El fútbol nos sorprende cada jornada con situaciones insólitas, difíciles de ver y entender. Se disputaba el partido San Telmo-Briviesca de la Liga Recoletas, competición regional juvenil. A los cuarenta minutos de juego, el cuadro de la Bureba se había quedado con diez jugadores por la expulsión por doble amarilla de un jugador visitante. Acababa la primera parte con el marcador de 4-1 a favor de los palentinos.

Cuando el trío arbitral se dirigió a los vestuarios del campo del CDSan Telmo, el colegiado palentino César Lobos Bores, junto a sus asistentes, se percataron de que alguien había entrado en los mismos y que el móvil del árbitro había sido destrozado.

Inmediatamente, puso los hechos en conocimiento del delegado del club local y se avisó a la Policía Nacional con el fin de presentar una denuncia. Tras unos momentos de incertidumbre, se dio con el presunto autor de los hechos: el jugador burgalés, que minutos antes había sido expulsado y del que se obvia el nombre al ser menor de edad.

Los padres del chaval estaban presentes en el partido, desplazándose desde Briviesca a Palencia y se dirigieron al lugar de los hechos para ver qué estaba sucediendo. Tras escuchar a su hijo y al entrenador de su propio equipo, hablaron con el colegiado para pedirle perdón y abonar el precio del móvil, y así evitar más vergüenza y una denuncia.

César Lobos Bores se mostró comprensivo, vio no solo la predisposición de los padres, sino el dolor que estaban sufriendo. Accedió a no presentar denuncia y horas más tarde se le abonaba el precio del móvil destrozado. Eso no significa que no hubiese consecuencias deportivas y las que habrá.

El partido fue suspendido en el descanso, con ese marcador de 4-1. El árbitro elaborará el acta detallando todo lo sucedido y se espera una dura sanción para el jugador. En el Briviesca también están avergonzados por lo sucedido y no es descartable que tomen medidas.