"Todo empezó por una bici y ya llevo 47 años en hostelería"

ARSENIO BESGA
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Miranda tras la barra (XVI) | La Tasca Tía Gilda revive el estilo clásico de un almacén de vino y acoge entre sus muros dos ambientes para todos los públicos

Nico Ruiz ha mantenido la estética del almacén de vino en el exterior y ha reformado por completo el interior con materiales reusados y pulidos. - Foto: A.B.

La vida de muchas personas da vueltas constantes hasta que terminan encontrando su vocación. En cambio, la existencia de algunas se desarrolla casi desde su inicio como si estuviera predestinada a llegar a un punto concreto. Dentro de este segundo grupo se halla Nico Ruiz, el propietario de la Tasca Tía Gilda. Con poco más de una década a sus espaldas, este mirandés tiró su primera caña tras una barra. Hoy, casi medio siglo después, tiene su proyecto personal en marcha. Y no le va nada mal.

"Todo empezó por una bicicleta y ya van 47 años en la hostelería", recuerda. Según explica, cuando sus 5 hermanos y él apenas eran unos niños querían un juguete de ese estilo. No obstante, debían sudar si verdaderamente pretendían lograrlo. El empresario lo hizo. "Con doce años empecé a trabajar", expone. "Y llevo con la bicicleta hasta hoy", concluye entre risas. A lo largo de este tiempo, ha podido "curtirse en mil batallas", sin embargo, "sigue vivo". "Aún me da la analítica bien", ironiza.

El hostelero pasó por diversas barras, donde forjó un carácter abierto y aprendió conocimientos imposibles de interiorizar en una escuela. Antes de emprender su último viaje, tuvo con un socio otro bar en el Casco Viejo. "Rompimos un poco los esquemas poniendo un equipo de música", rememora. "Después montamos el café Tangente", explica. Por lo visto, en su segunda propiedad acumularon tres décadas de éxitos, pero, finalmente, "nada es para siempre". Ahora los dos amigos mantienen "la hermandad" aunque cada uno tenga su propio negocio.

El nuevo local, la Tasca Tía Gilda, durante los cuatro años que lleva en activo ha encerrado entre sus muros elementos tan singulares como lo es el propio nombre del bar. La denominación alude a la mítica película americana, al tiempo que hace referencia a la famosa tapa tan apreciada por los mirandeses. Por su parte, la decoración del lugar no tiene comparación. De hecho, es literalmente única.

"Esto no lo encuentras en el Ikea", comenta Ruiz al señalar puntos de su establecimiento como una mesa forjada con una puerta riojana de más de dos siglos o las rocas del monte que sostienen las columnas, así como, la techumbre de vigas de madera o el suelo de sabina. "Es todo reciclado", aclara el hostelero satisfecho por su buen ojo para el interiorismo.

Al tomar las riendas de este bar, el propietario tomó grandes riesgos puesto que requería una reforma integral. Es más, durante seis décadas se utilizó ese espacio como almacén de vino y no como un lugar para consumir. Precisamente, cuando todavía mantenía su esencia, Ruiz conoció esta maravillosa esquina mirandesa y quedó encandilado. "Me acuerdo que mis padres me mandaban de pequeño a por la garrafa de vino a este almacén", expone. "Cuando lo vi, me lancé. Hay días que me alegro y otros que no", reconoce.

En cualquier caso, mantuvo los elementos clave del exterior que distinguían al emplazamiento e incluyó tras la puerta todo lo necesario para ofrecer un servicio grato y completo. De esta forma, la Tasca está abierta a todos los públicos y, sobre todo, a un gran número de personas. Esto viene dado porque el establecimiento cuenta con dos ambientes. El principal, visible a priori, y el "rincón canalla", como lo denomina Ruiz. Este espacio secundario se halla bajo el suelo del negocio, donde "antes había un almacén". Ahora este sitio le permite albergar a 32 clientes más, los cuales tienen a su disposición mesas, diana con dardos, un futbolín, televisión... En definitiva, "es un local bien montado".