Carmen Hernando

Desde la campiña

Carmen Hernando


La hora de la verdad

15/04/2022

Hay mucha gente a la que hemos conocido durante la pandemia y siempre hemos visto con mascarilla. No somos conscientes de no conocer su apariencia, pero el día que les vislumbramos sin taparse, la realidad nos salpica a la cara, porque lo cierto es que, al menos según mi experiencia -y me consta que no soy la única-, la primera impresión nunca es positiva.

¿Será que nuestro cerebro es demasiado optimista? ¿O quizás es que preferimos vivir en un mundo imaginario, y cualquier realidad, por muy buena que sea, siempre nos decepciona? También hay quien dice, como mi pareja, que la mascarilla proporciona simetría a las facciones, y se ve que eso nos tranquiliza. Sea como fuere, la cuestión es que nos habíamos acostumbrado a ver a mucha gente, especialmente en sitios cerrados, tanto en tiendas, bares, restaurantes y edificios públicos como en el trabajo o a través de la televisión, siempre con la cara tapada, y en el momento en el que se desvela el secreto, la sorpresa es mayúscula.

En las últimas semanas he sufrido este sobresalto con numerosas personas, pero el caso que más me ha impactado ha sido el de mi héroe de pandemia (nótese la ironía): Francisco Igea. Meses y meses observándole con las facciones tapadas, y el día que le descubrí como realmente es, no daba crédito. Menudo susto. Me lo habían cambiado. No es que le esté llamando poco agraciado, entiéndanme. Además, la belleza está en el interior (o no). Simplemente no era lo que yo me esperaba. Era otra persona distinta a la que yo había conocido, y, he de reconocerlo, criticado, en numerosas ocasiones. Aún así, hasta ese momento tenía algo misterioso que de alguna manera yo debía valorar, ya que una vez desvelado el secreto, hubiese preferido que nunca se hubiese producido. ¿Que qué me esperaba? Pues la verdad es que no tengo la menor idea. Pero visto lo visto, debía imaginarme… otra cosa. 

En todo caso, ya ha comenzado la cuenta atrás definitiva, porque en 5 días el uso de la mascarilla se convertirá en minoritario (aunque muchos se resistirán todavía unas semanas), y entonces llegará la hora de la verdad. ¿Estamos preparados?

ARCHIVADO EN: Francisco Igea, Pandemia