Pertenezco a una generación educada para mejorar las expectativas de nuestros padres. Enfocados para conseguir la carrera universitaria que muchos de ellos no pudieron obtener porque, venidos del campo a la ciudad, trabajaron duro para sacarnos adelante y proveernos de un futuro, si podía ser, mejor que el suyo. Nos educaron para tener éxito, para trabajar más y ganar más. Nos movemos entre la generación del baby boom de la postguerra y los alumbrados con la democracia. Nos adaptamos de lo analógico a lo digital, de la peseta al euro, de la EGB al sindiós de reformas educativas, cada cual peor que la anterior, que vinieron después. La mayoría sabemos hacer la 'O' con un canuto, pero para nuestros hijos somos boomers.

Un concepto entre jocoso y peyorativo, asociado al paternalismo y lo pasado por no entender su visión de la vida, de la cultura y las relaciones personales. Hay un choque generacional, porque los jóvenes actuales tienen otro concepto de la realidad social y laboral. Para ellos lo más importante ya no es su carrera profesional y ganar dinero, que también (nadie trabajo por amor al arte), sino la flexibilidad y la realización personal. Poder conciliar un horario adaptable, huyendo del presentismo, valorando la cercanía de la ubicación del puesto, el teletrabajo y un plan de carrera. Por ejemplo, entre sus condiciones suele estar tener libre el día de su cumpleaños y el de su familia directa. Premian mucho cómo las empresas cuidan de los trabajadores y sus valores y propósitos, como el medio ambiente o la igualdad de género.

Viene un cambio radical de tendencia para los veteranos y las empresas si queremos captar la atención de los mejores y retener a los que ya están. Muchos de los lectores, aunque boomers también, se identificarán con esos valores, y querrán trabajar para ser más felices y vivir mejor en lugar de integrar su vida en el trabajo. Aprendamos en esto de los que nos tiene que dar el relevo. ¿Trabajamos para vivir o vivimos para trabajar?
    @RodrigoBurgosOr.