Aprender a liderar sin cruzar fronteras

S.F.L.
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El voluntariado organizado por la ONG AIPC Pandora en Poza de la Sal sobre desarrollo rural sostenible «deja huella en la villa»

Los voluntarios han intentado producir sal en las salinas pozanas sin éxito por culpa de las lluvias. - Foto: DB

«El pueblo sabe lo que necesita el pueblo y el líder tiene que verlo y escucharlo», declara Luis Sebastián, uno de los jóvenes que ha participado en el campamento de liderazgo juvenil, sostenibilidad y desarrollo rural que la asociación AIPC Pandora ha organizado como alternativa en Poza de la Sal tras el estallido de la pandemia de coronavirus en el mundo.

Ayer finalizó la segunda sesión del programa y los doce alumnos participantes dejan la tierra del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente con pena. «Hemos pasado diez días maravillosos en un lugar con encanto y un gran potencial», declara Miguel. Los componentes del grupo pertenecen a dos programas diferentes: Oportunidad al Talento y Ford Impulsando Sueños, y la gran mayoría cuenta con experiencia en voluntariado en otras partes del mundo como Camboya, India o Marruecos. No obstante, la tierra del Cid en su conjunto y en especial la comarca burebana, con Poza como escenario principal, el Parque Natural de los Montes Obarenes y el Valle de Valdivielso como plató secundario, no ha dejado indiferente a unos muchachos valencianos y madrileños que destacan por sus habilidades en el aprendizaje y sus ganas de cambiar el mundo que les rodea.

La temática programada por la agrupación madrileña, con 17 años de experiencia en el voluntariado internacional, ha girado en torno a una serie de actividades que han permitido madurar el desarrollo de competencias como el liderazgo y reflexión en temáticas sociales relacionadas con los retos globales para erradicar la pobreza o proteger el planeta. Se ha volcado en explicar que «lo rural se puede llegar a entender como un espacio de libertad y que el medio natural puede hacer las veces de escuela ambiental abierta y autodidacta», manifiesta Maialen, una de las coordinadoras del proyecto.

Si bien, las altas temperaturas han obligado al grupo a variar sutilmente las actividades planteadas, han podido conocer los lugares en los que pretendían llevar a cabo parte del voluntariado ambiental. «Oña y el entorno de la Casa del Parque de los Montes Obarenes-San Zadornil me ha dejado sin palabras. Adecentamos el espacio junto a Josu -el encargado de gestionar la instalación- y fue maravilloso», afirma Mariano.

Otra de las experiencias que más ha llamado la atención entre los jóvenes corresponde al tiempo vivido junto a Leandro, un pastor del Valle de Valdivielso, sus ovejas y mastines.  «La sostenibilidad local es uno de los anclajes para construir todo lo demás y por lo tanto ha de formar parte del aprendizaje», expone Mikaela. Pero sin duda alguna, la villa salinera se ha convertido en una segunda casa para ellos. La simpatía de sus vecinos, la posibilidad de moverse con libertad y la seguridad que ofrece la localidad ha maravillado tanto a los participantes como a los coordinadores. «Venimos de grandes ciudades y no estamos acostumbrados a saludar a todo el mundo. Además, las historias y chascarrillos que circulan por las calles son geniales», añade Kimberly.

En el municipio pozano se ha llevado a cabo una labor de voluntariado ambiental y de bioconstrucción. Los jóvenes han limpiado la zona de las salinas, construido una pérgola para que cuando los productores de sal trabajen dispongan de un lugar para refugiarse del sol y reparado un arquetón donde se coge la sal. «Nuestra huella queda plasmada en la villa», rematan.