Un palacio de Espinosa como centro de congresos y museo

A.C./ Espinosa de los Monteros
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Su propietario desde 2017, José Andrés Peña, descendiente de los Velasco, quiere devolver el inmueble de los Cuevas de Velasco a su estado más original y rescatar su colección pictórica

José Andrés Peña Bergas, frente a la fachada principal del palacio con los escudos de los Velasco. - Foto: A.C.

Lo intentó adquirir hace dos décadas, pero la falta de acuerdo entre los herederos le llevó a desistir. En 2017 volvió a tener la oportunidad y esta vez sí pudo comprar el palacio de los marqueses de Cuevas de Velasco, que en origen perteneció a su familia, enraizada con la Casa de los Velasco Señores de Santelices de Valdeporres y que desciende a su vez de la rama de los condes de la Revilla. José Andrés Peña Bergas, el nuevo propietario del magnífico edificio de arquitectura herreriana que el rey Felipe IV donó a su mayordomo mayor, Pedro de Velasco, ya tiene un estudio de patologías y ha realizado calicatas para descubrir elementos originales, así como un retejado de emergencia. Al mismo tiempo, ya ha iniciado las gestiones para localizar un estudio de arquitectura que redacte el proyecto y busca constructoras especializadas en patrimonio para afrontar la restauración del tejado y su estructura, la obra prioritaria para conservar el palacio.

Este empresario, radicado en Madrid pero con casa familiar en Santelices de Valdeporres, hunde sus raíces en la larga historia de la comarca, que visita con asiduidad. Entre sus antepasados se cuentan varios Monteros de Espinosa, como José Bravo de Porras y Velasco, cuyo expediente de montero del año 1666 es el más antiguo que conserva el Archivo municipal de Espinosa después de que lo donara su abuela, Sofía Varona Estébanez.

Estos vínculos familiares determinaron que los propietarios del palacio se lo confiaran a él y rechazaran a otros compradores, después de mantener el edificio en desuso durante décadas. A José Andrés Peña también le precede el trabajo de restauración realizado en Puentedey, donde adquirió en 1997 una parte del conocido como palacio de los Fernández de Brizuela, que procede de los Porras. Las obras, muy meditadas, se alargaron una década, pero el empresario, muy satisfecho con el resultado final, explica que se las confió a una empresa radicada en Santillana del Mar que utilizaba técnicas del medievo y trabajaba al detalle. Hace unos años lo vendió.

Mucha calma. Férreo defensor de analizar con mucha calma las soluciones que se den al palacio espinosiego, Peña Bergas está llevando a cabo un minucioso estudio para realizar la restauración. Su proyecto pasa por devolver el inmueble a su estado más original. En el exterior, eliminando carpinterías añadidas en las ventanas o moviendo los pináculos a los lugares donde todo indica que estuvieron inicialmente, y el interior, dejando diáfanas las grandes salas del palacio derribando tabiques recientes.

De este modo se adaptará mejor a los usos que planea. Por la grandeza del palacio, con tres plantas de 500 metros cuadrados cada una más una capilla y unos 5.000 metros de terreno rodeado por un extraordinario muro de piedra almenado, la celebración de congresos de profesionales y eventos podría ser uno de los usos futuros del palacio. Su propietario desea que «el edificio se mantenga económicamente por sí mismo», como explica a DB, por lo que también baraja la posibilidad de prestar la capilla para bodas y celebraciones en los futuros jardines.

Otro de los ambiciosos objetivos de José Andrés Peña es volver a adquirir parte de la magnífica colección de unos cincuenta cuadros que colgaban de las paredes del palacio y que fue vendida a finales del siglo XIXa José Fernández de Velasco, que los trasladó a su palacio de Villacarriedo (Cantabria). Entre ellos se cuentan obras de discípulos de Velázquez. Si lo lograse, otra de las opciones para el palacio sería la de convertirlo en un museo. Este empresario, investigador de la historia de los Velasco, también quiere reclamar con el apoyo de las instituciones que una pintura desaparecida del altar mayor de la capilla después de que el conjunto fuese declarado Bien de Interés Culturalen 1991 regrese a Espinosa, como marca la ley. Se trata de El apóstol Santiago en la batalla de Clavijo, de Orazio Borgianni.

Mientras, otras valiosas piezas se conservan intactas, como la balconada de roble que rodea la parte alta del zaguán de la puerta de mediodía, desde la que se presume que el rey Felipe IV y sus invitados disfrutaban de obras de teatro. La Calderona, la actriz de moda amante del rey y madre del bastardo Juan de Austria, pudo actuar en el palacio, donde el vástago pasaba largas temporadas al cuidado del mayordomo mayor.

Pabellón de caza real. El palacio de los Cuevas de Velasco tuvo su embrión en un pabellón de caza real que Peña afirma que lleva el sello del arquitecto real Juan de Herrera. El rey Felipe IV lo donó a su montero y mayordomo mayor, Pedro de Velasco y éste le añadió la capilla dedicada a Santiago Apóstol, concluida en 1632, y diseñada por otro arquitecto real, Juan Gómez de Mora. La capilla fue fruto de un traslado de la abadía ya arruinada que los Velasco custodiaban junto a su torre en Espinosa. Aquel monasterio ubicado junto en la salida a Reinosa, al pie del primitivo Camino Viejo o Camino Olvidado a Santiago estaba arruinado y Pedro de Velasco prefirió levantar un nuevo templo y trasladar allí los sacramentos de Santiago Apóstol.