El gueto de El Encuentro podría dejar paso a un gran parque

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Antes de mayo estará el procedimiento para la compra de otras 7 viviendas para realojos y en paralelo se trabaja en los pliegos que regirán la demolición de las chabolas cuando se vacíen

Las mujeres jóvenes -que aquí posan con Esperanza, la más mayor- están deseando irse de El Encuentro. - Foto: Valdivielso

Aunque menos rápidamente de lo que al vecindario le gustaría, el proceso de desaparición del poblado gitano de El Encuentro camina hacia adelante. «Va bien», dice, escuetamente, la concejala de Servicios Sociales, Sonia Rodríguez, consciente de que cualquier otra valoración e incluso el hecho de poner fechas a los próximos realojos podrían crear falsas esperanzas e inquietud entre aquella población. No obstante y ante la pregunta de si el Ayuntamiento ya sabe qué ocurrirá con esa zona de la ciudad cuando salga la última familia, Rodríguez explica que aunque aún no está determinado ya se ha producido alguna primera conversación con el área municipal de Medio Ambiente en el sentido de que toda aquella extensión se pueda convertir en un parque público.

Ubicados en la antigua carretera de Quintanadueñas, esos terrenos llevan desde 1993 acogiendo no solo casas prefabricadas sino también chabolas y, en muchas ocasiones, una ingente cantidad de basura generada por sus propios habitantes y por otros ciudadanos que han depositado allí objetos inservibles «pensando que es un vertedero», como denuncian algunas de las vecinas, que solo tienen una pregunta para la trabajadora social María José Lastra: «¿Cuándo nos vamos de aquí?

Desde 2020 hasta ahora han salido de allí 15 familias y está previsto que en breve -cuando concluyan las reformas que se están haciendo a los pisos adquiridos por el Ayuntamiento- lo hagan otras siete. En la actualidad siguen viviendo allí 70 personas: Hay 14 familias con hijos, cuatro parejas, tres personas viudas (dos mujeres y un hombre) y dos parejas al cuidado de un nieto cada una, según el conteo exacto de Lastra, que conoce al dedillo las inquietudes del barrio, la prisa que tienen mucha gente joven por marcharse y las pegas que ponen los mayores, acostumbrados durante toda su vida a vivir a ras de calle. «Creo que va a ser positivo para todos porque necesitan relacionarse con el resto de la ciudad, este aislamiento en el que viven no es bueno».

Lo saben perfectamente Elena Dual, de 44 años; Fátima Ramírez, de 41, y Noemí Hernández, de 26, que no ven el momento de estrenar una nueva casa lejos de los prefabricados en los que ahora crían a sus hijos. Tamara Borja ya tiene preparado todo el ajuar: ha comprado muebles y hasta la ropa de cama para estrenarla allí: «Tenemos muchas ganas de salir a la calle y ver tiendas y ver a la gente, aquí estamos bastante deprimidas, ni arreglarnos, a veces, queremos. De hecho, hay mucha gente que no se quita la bata», cuentan estas mujeres jóvenes, que como dice Lastra, han sido siempre un motor fundamental del barrio.

Y mientras ellas preparan con mimo las maletas, en el Ayuntamiento siguen con las gestiones para que El Encuentro sea un recuerdo, como muy tarde, en los primeros meses del 2024.

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