«El mayor tesoro que esconde Aranda son las bodegas»

L.N.
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Los oficios del vino (XVII) | Beatriz Hernando es gerente de una agencia de viajes especializada en enoturismo

Beatriz Hernando posa junto al carro cargado de canastos en la bodega subterránea que gestiona y que también incluye un museo dedicado al mundo del vino. - Foto: L.N.

La cultura del vino como experiencia de viaje. Esta es, muy resumida, la misión con        la que Ribiértete nació en 2014. Lo hizo al calor de las Edades del Hombre que acogió Aranda de Duero. Desde entonces, no han dejado de exprimir el tirón del enoturismo. De potenciar joyas arquitectónicas como las bodegas subterráneas, que para su gerente, Beatriz Hernando, son «el mayor tesoro que esconde» la capital ribereña. 

No obstante, esta agencia de viajes, especializada en atraer visitantes a la Ribera del Duero, se ha volcado en ofrecer experiencias que van más allá de las clásicas degustaciones acompañadas de una buena comida, con el lechazo como gran protagonista, y se ha adaptado a la creciente demanda para presentar opciones aptas para toda la familia, todos los bolsillos y todos los gustos. Dicho de otra manera, ‘fabrican’ experiencias memorables para aquellos viajeros que buscan hacer turismo en torno a la cultura del vino.

Un apartado en el que destacan un escape room o un casino del vino. En el primero, tras una visita guiada a su propia bodega subterránea del siglo XVIII, ‘encierran’ a los visitantes en una sala de la que tienen que salir resolviendo una serie de enigmas, pero también, como no podía ser de otra forma, bebiendo vino. En el segundo, por equipos, plantean distintos retos en torno a una mesa de casino, desde distinguir entre un blanco, un rosado o un tinto en copa negra hasta adivinar los aromas de estos caldos. 

«Nos gusta hacer actividades divertidas en torno al vino, que no sólo sean las catas tipo», explica Hernando. En líneas generales, el turista que llega a la Ribera del Duero tiene entre 30 y 50 años, procede sobre todo de Madrid y el País Vasco, cuenta con un nivel adquisitivo medio-alto y quiere visitar «bodegas, bodegas y más bodegas». Aranda, en este sentido, es un pequeño paraíso. «Tener siete kilómetros de bodegas subterráneas es algo que nos hace únicos», destaca, al tiempo que aboga por potenciarlo aún más ya que se dan casos de visitantes madrileños que llevan muchos años desplazándose hasta la capital ribereña para comer lechazo, pero no saben que existen este patrimonio. 

Por ello, en Ribiértete diseñan packs turísticos que incluyen una guía por las bodegas tradicionales, las subterráneas y las de elaboración. De hecho, uno de sus paquetes de más éxito lleva por título Tradición contra vanguardia y combina un recorrido por su bodega subterránea y otro en Portia. 

Para Hernando, la clave radica en adaptarse al cliente. Porque no es lo mismo un grupo de amigos que llega a Aranda por una despedida de soltero que una familia con niños o una pareja.En la agencia diseñan prácticamente todas las visitas a medida. «No todo vale para todos los clientes», recalca. Para conseguir satisfacer las necesidades de públicos tan distintos, trabajan con distintos sectores:«Si no colaboramos entre todos, esto no funciona, hay que crear sinergias». 

Algo que cobra más sentido si cabe con la pandemia, que ha golpeado duramente al sector. Con el confinamiento, se les cayeron todas las reservas. Después, empezaron a remontar, pero llegó el cierre de agosto en Aranda y «nos fulminó». Levantar el vuelo no está resultando sencillo, aunque poco a poco vuelven a recibir turistas atraídos por el mundo del vino. También suelen acoger visitas de colegios a su bodega subterránea y museo. Este año no ha sido posible, pero intentarán retomarlo de cara al próximo curso para potenciar el patrimonio vitivinícola entre los más pequeños.