Un aniversario esperanzador

R.E. MAESTRO / Melgar
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El instituto Odra-Pisuerga celebra sus 25 años con un repunte de alumnos y la alegría de volver a abrir dos aulas para el primer curso de la ESO. Con una atención «individualizada», sueña con incorporar una oferta formativa de FP

Laura Salvador, directora, y Nino Gil, impulsor del centro, en primer plano, junto con algunos profesores de este curso. - Foto: Patricia

Incrementar el número de estudiantes en los últimos cuatro cursos y además lograrlo en el medio rural es motivo de celebración, pero aún mayor alegría resulta cumplir 25 años como el instituto que más allá de un lugar para aprender sirve como punto de encuentro a los chavales de la comarca. Desde Melgar de Fernamental presume el Odra-Pisuerga de ofrecer una enseñanza individualizada a los alumnos y de permitir a los profesores desarrollar aquellos proyectos que en otros centros más grandes resultarían impensables. Una gran familia, en definitiva, que sí echa en falta contar con algún ciclo de Formación Profesional (FP) y sueña con tenerlo en el futuro.

«Este año en el primer curso de la ESO tenemos dos grupos y desde hace mucho tiempo no se daba esa situación, así que nos agarramos a que han entrado 30 alumnos nuevos y que eso asegura una continuidad», manifiesta Laura Salvador, directora del Odra-Pisuerga, sobre la salud del centro. Cree que se presta una atención muy individualizada a cada uno de los alumnos, ya que conocen su situación y dificultades, y por ello los profesores «intentan tirar de todos». Además, se muestra especialmente orgullosa de que gracias a primar este tipo de enseñanza aquellos que se presentan a la EBAU obtienen muy buenas notas.

«Ha cumplido una importante función como medio para socializar, los alumnos han podido encontrarse con los de otros pueblos y conocer a muchísima gente de la comarca», expresa Nino  Gil sobre el papel del instituto especialmente cuando no existían redes sociales ni tantas facilidades para comunicarse como en la actualidad. Como uno de los impulsores para ponerlo en marcha, este vecino de Arenillas de Riopisuerga recuerda que en realidad se acabó consiguiendo en Melgar pese a que el deseo pasaba inicialmente por realizar un único centro para toda la comarca en un momento donde ya se hablaba de la despoblación. Su ubicación iba a ser Sasamón por proximidad al resto de las localidades, pero no cuajó la idea.

Esther Cabria vive en Melgar y su deseo es volver a dar clases de nuevo en el Odra-Pisuerga.Esther Cabria vive en Melgar y su deseo es volver a dar clases de nuevo en el Odra-Pisuerga. - Foto: Patricia

Este curso se cumplen los 25 años desde que se abrió el Odra-Pisuerga como instituto, aunque el edificio se levantó en 1978 y desde entonces se comenzó a usar como una extensión del colegio Domingo Viejo de Melgar, que se quedaba  pequeño para acoger a los más mayores. A pesar de ello, cuando los jóvenes cumplían 14 años ya no tenían posibilidad de continuar sus estudios en la localidad hasta que llegó en 1996-1997 este centro al municipio. Aquel primer curso fue «normal» y una continuación más de lo que ya se llevaba a cabo, recuerda Gil, que ejercía como maestro de Matemáticas. En su décimo aniversario había hasta 150 alumnos, cifra que actualmente se queda en 85 pese al repunte de los últimos cursos.

Pero al igual que ocurrió en sus inicios, el instituto permite ahora que los jóvenes se puedan quedar en la comarca, tanto en Melgar como en los pueblos de alrededor. Lejos de verse obligados a marcharse ante la falta de oferta de educativa, este espacio sigue cambiando vidas y ofreciendo en el medio rural un servicio imprescindible para fijar población. Y tampoco se queda atrás en poner en marcha novedades como la sección bilingüe en la matriculación o proyectos del nivel de un programa de radio.

En la actualidad la comarca cuenta con el propio Odra-Pisuerga, con Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales, así como con el Campos de Amaya de Villadiego, con Bachillerato de Ciencias. «La FP se echa en falta debido a que tenemos muchos alumnos que un grado medio sería ideal para ellos, aunque se necesitan unos recursos específicos ya sea de mecánica, cocina o estética», expresa la directora, que añade que se debe tener asegurado un buen número de alumnos para desarrollarlo y que la iniciativa tenga futuro. Lo que parece evidente es que con ello se lograría retener a aquellos que desean seguir en la localidad.

En cuanto al futuro tienen claro que dependen directamente de la población con la que cuente la zona. «Si no viven en esta comarca no van a acudir a este centro, no depende de los propios chavales y sí de la situación laboral de las familias, por lo que va muy ligado a cuestiones como el empleo en el medio rural», comenta la directora. Por su parte, Nino Gil también incide en esa idea para defender que se requiere un mayor asentamiento en los pueblos y para ello se han de tomar decisiones. «Si hay trabajo e industria la gente se quedará, y vendrán más alumnos, ya sea a este centro o al de Villadiego», afirman. 

Celebración. Motivos de sobra tiene el IES Odra-Pisuerga para celebrar este curso y el XXV aniversario pretende convertirse en una gran fiesta de toda la comunidad estudiantil, de quienes están y también de aquellos que han pasado a lo largo de estos años. Para el próximo sábado 7 de mayo se ha organizado, desde las 12 horas, una gala en el salón de teatro Rodríguez de Celis de Melgar de Fernamental y posteriormente se realizará una paellada en la zona del instituto. No faltarán reencuentros, sorpresas y sorteo de regalos.

Esther Cabria, exalumna y exprofesora del instituto: «Siempre ha sido un centro cercano; en grupos pequeños hay más confianza»

Estudió en el Odra-Pisuerga y años después pudo ejercer de profesora, motivos que hacen que Esther Cabria tenga un cariño especial al instituto. Lo define como un centro «muy cercano» y considera que el hecho de contar con grupos más pequeños permite establecer «mayor confianza que en otros más grandes». Terminó Bachillerato en el año 2004 y durante el curso 2019-2020, coincidiendo con la época de la pandemia, pudo elegir Melgar de Fernamental como destino para poder dar clases de latín, griego y cultura clásica. Al comprobar que se ofertaba una plaza en su querido instituto le hizo una ilusión tremenda, ya que llevaba años soñando con esa oportunidad y desea regresar tan pronto como sea posible. «Ojalá me vuelva a tocar», comenta. «Soy de aquí de toda la vida y aunque haya estudiado fuera tenía claro que me quería quedar aquí a vivir porque me gusta mucho», manifiesta Cabria. De hecho, ella reside en el pueblo y ahora se traslada a diario hasta Palencia a trabajar.

El trato personalizado se alza como uno de los principales beneficios que tiene para los alumnos asisitir a este instituto, según Cabria. Cree que resulta más fácil «perderse» en una clase grande debido a que «muchas veces no se puede llegar a todos» y que la metodología que se ofrece en la villa permite «preguntar dudas de forma más fácil y establecer un trato más cercano, el ritmo de clases es otro». Desde el punto de vista de profesora, detecta ventajas en el hecho de poder conocer a compañeros y compartir conocimientos.

Muchos alumnos acuden desde el propio Melgar, pero la realidad es que quienes han pasado por el centro reconocen que sirve como un magnífico punto de encuentro para hacer amigos de los pueblos cercanos. Abdelhadi Totts, que terminó en 2006, acudía desde Hontanas y confirma que le sirvió para conocer nuevos amigos, especialmente de Castrojeriz. «Íbamos juntos en bus y luego estábamos en clase, nos conocimos todos los chavales gracias a eso», asegura, que además comenta que sus cuatro hermanos también han pasado por el centro educativo. Por su parte, Rebeca Esteban, expone que su mayor recuerdo «es haber tenido a la mejor profesora, Arancha, que fue orientadora y directora». Actualmente gran parte de su familia reside en Melgar y sus sobrinos acuden al instituto. Cree que a medida que se van cumpliendo años, y especialmente al llegar a Bachillerato, se valora en gran medida la atención que se presta a cada uno de los alumnos.

«Fue una buena época, nos lo pasábamos muy bien, éramos gente de diferentes pueblos que formamos una piña y al final nos hemos llevado amigos para toda la vida», recuerda Esther Grijalvo. En su caso acudía desde Villasandino y terminó en 2010 puesto que después acudió al instituto a Villadiego, donde se oferta el Bachillerato de Ciencias. Además, destaca que el «nivel del instituto es muy bueno» y considera por ello fundamental seguir apostando por una educación de calidad en el medio rural con el objetivo de que «los padres vean como una opción criarse en el pueblo, que no es limitante para nada».