero el nivel, si hay que pagar más o menos no lo sé, puede haber distintas teorías económicas y cada gobierno aplicará la suya. 

¿Le han dicho que no se meta en política?
(Risas) No me gusta, soy apolítico...

Nadie es apolítico...
Es verdad, lo que soy es apartidista, político, evidentemente, sí soy, sobre todo de mi barrio, de Capiscol, de la Ventilla y Castañares, donde estamos en los consejos de barrio trabajando con la gente.

Los mayores no deben ser los descartes de la sociedad»