"Las crisis siempre afectan más a los más pobres"

A.G.
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ENTREVISTA | En 2017, el burgalés Óscar Martín Vicario fue nombrado miembro del Consejo General del Instituto Marista tras años en diferentes cargos de la institución tanto en España como fuera. En la actualidad reside en Roma

Óscar Martín Vicario.

El próximo mes de octubre se cumplirán dos años desde que Óscar Martín Vicario fue elegido miembro del Consejo General del Instituto Marista, conformado por ocho personas que son las responsables de dirigir la institución a nivel mundial. Martín Vicario (Burgos, 1966) cree que el nombramiento fue un privilegio "pero sobre todo un servicio que consiste en coordinar, crear vínculos, trabajar en red y ayudar a caminar con una visión común". Su labor desde Roma, donde se encuentra ahora, es ser enlace para América del Sur y África, dos zona "llenas de vida y también de desafíos". El Instituto Marista está conformado por 3.000 hermanos, que es el nombre que se dan, y miles de laicos en 80 países de Europa, América y Oceanía y 20 de África y Asia.

¿De qué manera se adaptan a las diferentes realidades? Porque imagino que no será lo mismo trabajar en Burgos o en Colombia o en Nigeria…

Trabajar con niños y jóvenes, especialmente con los que más necesitan ayuda y educación es fascinante. Es mi vocación y lo vivo con intensidad cuando he trabajado en España, o en Mozambique, o ahora en Roma, aunque con funciones distintas. Pero es cierto que cada lugar tiene su sabor especial y las necesidades son distintas. Como siempre, los más pobres son los que más nos enseñan y nuestras presencias tiene que adaptarse a cada situación. En unos lugares con escuelas formales e intentando siempre ofrecer una educación de calidad; en otros países, con más obras sociales y presencias más sencillas, en la periferia.

¿Qué validez cree que tiene el mensaje de su fundador, Marcelino Champagnat, en la actualidad?

Es un mensaje universal: educar a los niños y anunciarles que Dios les ama. Una educación integral e inclusiva, una educación que favorece a los más necesitados. Aún me emociona repetir su mensaje: para educar a un niño hay que amarlo. ¿Cómo no va a ser esto actual?

Unicef ya ha alertado sobre las dificultades en África de acceso a la educación y a la sanidad por culpa de la covid-19. ¿Cómo analiza los retrocesos que la pandemia va a suponer para la infancia, fundamentalmente en las zonas más desfavorecidas?

Estamos a ante un momento histórico y un desafío que puede ser dramático si no despertamos una corriente de colaboración y solidaridad. Como siempre, son los pobres los que más sufren las crisis. Y, entre ellos, los niños son especialmente vulnerables. Una crisis de salud como esta, en países con recursos muy limitados, va a poner en evidencia la falta de medios sanitarios pero va a hacer también que se recorten los escasos recursos dedicados a educación, que haya más niños enfermos o sin escuela, sin lo básico para vivir. Esta es una necesidad urgente.

Uno de los objetivos de Champagnat era hacer de los jóvenes "buenos cristianos y buenos ciudadanos". ¿Cree que en estos momentos, en los que tanto se está apelando a la responsabilidad individual en el sentido de no expandir más el virus para protegernos a todos y en especial a los más vulnerables, la sociedad está dando la talla, es decir, estamos siendo buenos ciudadanos?

Creo que mayoritariamente nuestra sociedad ha demostrado respeto, madurez y corresponsabilidad. El slogan "de esta crisis no salimos solos" encierra una gran verdad. Y, afortunadamente, hemos visto aflorar muchos valores de solidaridad, compromiso y servicio. Ojalá sean actitudes duraderas.

¿Cómo está viendo desde fuera la forma de reaccionar de la sociedad española ante la pandemia?

Por un lado, con ese respeto y responsabilidad que he señalado. Por otro, con la preocupación de que tenemos mucho más que avanzar y aprender como sociedad. ¿Qué decir del cuidado y respeto de los mayores, que a veces hemos visto abandonados? ¿Cómo no conmoverse ante el aumento de la pobreza, los parados, las familias sin recursos? Las personas y su cuidado han de ser la prioridad de todos, en primer lugar de los políticos.

Esta situación ha puesto en evidencia algunas carencias o problemas como la rapidez con la que vivimos todos, que no nos deja centrarnos en lo realmente esencial; la importancia de trabajos a los que siempre se ha despreciado (limpiadoras, cajeras) o el deterioro que el ser humano causa al medio ambiente. ¿Qué reflexión le merece? ¿Qué hueco puede tener la espiritualidad en la ‘nueva sociedad’ que dicen que saldrá después de la pandemia?

Leí hace poco una entrevista al gran sociólogo Alain Touraine que decía que la crisis ha dado el protagonismo social al grupo "de los cuidadores". Es verdad. Y es admirable el ejemplo de tantas personas sirviendo a los demás en sus empleos, en las familias, en las residencias... Tenemos ante nosotros el reto de hacer una ‘desescalada’ con alma, y una sociedad con alma, en la que esa palabra, tan humana y tan espiritual, sea prioritaria: el cuidado. Cuidado de los otros, cuidado de los débiles, cuidado de nuestra casa común... El fruto de una espiritualidad auténtica es siempre la compasión.

¿Qué podría aportar la institución marista a esta espiritualidad?

Desde nuestros orígenes, nuestro carisma tiene una honda sensibilidad hacia los más desatendidos y necesitados, sobre todo los niños. Nuestra espiritualidad, como hermanos al servicio de los demás, no es monacal sino apostólica. Como Marcelino Champagnat, nuestro fundador, intentamos encontrar a Dios en la oración pero también en la vida, en los niños, en los hombres, en los pobres. Ahora, este rostro de Dios se ha hecho evidente e interpelante en los sufrientes, los enfermos, las víctimas.

¿Tiene alguna clave con la que enfrentar la crisis económica y social que se vislumbra detrás de la sanitaria? ¿Qué cree que pueden aportar ustedes como institución a lo que se viene llamando ‘reconstrucción’?

Ojalá tuviese alguna clave de solución. Pero, aunque no tenga soluciones eficaces, sí creo tener una clave de sentido, que al fin es el núcleo mismo del Evangelio: esta clave es la persona, poner a cada ser humano en primer lugar, priorizar a la persona por encima de otros intereses políticos o ideológicos. Como institución dedicada a la educación, hemos de tomar un poco el papel de ser conciencia social para recordar este valor fundamental e irrenunciable de la persona, de cada persona.

¿Qué lugar tiene que tener en ese escenario la educación?

Precisamente, la educación es un potente instrumento para humanizar, socializar, suscitar valores. Esos valores que ya están en el corazón de cada ser humano, y tenemos que despertarlos. Es el educar para florecer que decía Seligman. A los educadores de a pie nos sorprende cómo siempre los partidos políticos se pelean entre ellos por controlar la educación, y cómo no se logran consensos globales en esta importante área. Es un signo de la potencia de la educación, de su importancia y de lo trascendente que es para el presente y el futuro. Champagnat decía también que educar bien a un niño es más importante que gobernar.

¿Y dentro de la educación qué valor le da a la defensa de los derechos humanos?

Es un valor fundamental: la persona como centro, cada niño como ser único, don maravilloso, protagonista de su vida, constructor de una sociedad mejor, hijo amado de Dios. Y, por lo tanto, la educación ha de estar siempre al servicio de los derechos de los niños, y de los derechos humanos. Estamos obligados, moralmente, a trabajar por estos valores, por los derechos de todos los hombres, por un mundo más justo cada uno desde nuestro puesto.

¿Le preocupa que en tiempos de crisis pueda haber algún retroceso en los logros conseguidos por los colectivos más vulnerables?

Es un riesgo siempre presente. Desgraciadamente, los recortes y las crisis siempre afectan más a los pobres y vulnerables. Y esto sucede dentro de cada país, y también a nivel internacional. Me preocupan las crecientes bolsas de pobreza en nuestros países, pero también cómo van a salir de todo esto países como Haití, Perú, Ghana, India... En un mundo interconectado y globalizado, sería muy triste que retrocedamos cerrando más nuestras fronteras y nuestras mentes, en vez de abrirlas a la solidaridad y a la familia humana mundial que somos.

¿Cómo andan de vocaciones? ¿Los jóvenes se sienten atraídos por la institución marista?

Esto es diferente dependiendo de los lugares. En Europa tenemos pocas vocaciones, pero gracias a Dios de mucha calidad, con jóvenes muy conscientes y maduros. Nosotros, en esta zona hemos tenido en estos años cuatro o cinco jóvenes de España y Portugal que han profesado como hermanos. Pero es cierto que son números pequeños. Tenemos más vocaciones en otras zonas, y en algunos países de América, África y Asia hay respuestas vocacionales numerosas... estamos trabajando mucho en la formación de estos jóvenes.

¿Cómo les ha dañado la crisis de los abusos sexuales a menores cometidos por miembros de su entidad?

Es un tema sensible y difícil que, ciertamente, ha tenido impacto en muchas instituciones, especialmente en algunas dedicadas a la educación. Nosotros, desde el primer momento, hemos sido serios y responsables en la denuncia, la transparencia, y la colaboración con las autoridades porque tenemos claro que lo primero son las posibles víctimas. Lamentamos no haber detectado antes algunos de esos casos pero para nosotros es claro que siempre pondremos por delante la verdad y la justicia. Y, desde luego, la protección de los niños.

¿En qué les ha cambiado que se hayan conocido estos casos? ¿También han tenido que reconstruirse?

Más que reconstruirnos, hemos recuperado y reforzado algunos de nuestros principios más genuinos y aumentado la atención, la vigilancia y el cuidado. Si el respeto a los niños fue siempre parte de nuestro sistema educativo, ahora hemos reforzado todos los protocolos de protección, la formación de educadores en esta área, los mecanismos que favorezcan la protección de cada niño. Trabajamos muy seriamente para que las escuelas maristas sean siempre lugares seguros y confiables para todos.

¿Cree que la Iglesia, en general, ha sido lo suficientemente firme contra la pederastia en muchos de sus ámbitos?

Sin duda hubo algunas vacilaciones al inicio, o en algunos lugares, donde no se respondió con la necesaria agilidad ni trasparencia. Y este es un tema importantísimo. También hubo mucho desconocimiento. Sin embargo, la reacción después ha sido clara y contundente, y confío en que todas las medidas aprobadas se pongan en práctica y den sus frutos. El Papa Francisco ha sido claro y valiente en este tema, tratando de reparar errores y, sobre todo, de evitar que se repitan. Estamos con él en su opción de "tolerancia cero", apoyando siempre la defensa de los niños, la protección y el cuidado.

¿Tienen herramientas para asegurarse de que no volverán a pasar más casos?

Siempre fue parte de nuestro ideario. Sin embargo, ahora hemos actualizado y multiplicado los medios, sobre todo en tres campos: equipos más completos, multidisciplinares y eficaces en cada colegio para la detección, denuncia, protección y atención ante cualquier caso; una mayor formación en esta área de todos los educadores y cuantos están en contacto con niños y protocolos de actuación eficaz e inmediata, priorizando siempre la justicia, la atención a los niños y la trasparencia.