Perros al rescate de la urbanización fantasma de Buniel

H.JIMÉNEZ
-

La Unidad Canina de Salvamento del GREM utiliza la frustrada urbanización de Martinsa Fadesa como lugar de entrenamiento para simular terremotos o catástrofes naturales

El entrenamiento de Buniel lo desarrollaron junto a compañeros de Italia. - Foto: Unidad Canina del Grem

El único terremoto que ha pasado por Buniel fue el del crack inmobiliario de 2008. Fue entonces cuando quedaron sin acabar cientos de viviendas, algunas de ellas a punto de recibir a sus habitantes, y desde aquel momento los temblores se acabaron. La urbanización Soto del Real quedó como el paradigma más fotogénico de la crisis, con esos chalés a medio terminar, esqueletos de hormigón y ladrillo que nunca llegaron a acoger los sueños de sus habitantes. Ahora por lo menos alguien puede aprovecharlos.

La Unidad Canina de Salvamento del Grupo de Rescate Espeleológico y de Montaña (GREM) ya ha utilizado en varias ocasiones los restos de la promoción inmobiliaria para el entrenamiento de sus perros, y la semana pasada ha vuelto por allí. Así alguien saca partido de los recovecos, los escombros, las alcantarillas y los miles de agujeros que salpican la promoción.

Álvaro Martínez, responsable de la unidad, explica que las últimas sesiones de formación las han llevado a cabo con el grupo Le Fiamme, de la localidad italiana de Cuneo, y con la Cruz Roja del Piamonte. Ya vinieron antes de la pandemia, en el año 2018, luego el GREM burgalés les devolvió la visita y ahora los transalpinos han repetido estancia en la cabeza de Castilla.

«La urbanización de Buniel nos sirve para entrenar rescates simulando un terremoto o una catástrofe», relata. Aunque es consciente de que el terreno fue vallado hace tres años, explica que la perimetración está rota por varios sitios, lo que permite acceder al recinto sin mayor problema. De hecho, tal y como este periódico ya denunció en el mes de marzo, ha sido pasto del vandalismo, de los grafitis, de multitud de vertidos de escombros e incluso de la sustracción de adoquines en las zonas que ya habían sido pavimentadas, como aceras o plazas peatonales.

«Puesto que es lo más parecido a una edificación caída y apenas tenemos oportunidades de entrenar en sitios con escombros o casas a medio construir o derruidas, nos viene muy bien para eso». Los chalés unifamiliares o adosados «han quedado como casas compartimentadas y los recovecos dificultan al perro el rastreo del olor. Usamos por ejemplo el hueco de las escaleras para taparlo de forma que solo haya una pequeña abertura por la que el perro tiene que meter la nariz y oler. Eso te sirve muy bien para lo que el animal se va a encontrar en situaciones reales».

Martínez admite que «es triste» que un lugar como Buniel haya caído tan bajo como para servir de entrenamientos de catástrofes. Allí en su momento llegaron a planificarse 1.400 viviendas distribuidas en 340 colectivas, 260 adosadas, otras tantas pareadas, 60 agrupadas, 182 pisos, locales comerciales, una zona verde y equipamientos. 

Por muy grande que sea la urbanización, los entrenadores de los perros de rescate se ven obligados a cambiar frecuentemente de lugar de entrenamiento para que los canes no se aprendan los 'trucos' de cada entorno. 

De ahí que además de Buniel hayan adoptado también como lugar de entrenamiento un antiguo hospital de tuberculosos en Valbuena de Pisuerga (Palencia), que también fue colonia infantil para hijos de las fuerzas armadas. Es otro edificio en ruinas que les viene de perlas para simular terremotos. Tanto como la urbanización fantasma más famosa de la provincia de Burgos.