El chamán de los metales

I.L.H.
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Hasta fin de mes Óscar Martín expone en México 22 esculturas hechas en aluminio, bronce, oro y plata. Sus obras conectan con la espiritualidad y el simbolismo del arte de los pueblos precolombinos y canaliza la unión entre las culturas y los humanos

La pieza dorada, ‘Poema infinito’, comparte sala con la pintura de dos maestros mexicanos, Ángela Gurría y Francisco Toledo (d), como un modo de «reconocer las raíces y de dónde venimos porque gracias a eso somos lo que somos», afirma el artista.

Se le reconoce por su ropa holgada tipo túnica y el tambor con el que se acompaña para, con sus ritmos tipo mantra, conectar con el otro (le habrán oído decir aquello de Yo Soy Tú) para hacer que la energía fluya. Dentro del mundo del arte se le identifica con una escultura simbólica que hace alusión a los orígenes, la fuerza creadora, la energía y la conexión entre los seres humanos, los mismos principios que rigen su existencia y actitud. Sus formas suelen representar deidades de diferentes culturas, animales en posturas con algún significado, partes del cuerpo de las que emana la vida, ideogramas de lo sagrado o alegorías sobre el tiempo, como el ocho tumbado del infinito.

Con esas credenciales y su aspecto de chamán, Óscar Martín ha desembarcado en la galería Málaga de México dos años después de dejarse influir por el país azteca tras la visita que realizó de turista. Como le ocurrió en Australia y el arte aborigen, donde los puntos en común de la escultura del artista burgalés lo llevaron a exponer allí, su obra conecta con ciertas formas precolombinas sobre todo de orfebrería o al menos con el carácter simbólico de esas composiciones.

«Cuando viajo busco lugares donde pueda aprender y acudí a México atraído por esa cultura. Luego es verdad que puede haber coincidencias, pero es que mi trabajo es así: busco la esencia de los pueblos y eso es lo que me inspira», subraya.
Hasta México ha llevado 22 esculturas hechas en bronce, aluminio, oro y plata. Desde esa posición de chamán de los metales, de artista que va detrás de la espiritualidad y la sanación a través del arte, el escultor ha trasladado hasta al otro lado del Atlántico piezas de distintos tamaños con la idea de compartir un lenguaje que no entiende del tiempo, los nombres propios o los egos. «Los antiguos habitantes de aquellas zonas, antes de la colonización, apuntaban que serían los hijos de los hijos de los hijos de los que llegaron los que recuperasen sus antiguas costumbres. Y yo no puedo hacer otra cosa que aprender de eso», añade.

Óscar Martín posa junto al galerista mexicano Rafael López Esquer a la puerta de la exposición ‘Infinito’. Óscar Martín posa junto al galerista mexicano Rafael López Esquer a la puerta de la exposición ‘Infinito’.

Con esa idea ha llevado a la galería mexicana piezas en aluminio que nacieron más pequeñas, como Amor vertebral, en la que el cuerpo humano hace de canalizador de las emociones ancladas en la roca mientras el símbolo del infinito emula un abrazo eterno sin fronteras de espacio o tiempo. Está también Tlatoani cristal  -‘emperador’ en la lengua mexica-, una obra claramente influenciada por la cultura precolombina y las formas indígenas,  y también ha viajado con una interpretación de la cruz y las espinas que lleva por título Xto.

Dado que la muestra se titula Infinito, además de que ese signo aparezca dentro del discurso de algunas piezas, Martín ha creado una obra específica con ese significado. La obra dorada de casi un metro la ha colocado junto a las pinturas de tres maestros mexicanos, tres chamanes anclados a su tierra y orígenes: «Ahí he puesto el Poema infinito para agradecer a los que estaban antes aquí, y reconocer las raíces». En esa sala hay cuadros de Ángela Gurría, artista de 95 años, que ha sido Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes de su país y que en 1973 se convirtió en la primera mujer miembro de la Academia de Artes de México; Francisco Toledo, de origen indígena zapoteca, ya fallecido, y Mauricio Vega, de 92 años y que llevará el nombre de la bienal de la galería el próximo año.  

Con esta exposición que se puede visitar hasta finales de mes, Óscar Martín hace de chamán con los metales, trasladando la energía que pone en sus obras a la galería que lo acoge mientras se empapa de la cultura mexica, ejerciendo como guerrero águila y guerrero jaguar para conquistar «la más elevada de las aspiraciones humanas: la superación del nivel ordinario de conciencia y la obtención de una alta espiritualidad» (Antonio Velasco Piña, Tlacaélel, el azteca entre los aztecas). «Lejos de que se pierdan esas culturas, todo se intercambia y se comparte y con esa idea expongo y me empapo del chamanismo».