Pacheta, un entrenador burgalés de Primera

INÉS MORENCIA (EFE)
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El técnico de Salas de los Infantes conquista a todos por su cercanía y cumple lo prometido a su llegada: devolver al Real Valladolid a la máxima categoría

Pacheta, con el micro, tras devolver al Real Valladolid a Primera División. - Foto: @RealValladolid

José Rojo Martín, Pacheta, es "el hombre tranquilo" y, como John Wayne, ha cumplido con lo que prometió al llegar a Valladolid en el verano de 2021, subir a Primera, manteniendo el mismo mensaje de confianza y trabajo, y superando con mano firme todos los obstáculos que han ido surgiendo en el equipo blanquivioleta a lo largo de la temporada.

Al igual que en la película de John Ford de 1952, el técnico burgalés llegó a una ciudad dolida por el descenso de categoría, y muy exigente en cuanto al regreso a Primera. Es decir, que como Wayne en Irlanda, los aficionados esperaban que fuera a luchar de manera enfebrecida, pero se encontró a una persona cuya filosofía se ha basado en la claridad y la honestidad del día a día, y en una templanza continua.

Fue conquistando poco a poco, de manera paulatina, mostrando su cercanía en cada entrenamiento. Una de las claves de su éxito ha sido y es, sin duda alguna, la capacidad de transmitir confianza a los jugadores y de aportarles, constantemente, apoyo, explicando sus movimientos y su forma de actuar. Y con ello, incluso aquellos que han salido menos minutos se han sentido importantes en el Real Valladolid. Y eso ha sido fundamental para convertir el vestuario en una piña y obtener toda la fuerza para llegar a la última jornada creyendo en sus posibilidades, aunque en este caso no solo dependieran de ellos.

A John Wayne, que se juró no pelear nunca más tras matar a un boxeador durante un combate, se le exigió hacerlo para poder ganarse el respeto de la mujer que quería, de su familia, y del pueblo en el que vivía. Tuvo que plegarse a la idiosincracia del lugar, pero manteniendo su calma hasta el final, incluso cuando tuvo que dar puñetazos. Pacheta ha sido ese mismo hombre con principios que ha tenido que lidiar con la continua responsabilidad de tener que ganar cada partido, con las críticas feroces mostradas cuando no lo logró -como ante Burgos, Tenerife, Girona, Amorebieta o la Real Sociedad B-, pero nunca le ha pesado y ha salido reforzado de ellas, conservando la fe en su trabajo.

De madre molinera y padre obrero del campo, comenzó a jugar al fútbol en su pueblo natal, Salas de los Infantes (Burgos), con 16 años, pero trabajó en una fábrica de madera y dio clases en el instituto de Santo Domingo de la Calzada hasta que, después de casarse joven, con 21 años, decidió dedicarse al fútbol dos años después. Debutó en el Rácing Lermeño y luego jugó en el Numancia, el club que le daría la oportunidad de desarrollarse, además, como director deportivo y como entrenador, siendo su primera temporada al frente de un banquillo la 2008/09, después de haber destituido a Sergio Kresic siendo el director deportivo de la entidad soriana.

Ha pasado por equipos como Marbella, Mérida, Espanyol, Real Burgos y Numancia, durante su etapa como jugador, y por el Numancia, Oviedo, Cartagena, Hércules, Elche, Huesca y Real Valladolid, como técnico, a los que se añade el Korona Kielce polaco y el Ratchaburi tailandés, donde aprendió, aún más, a valorar su tiempo en familia y a crecer como profesional, sobre todo, desde el plano psicológico.

El técnico que ha logrado devolver al Real Valladolid a Primera es una persona humilde, cercana, entregada a su trabajo, dedicada a los suyos, un motivador nato, honesto, claro, directo, comprensivo, comedido pero optimista, y alguien que siempre ha mostrado su orgullo respecto al club, su cuerpo técnico y, sobre todo, sus jugadores, del primero al último.

Ante los que le consideran conformista, porque tras una derrota volvía a insistir en que las cosas se estaban haciendo bien y que solo había que tener paciencia, creer y no salirse del camino trazado, supo levantarse y seguir con su programa y eso que las derrotas le "han jodido mucho", como él mismo reconoció.

No ha sido un trayecto fácil, puesto que las lesiones, la covid, algunas decisiones arbitrales y la mala suerte en algunos partidos, trastocaron esa planificación medida pero demostraron su capacidad para adaptarse a las circunstancias y hacer de la necesidad, una virtud.

Ahora disfruta de ese momento dulce que supone un ascenso; del premio a la entrega y al esfuerzo realizado; de esa confianza dada a la plantilla, y que le han devuelto con creces; de la fiesta y el reconocimiento de la ciudad, de las instituciones, de los aficionados y de la directiva, presidida por Ronaldo Nazário, a quien ha defendido siempre cuando ha sido cuestionado sobre su escasa presencia en el equipo.

Eso sí, tras conseguir el ascenso directo, este "hombre tranquilo" desató su emoción, lanzando los puños al aire, en un gesto de rabia contenida, alegría, satisfacción y felicidad inmensa. Pacheta, quien desconoce de dónde procede su apodo, se ha convertido en un referente de saber estar y en un ejemplo de autoestima bien llevada. La próxima temporada, ya en la máxima categoría, deberá hacer frente a otras situaciones, más tensas si cabe porque el objetivo será la permanencia. Otra historia y otra película.