Una cápsula del tiempo a orillas del río Tirón

ÁLVAR ORTEGA
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Belorado es una acogedora localidad con encanto medieval situado en la falda de la Sierra de la Demanda. Con sus trocitos de historia y su Museo de la Radiocomunicación, el pueblo cuenta con un gran atractivo turístico

Una cápsula del tiempo a orillas del río Tirón - Foto: Christian Castrillo

Siendo una encrucijada de caminos vital para los reinos cristianos y un enclave fronterizo con los musulmanes erigido a orillas de río Tirón, el rey Alfonso I el Batallador tenía muy claro el valor de Belorado para sus planes de reconquista. El monarca fomentaría el crecimiento de la localidad concediendo fueros especiales a sus moradores, incluyendo el permiso para poder comerciar en la feria, la más antigua que ha sido documentada en España y que aún hoy se celebra cada lunes. Estos privilegios impulsarían el desarrollo de este asentamiento cuyos orígenes se remontan a antes de la época medieval, culminando con la construcción en el siglo IX de un castillo en el promontorio que preside el pueblo, hoy derruido y reconvertido en mirador, y el amullaramiento de sus calles. En la actualidad, aparte de ser un lugar de paso para muchos peregrinos que realizan el Camino de Santiago, Belorado goza de una vida y de una cultura única que la hacen merecedora de una visita.

Aunque cada callejuela esconde una pequeña pieza de su historia, como las casas blasonados de antiguos señoríos o los restos de varios edificios eclesiásticos, es en el antiguo silo de Belorado donde se encuentra el mayor reclamo turístico del pueblo. Tras su rehabilitación, ahora alberga el Museo Internacional de Radiocomunicación Inocencio Bocanegra, único en Europa gracias a la impresionante colección de equipos de radiocomunicación que cobija y a las fidedignas reproducciones a escala real que acompañan a las piezas expuestas para ilustrar su contexto histórico. Inaugurada en el año 2013, la exposición permite al visitante sumergirse en la historia del siglo XX, utilizando los avances en el campo de la radiocomunicación como hilo conductor.

El museo es una incitativa impulsada por el Ayuntamiento de Belorado, pero que no podría haber abierto sus puertas al público sin la generosa aportación de Inocencio Bocanegra. Este empresario burgalés prestó parte de su inmensa colección particular para la exposición permanente del museo. Muchos de sus equipos son únicos en Europa al ser de los pocos que se conservan en funcionamiento, tras haber sido reparados por el propio Inocencio Bocanegra.

Un imponente carro de combate M-60 Patton saluda a los visitantes que entran al recinto de la exposición, que además cuenta con un helicóptero BELL UH1, de la época de la guerra de Vietnam y que fue utilizado por las Fuerzas Armadas de España. Antes de la crisis sanitaria, los más curiosos podían incluso acceder al interior de estas máquinas de guerra, pero hasta que las circunstancias no mejoren, ahora mismo tendrán que conformarse con asomarse desde su exterior.

Junto al tanque aparece la recreación de la caseta del checkpoint Charlie, el puesto fronterizo más famoso del Muro de Berlín, y de la calle en la que se encontraba, la Friedrichstrasse. Y es que la radiocomunicación, aparte de sus usos civiles, ha jugado un papel indispensable en varios conflictos bélicos. Una de las joyas de la exposición es el centro de comunicaciones que la OTAN entregó a Italia, un búnker metálico equipado con equipos de radio que el museo mantiene aún operativos.

A continuación, se pueden explorar los pasillos de del Titanio, incluyendo dos camarotes de primera clase y la sala Marino, donde se alojaban los equipos con los se envió el famoso mensaje de S.O.S. tras chocar contra un iceberg aquel fatídico 14 de abril de 1912. Una catástrofe marítima sin precedentes que pudo haber tenido una conexión con el pueblo de Belgrado, ya que se especula que el acero del casco del Titanic pudo haber sido reforzado con manganeso proveniente las minas de Puras de Villafranca, pedanía de Belorado. Este complejo minero a pie de montaña es el único que se puede visitar en España, y se encuentra a solo siete kilómetros de Belorado.

Volviendo al museo, al abandonar el lujo del desafortunado transatlántico nos encontramos con un pasillo que emula el desembarco de Normandía, para dar paso a una sala en el que se hace un repaso a la evolución de las radiocomunicaciones en sus usos militares. Desde lo aparatosos e increíblemente pesados que eran los equipos en la Primera Guerra Mundial a su evolución en la Segunda Guerra Mundial, más manejables y con mayor alcance, pero que aún necesitaban a soldados que se encargaran de desplegarlos en el campo de batalla.

Y una visita al mundo de la radiocomunicación no estaría completa sin sus aplicaciones en el campo del espionaje, tal y como evidencia la próxima estancia, dedicada a las tensiones de la Guerra Fría, contando además con un apartado dedicado a la exploración espacial, con papel que jugó España en el programa Apolo gracias a la estación de seguimiento de Maspalomas (Gran Canaria).

La visita tiene como broche final una replica a tamaño real de una trinchera británica de la Primera Guerra Mundial, que al ser la más extensa de Europa, ha sido escenario de múltiples recreaciones realizadas por aficionados a la historia. El enorme nivel de detalle con la que ha sido reproducida nos permite sentir en nuestras carnes una pequeñísima parte de la claustrofobia que sintieron los soldados y de sus penosas condiciones de vida.

El museo solo se puede visitar únicamente mediante cita previa, que se puede concertar en la Oficina de Turismo de Belorado (947 58 08 15), ya que debido a la COVID-19, se ha reducido su aforo máximo. La visita dura una hora y media y la entrada cuesta siete euros, contando con tarifas reducidas para estudiantes y pensionistas, entre otros colectivos. Además, para hacer la visita aún mas amena para los más jóvenes, se ofrece la posibilidad de participar en una escape room de carácter didáctico, en el que hay que explorar cada rincón del museo en busca de pistas para resolver un misterio antes de que se agote el tiempo de juego.

*Este reportaje se publicó en el suplemento Maneras de Vivir el 3 de octubre de 2020.