Vivir en Burgos, pero con la mente en Ucrania

R. PÉREZ BARREDO
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Seis meses después de que Rusia invadiera su país, tres mujeres que recalaron en la ciudad huyendo de la guerra reflexionan sobre todo estetiempo, sobre su experiencia, sobre su presente y su futuro

De i. a d., Inna, Anna, Nadiya y Anastasiia. - Foto: Alberto Rodrigo

Tienen el semblante serio, reconcentrado, por más que se esfuercen en sonreír o en mostrarse relajadas. No pueden evitarlo aunque hayan pasado ya seis meses de su salida de Ucrania huyendo de la guerra y su llegada a Burgos: el corazón y la cabeza de todas ellas sigue en su país, en quienes se quedaron allí de los suyos: padres, maridos, hermanos, amigos... Medio año después de la invasión rusa de su país, Anna, Anastasiia e Inna, anónimas heroínas, protagonistas de un desgarrado exilio, explican cuánto ha cambiado su vida, cómo se sienten, qué piensan del futuro... Saben que la actualidad lo devora todo, y que el conflicto que vive su país ha podido pasar a un segundo o tercer plano informativo. Pero sostienen que quienes las rodean no lo han olvidado, que no dejan de recibir el cariño, la ayuda y la solidaridad de la sociedad burgalesa, a la que están profundamente agradecidas.Al pie del cañón, siempre, la pareja formada por Nadiya, ucraniana que lleva 22 años en Burgos, y Nacho. Ambos llevan todo este tiempo multiplicándose para ayudar, colaborar, dar cobijo, escuchar, lo que sea que le haga falta a la comunidad ucraniana desarraigada por la contienda de su país. Han creado la asociación Familias con Ucrania, y son un referente fundamental para todos los que han llegado del país vilmente ocupado por Rusia.

Anna no oculta la dureza de los primeros días, el aterrizaje forzoso en una ciudad y un país desconocidos, con una lengua ajena; más aún haciéndolo con dos hijos de 16 y 18 años, uno de ellos con discapacidad. «En mi cabeza había demasiadas cosas, demasiado sufrimiento. Fueron semanas duras». Medio año después, algo ha cambiado: «Estamos bien. Lo tenemos todo para vivir: vivienda, trabajo, colegio, comida, médicos... Pero siempre tengo mi pensamiento allí, en mi familia de allí». No tiene demasiadas esperanzas de que la guerra acabe pronto, aunque naturalmente es su deseo. «Tengo muchas ganas de que la guerra acabe pronto... Pero tengo que vivir el ahora. Me gusta Burgos, a mi familia también. Y la gente se porta muy bien con nosotros. Es buena y solidaria». Anna no tiene claro si, cuando la guerra acabe, su destino inmediato sería Ucrania. «Pienso en mi hijo con discapacidad. Y aquí está bien...».

 

(El reportaje completo en la edición impresa de hoy de Diario de Burgos)