Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Cenar como un rey

27/12/2021

A uno, como sin duda le ocurre a la mayoría de los españoles, le faltó afición para seguir en directo el discurso navideño del jefe del Estado, alimentado de forma descorazonadora, como pudimos comprobar al día siguiente en la prensa, de frases vacuas, yermas referencias a la Constitución y altisonantes apelaciones a la responsabilidad colectiva que acaso deberían dirigirse a ciertos estamentos privilegiados de nuestro país antes que a la sufrida ciudadanía. Y, sin embargo, superficial como es, la curiosidad se le activa ante otros detalles de la Nochebuena real que le son vedados año tras año, singularmente los referidos al menú que se sirvió en la casa de los Borbón, aunque solo sea para cotejar las gollerías que uno imagina exclusivas de Palacio con los platos que se cocinan en su humilde morada. Porque la Navidad constituye en España la fiesta gastronómica por excelencia, y, de la bendita sopa de pescado al tradicional corderito pascual, del humilde cardo con almendras al opulento besugo al horno y otros aristocráticos frutos del mar, cada familia se afana en honrar el nacimiento del rabí de Nazaret con recetas que hablan con elocuencia de la singularidad culinaria de nuestra tierra.

Enredado en tales disquisiciones, y en trance de ir pergeñando la cena de fin de año, se le ha antojado a uno especialmente fructífera la propuesta de los hosteleros burgaleses de habilitar en el antiguo Asador de Aranda, en la Llana de Afuera, una nutricia biblioteca gastronómica, delicada iniciativa consagrada a mezclar los placeres de la literatura y de los fogones y ante cuya mera perspectiva a uno se le hacen ya los dedos huéspedes: unir en nuestro barrio gótico el instinto del detective Pepe Carvalho con la erudición del francés Brillat-Savarin, la esencia gallega de Álvaro Cunqueiro con la carga de profundidad del humor de Julio Camba (aquel admirable periodista que sostenía que «la cocina española está llena de ajo y de preocupaciones religiosas») obrará el efecto de ensamblar dos de nuestros más honorables legados. Y sentados a la mesa y sin necesidad alguna de aguantar discursos tediosos, puede que lleguemos a sentirnos reyes.