Rocío Martínez

Pegada a la tierra

Rocío Martínez


Quiero ser delgada

27/09/2022

Nunca fui delgada, ni lo soy… ni lo seré. Me ha costado, pero a mis cuarenta y tantos ya lo he asumido. Confieso que en alguna ocasión, si hubiera tenido frente a mí la lámpara de Aladino ofreciendo tres deseos así un poco superficiales, la habría frotado suspirando por una talla menos. «Genio, quiero ser delgada». Porque ese ha sido el patrón de belleza con el que crecí y el que, a casi todas las mujeres que de una u otra forma lidiamos con nuestros michelines desde que somos niñas, nos ha traído un poco por la calle de la amargura. No les digo nada si sales en la tele, que engorda más que la morcilla de Burgos, permítaseme la gracia local. Así, pierdes un par de kilos, te dicen «qué delgada te veo», y tú te pones tan contenta. Anida en ti una especie de satisfacción por encajar, por fin, un poco, en el maldito patrón, con un puntito de nostalgia por aquella época en la que el modelo de belleza lo marcaban mujeres con curvas. ¡Ay!

Pero cumples años, te conviertes en una 'señora', palabra que te horroriza, con la que no te identificas en absoluto, porque tú te sientes joven. Y ¡tachán! Algo hace click. Y no es la lámpara de Aladino. Y a pesar de que las redes sociales te bombardean con cuerpos, con caras perfectas, producto de la naturaleza, de la juventud, de los filtros, de las poses o del bisturí (también con vidas perfectas-pero ese es asunto para otra columna-) descubres que hay otro secreto, y encuentras ahí tu sitio. Ese sitio es el Deporte. De pronto, ya no quieres estar delgada, quieres estar… fuerte, tener unos músculos definidos que sujeten con energía un cuerpo que, consciente de que lleva ya la mitad de la partida jugada, quiere estar a tope para la segunda. El brío juvenil, que hace tiempo dejaste atrás, muta en entusiasmo, en necesidad de extraer todo el jugo a la vida. Y a falta de cuadro de Dorian Gray que envejezca por ti, el Deporte se convierte en el mejor elixir de juventud, porque además de ser la mejor puesta a punto para la carrocería externa, te insufla confianza, seguridad en ti misma y Felicidad, sí, ni más ni menos. Las culpables, las endorfinas, la hormona de la Felicidad la llaman. Lo dice la química y quien lo probó, lo sabe. 

Reivindico a las deportistas como nuevo modelo de belleza e intuyo y celebro que empiece a ser así porque esto no es cuestión de lámparas mágicas, ni de suerte con la genética, eso está en nuestras manos, mejor dicho, en desgastar las suelas de nuestras zapatillas.