Juan Francisco Lorenzo

Pensar con los ojos

Juan Francisco Lorenzo


Twitter

07/11/2022

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré, y Twitter se hizo carne y habitó entre nosotros transfigurado en Elon Musk. 
Ya sé que esta cita bíblica suena un tanto irreverente, pero las redes sociales alivian el cansancio, el aburrimiento y los agobios y la compra de Twitter por Musk parece anunciar un cielo nuevo y una tierra nueva, casi una nueva era.

Jesucristo invitaba a ir al paraíso, Musk nos quiere llevar más lejos, a Marte. Jesús era pobre, Musk muy rico y la especie humana cree menos en los pobres que en los ricos, incluso los pobres votan a los ricos en un extraño acto de sumisión, así es que este prohombre de la tecnología tiene ganada ya mucha ventaja entre tanta pobreza de espíritu.

La historia es cíclica, Jesucristo trajo un mensaje para salvar a la humanidad, Musk ya tiene a la humanidad conectada, a sus pies, globalizada y domesticada dispuesta a creer en sus mensajes apócrifos y a extenderlos por el mundo a la velocidad de la luz. Por cierto, he leído que para saber si una noticia es verdadera o falsa basta con ver con qué velocidad se propaga: a más velocidad, menos creíble.

Jesús nombró 12 apóstoles, Musk no necesita a nadie, ha cesado a todos, además el sueldo de los apóstoles tecnológicos modernos es excesivo y para hacerse muy rico no hay que tener personal, ni pagar impuestos ni permitir competencia, esos son los únicos tres mandamientos de su religión. 

Musk no hace discípulos, los compra, casi diría que llegan solos excitados por el aroma de unas redes sociales que atraen, estimulan, entretienen y ofertan información de usar y tirar en un ejercicio de obsolescencia informativa que trasforma lo efímero en objeto de culto y adora la fugacidad, un estado en el que no se echan raíces, aunque los humanos necesitamos raíces para cultivar nuestro sentido de pertenencia a algo que merezca la pena.

Musk no hubiera comprado la Biblioteca de Alejandría, no le interesan el conocimiento ni la sabiduría, pero vislumbra el futuro para conducir al pueblo a su tierra prometida. Quizás aprendió de su precursor Moisés que implorando a Dios, abrió las aguas del Mar Rojo. 

A Musk, con el dios dinero, no se le resiste ninguna puerta.