Las personas sin hogar crecen y duermen en lugares abandonados

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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El albergue continúa con lista de espera por el 'tapón' creado al no poder derivar con agilidad a muchas de ellas a centros de adicciones y geriátricos, también con gran demanda

Las personas sin hogar crecen y duermen en lugares abandonados - Foto: Luis López Araico

Esta siendo un año, este 2022, de una tremenda actividad en los servicios sociales que se ocupan de las personas que no tienen un hogar, que no significa, como explican los expertos, que estén literalmente en la calle (muchos sí) sino que habitan infraviviendas o espacios que no reúnen unas condiciones mínimas de higiene o comodidad. Una serie de circunstancias se han unido para que, por primera vez y como ya contó este periódico en verano, el albergue municipal que gestiona Cáritas tenga lista de espera, una situación que en diciembre no ha mejorado, tal es así, que un cartel lo advierte en su puerta. «Hay un cuello de botella que no se acaba de disolver y que está formado por las personas que necesitan ir del albergue a una residencia o a un centro para tratar sus dependencias y que no acaban de conseguir plaza porque también allí hay mucha demanda», explica el educador social David Alonso, responsable de varios de los programas con los que la entidad católica sostiene a este colectivo.

A este hecho se le suma el aumento del precio de los alquileres, la falta de empleo para este perfil de personas -muchas sin formación y otras tantas, extranjeras que no han regularizado su situación y, por tanto, tienen dificultades de inclusión laboral- y al incremento de  quienes llegan pidiendo protección internacional, fundamentalmente de Colombia y Venezuela. La intensidad del trabajo de Cáritas en este campo se comprueba con estar apenas media hora en su sede de San Francisco, donde el Programa de Personas sin Hogar (PSH) tiene su acomodo y donde también está el albergue: en ese tiempo, una joven latinoamericana llega pidiendo una documentación para poder comer en la casa de acogida San Vicente de Paúl -otro de los centros neurálgicos del cuidado de los sintecho con un comedor y varias plazas que gestiona Cáritas- y un grupo de voluntarios buscan a los responsables de PSH porque ha llegado una pareja extranjera con un niño de corta edad que no tienen donde dormir.

Los expertos en esta materia aún se sorprenden y se encuentran situaciones no esperadas. Este verano, cuenta David Alonso, descubrieron a una quincena de personas que malvivían en una suerte de nave abandonada por la antigua carretera del cementerio. «Nos llamó la policía local y no teníamos constancia de que eso estuviera ocurriendo. Cada vez es más frecuente que la gente busque lugares vacíos para dormir o descansar -pasa bastante en los pueblos- e incluso hay quien lo hace en su coche porque es lo único que le queda. Nos dimos cuenta tras la pandemia porque hubo alguna noche en la que no encontrábamos a nadie en la calle y nos preguntábamos que dónde estaban. Y ahí tenemos un cierto problema porque no es lo mismo abordar a una persona que duerme en un cajero o que está en la calle pidiendo, que normalmente suelen estar abiertas a tomar un café y a charlar, que entrar en un espacio que es privado, ahí tenemos algo menos de margen aunque intentamos hacer educación de calle con los voluntarios del programa Café y Calor, que los viernes salen por las mañanas e intentan contactar con estas personas y ofrecerles nuestros recursos».

(Más información en la edición en papel de hoy de Diario de Burgos)