Hijos de Baco

ALMUDENA SANZ
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El descubrimiento de la villa de Santa Cruz marca la historia más reciente de este pueblo ribereño que invita a subir sus cuestas y perderse por sus calles tras los pasos de los bañuscos o, como dice la coplilla, santurrones

Vista de Baños de Valdearados desde la carretera una muy soleada mañana de mayo. - Foto: Patricia

* Este artículo salió publicado en el suplemento Maneras de Vivir el 5 de junio de 2021.

Pasear por las calles de Baños de Valdearados en verano, en medio de la bacanal romana que propicia la fiesta del dios Baco, nada tiene que ver con la tranquilidad de brujulear por su caserío un jueves de mayo. Eso sí, el sol no se pierde una. El descubrimiento de la villa de Santa Cruz y sus imponentes mosaicos con la deidad como protagonista marca la historia contemporánea de este pueblo ribereño que se viste con túnica y corona de laureles el penúltimo fin de semana de agosto para gozar de una fiesta declarada de interés turístico regional. Más allá de este puntual jolgorio, brinda atractivos que bien valen una caminata que desvela una historia de dioses y paganos.

Para rastrear el origen de Baños, Elena Martínez y Paloma Cerezo, vecinas del municipio, voluntarias del programa Te enseño mi pueblo, se detienen en el granero. No se trata de multiplicar panes y peces. Pero sí de que en ese lugar se localizan los primeros asentamientos, anteriores a la época romana, y también que allí se levantó la primera parroquia, consagrada a Santiago. Una primitiva ermita que dará paso a un cementerio para los llamados pobres de solemnidad, después a un granero de cereal y, en la actualidad, a un salón municipal multiusos, donde una noche hay función de teatro, otra banquete de boda, otra el baile de fin de año...

Detalle de una de las solanas más antiguas, construcción habitual en las casas de Baños.Detalle de una de las solanas más antiguas, construcción habitual en las casas de Baños. - Foto: Patricia

De ermita a ermita y tiro porque... Un inmaculado y gigante Sagrado Corazón de Jesús refulge en lo alto del pueblo. Golpea imponente sobre la ermita del Santo Cristo, a la que se llega tras superar una empinada escalinata. La bendición hay que ganársela con el sudor de la frente.

El Santo Cristo se construye aprovechando los restos de una antigua fortaleza. Aún quedan saeteras que dan fe de ese pasado. Sus puertas se abren en contadas ocasiones. En su interior se celebra la Cruz de septiembre, incluida la novena, la oración de Viernes Santo tras el vía crucis que recorre las calles y es costumbre que los recién casados suban hasta allí para cantar la Salve tras la boda y bailar la jota.

Alguna mente preclara detuvo su construcción allá por el año 1542. Algo que se aprecia sobre todo en el interior. La bombillita se encendió. ¿Por qué gastarnos los dineros si el pueblo está creciendo hacia el sur y el este, les va a costar subir hasta aquí y vamos a perder monedas y fieles?

Las cuadrillas, de todas las edades, disfrutan en los merenderos y las bodegas.Las cuadrillas, de todas las edades, disfrutan en los merenderos y las bodegas. - Foto: Patricia

Y así fue como aquí se paralizaron las obras a mediados del siglo XVI y se puso la mirada sobre la antigua ermita de San Cristóbal, más cercana a la población que se iba asentando en esta localización. Se erige en su lugar la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

Curiosidades de este templo: sus puertas son del siglo XIX porque las originales las quemaron las tropas francesas; la portada da cuenta de su origen con el texto Hízose esta iglesia siendo cura el licenciado Moreno acabándose en el año 1658 siendo maestro de obras Martín de Tejera; y en su interior guarda algunas joyas como unas tablas flamencas, que se cedieron para Las Edades del Hombre de Astorga (2000) y Arévalo (2013), y un terno compuesto por dos dalmáticas y una casulla y una capa procesional bordadas por la reina María Cristina y donadas por su confesor, el padre Zacarías Martínez Núñez, uno de los hijos ilustres del pueblo.

Este fraile agustino sí fue profeta en su tierra. Una placa colocada en 1919 recuerda cuál fue la casa natal de este discípulo de Ramón y Cajal que llegó a ser obispo de Huesca, Vitoria y Santiago de Compostela, donde murió y fue enterrado en 1933.

Rollo que celebra la independencia en 1636.Rollo que celebra la independencia en 1636. - Foto: Patricia

Sol y agua. No solo de sotanas vive la historia de Baños de Valdearados y no solo a Baco debe su devoción por el vino. El cereal y la viña son el principal sustento de sus habitantes, de los que no están jubilados, porque, aunque aún mantiene el pulso (que la escuela aguante es el mejor termómetro), ya no es lo que era.

Siempre hay algo por lo que celebrar o llorar y siguen los bañuscos tirando de jarro de vino. Las cuadrillas no se pierden una. Bodegas y merenderos se perfilan por las faldas del Santo Cristo, con sus zarceras, reconstruidas de hace diez años a acá, y los cercanos lagares, ya en desuso pero en pie. Aún dejan ver la viga de la prensa y algunos conservan una cruz de piedra en relieve en su fachada, que, según unos, pedía por el buen hacer del caldo y, a entender de otros, eran simplemente las cruces que marcaban el paso en la procesión de Viernes Santo, llamada, como en otros sitios, la carrera.

De camino al río Bañuelos, a la fuente del Lugar, donde aún se toma la fresca, el visitante se topa con el Ayuntamiento, que ahora lanza sendos SOS por la sanidad y el turismo rural igual que antaño peleó por su independencia de Clunia y Silos, y cuando la consiguió, en 1636, levantó un rollo jurisdiccional. Con la construcción de la carretera vagó por varias ubicaciones hasta la actual, en la plaza de La Salceda, donde está la escuela y el frontón. Saluda por allí de nuevo Baco. Lo hace en unos murales pintados por Rafael Natera, uno de los vecinos, cuya pincelada luce en otras calles con distintos motivos como unas valientes segadoras.

Detalle de una de las cruces que hay en el pueblo.Detalle de una de las cruces que hay en el pueblo. - Foto: Patricia

Callejeando, callejeando, más que al suelo, la mirada tira hacia arriba, hacia una construcción arquitectónica típica que hay en muchas casas, nuevas y antiguas. Las solanas se asoman hacia el sur y el este en busca del sol para tender la ropa, zurcir los calcetines, dejar que se seque la cosecha de garbanzos o abandonarse al placer de la lectura dando cuenta, cual Baco, de una buena copa de vino, de Ribera, por supuesto.

Y si de volver al principio se trata, para regresar al granero se puede enfilar la calleja del infierno (aunque en la placa oficial sea calle de los Hornos), una de las más antiguas de la localidad, que ni Paloma ni Elena saben a qué debe su sobrenombre, y entonar esa coplilla que dice Ricos los hay en Sinovas, tacaños en Villanueva, santurrones los de Baños y toreros en Caleruega.

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